miércoles, 13 de diciembre de 2017

El hijo pródigo / Adrián Ángel Viudes *

Confieso, desde mi condición de católico practicante, que nunca entendí la parábola del hijo pródigo.

Jesús, predicando a sus apóstoles, se refiere al hijo que, tras exigir su parte de la herencia, abandona el hogar, y dilapida su fortuna entre el juego y las malas mujeres. 
 
Cuando enfermo y arruinado decide volver a la casa paterna, el padre le prepara el mejor de los convites ordenando matar al becerro más cebado, y cuando el hijo mayor, que se ha dejado media vida trabajando sin queja en las propiedades paternas, que nunca ha disfrutado de un cabrito regalado por su padre para celebrar fiesta con los amigos, comprueba el recibimiento que se le hace al hermano perdulario y acusa a su padre de discriminación, este le corrige intentando explicar lo inexplicable

¿Extrañarán mis queridos lectores que viendo, y sintiendo, lo acaecido, y lo por acaecer, en nuestra querida España recuerde esa parábola y la sitúe en el debate actual?

Cataluña y las Vascongadas, mal llamadas País Vasco, o lo que es peor: Euskalerría, son los hijos que en la transición, alegando argumentos trufados de falso historicismo exigieron la parte de su herencia, el uno en forma de ventajoso cupo, y el otro de financiación autonómica muy por encima de la que reciben el resto de los hijos. 
 
Y ahora, uno de ellos, arruinado por sus excesos propiciados por el tres por ciento y la insania del independentismo, no solo se atreve a llamar a la puerta del padre Estado, para pedir más y más, sino que, descontento con el permanente convite con que el progenitor lo ha estado homenajeando año tras año, le dice que quiere marcharse, que no lo aguanta, que le roba, pero que le de aún más parte de la herencia para seguir malgastándola

Vuelvo al principio. Confundido por el alcance de la parábola quiero pensar, y así me lo sugieren personas doctas en la interpretación evangélica, que el escenario relatado por Jesús representa lo divino no lo humano. Que, la justicia divina no tiene parangón con la humana, que en el reino de Dios se hará fiesta por cada pecador que se arrepienta, y que si un justo reclama, debe saber que su sitio en el Paraíso está garantizado, que todos caben y nada tiene el justo que temer.

Pero si bien es verdad que los designios de Dios son inescrutables para nosotros los humanos, nadie debe extrañarse que, desde nuestro miserable y pecador criterio, no podamos entender el sentido de la parábola citada.

Desde hace muchos años nuestros dirigentes centristas, socialistas y populares han actuado como si un soplo divino los iluminara, dando a los hijos díscolos, a los rebeldes a los que cuestionaban su paternidad un tratamiento indebido por injusto con tal que aceptaran, aunque de mala gana, habitar en la casa de todos

Y ahora, que el hijo catalán se ha rebelado, se le aplica un ligero correctivo, y se le deja jugar a la ruleta con el peligro del independentismo

Yo acuso a nuestros dirigentes políticos que, dejando de actuar con la sabiduría requerida a un buen padre de familia, hayan permitido que dos hijos pródigos, disfrutando durante décadas de la herencia que el resto de los hijos no ha podido, la dilapiden; y el uno exija más y más cupos, para poder gastar más y vivir mejor; y el otro, después de tanto mimo, tanta canonjía; obligando, incluso, al resto de los hermanos a que compren la mercancía que el rebelde ofrece, por supuesto más cara y de peor calidad que la de la competencia exterior, encima, quiera marcharse de la casa paterna, en la que tanto se le ha consentido al haberle dado, no solo lo que como hijo le podía corresponder, sino bastante más, que naturalmente se ha quitado a los otros hijos, los que leales, orgullosos de pertenecer a tan noble familia, mirando por la paz y la concordia no se atreven, por ahora, a reclamar, con la misma virulencia que el pródigo, lo que en justicia les corresponde.

Aviso a navegantes: No se confíen ni se confundan nuestros dirigentes porque la paciencia tiene un límite, y la cuerda no se puede estirar más sin peligro de rotura

La verdadera justicia humana consiste en dar a cada uno lo que le corresponde, ni un euro más.
 
 
(*) Ex presidente de la CHS y de la Autoridad Portuaria de Cartagena
 
 

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