Hay cierto candor en el discurso del rey
de este año 2017, que probablemente venga motivado por las fechas
navideñas y esa especie de vapor etílico que lo inunda todo para que
estos días nos queramos mucho y bien hasta después del 6 de enero.
Hay, sin embargo, en el discurso del rey de
este año un sutil asomo de frustración y unas ganas tremendas de
congraciarse con todos/as hablando de corrupción, desigualdad y hasta de
violencia machista; y es de agradecer, sin duda, pero llega tarde y con el daño ya (muy) hecho.
Felipe VI, en su discurso de Nochebuena, el
más personal del año (el que Moncloa mira pero no toca), evita las
aristas, los picos de intensidad que hicieron de su discurso del 3 de
octubre (“Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada”) un contundente alegato de parte —de parte del Gobierno Rajoy— que hoy le pasa factura y le presenta en los televisores desdibujado, frío, alejado y prácticamente noqueado e inservible.
¿Qué puede decir hoy el rey a los dos millones de independentistas catalanes
a quienes ignoró el 3 de octubre salvo para hacerlos culpables del
Apocalipsis por querer votar siguiendo instrucciones de un Govern con un
programa electoral que incluye la (legítima) independencia? ¿Y a los
que apeló como la parte víctima de la división catalana dándoles
una incomprensible esperanza de que el Estado estaba con ellos, y sólo
con ellos, protegiéndolos en un presunto silencio mártir?
Recuerden:
“Sé muy bien que en Cataluña también hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas.
A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán;
que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y
la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su
libertad y de sus derechos”. Felipe VI, 3 de octubre.
Craso error. La mayoría silenciosa para la
que reinó Felipe ese fatídico día no existe: el 21-D ha votado más del
80% de la población y seguimos igual salvo por la distribución
partidista; seguimos con Catalunya partida en dos bloques, y
moralmente reafirmada ahora en su área independentista, como es
previsible, porque los/as catalanes le han dado la mayoría absoluta a
sus fuerzas políticas. Pese al rey, al Gobierno Rajoy, a las porras, al
155, a la cárcel o a la amenaza económica.
Recomiendo la lectura del discurso navideño
del rey y, a continuación, la relectura del texto del 3 de octubre; uno
no puede entenderse sin el otro, pero no augura nada bueno para la
Monarquía el desconcierto titubeante que hoy manifiesta el jefe del
Estado ante el inesperado resultado electoral del jueves 21. ¿También se
creyó el monarca que con unas elecciones convocadas por el Gobierno
central en Catalunya se acababa el ‘problema’? Mal monarca tenemos,
entonces, que carece de la intuición del observador neutral y se deja llevar por las pasiones electoralistas y cobardes del Gobierno de parte.
Felipe VI ha tenido su primera gran crisis
institucional y ha perdido. Es posible que la cuestión catalana sea en
este momento más compleja que el 23-F y que a él le hayan preparado
(mucho, insisten en todas partes) para una coyuntura como la de su padre
en 1981, al que una serie de circunstancias —y sobre todo el deseo de
pasar la página franquista de nuestra Historia— se le dieron cita en
Palacio para darle la forma de rey conciliador y empático; aglutinador y simpático.
Hoy, el rey Felipe ha intentado entrar en
muchas casas asegurando que “hay que reconocer que no todo han sido
aciertos; que persisten situaciones difíciles que hay que corregir, y
que requieren de un compromiso de toda la sociedad para superarlas".
¿Qué "sociedad", se preguntarán muchos/as españoles? ¿La que Su Majestad
protegía el 3 de octubre? ¿Esa mayoría silenciosa que resultó ser un
engaño electoral? ¿La que eligió y reeligió la opción independentista en
Catalunya? ¿La que contempló horrorizada, desde Lugo a Málaga, las cargas del 1-O y el encarcelamiento sin sentencia y sin consenso jurídico de líderes políticos con su bendición?
¿De qué sociedad nos habla el rey, que ni siquiera ha reconocido la grandeza y diversidad de la suya cuando servía para algo?
(*) Periodista y directora de Público
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