Donald Trump
ha sido humillado de mala manera al contabilizarse los votos de
las elecciones a un escaño senatorial por Alabama. La Casa Blanca
se ha quedado helada en este fin de diciembre, y el propio Trump
sólo ha podido balbucear vía tuit que ‘habrá otras ocasiones’.
No
es una reacción filosófica; es muestra de su incapacidad de reaccionar
ante algo inesperado y que le ha puesto en evidencia. Y según todas las
crónicas, esto es sólo el principio.
El demócrata Doug Jones le ha arrebatado el asiento al republicano
Roy Moore, un juez sancionado varias veces por desacato y por homofobia y
ahora mismo en el centro de una denuncia por acoso sexual cuando era
más joven. ¿Es el punto de inflexión en la suerte de Trump? Muchos así
lo querrían, y alguien ya se ha puesto manos a la obra para defender las
candidaturas demócratas en 2018 y 2010, cuando volverá a haber
elecciones presidenciales.
Ese alguien se llama Joe Biden, vicepresidente con Obama y que ayer
mismo no descartó en absoluto competir por la Casa Blanca. Pero sobre
todo aseguró en una entrevista en NBC que se dedicará a propulsar un
cambio en ambas cámaras del Congreso.
Poco antes, Biden publicó un largo artículo, o más bien ensayo, en el
número de enero-febrero de la revista Foreign Affairs y subido a su web
anticipadamente. Firmado conjuntamente con Michel Carpenter, un antiguo
colaborador suyo, el artículo es toda una declaración de intenciones y
un reproche a Trump: ‘Cómo plantar cara al Kremlin’.
Pero sobre todo, es una llamada de atención repleta de datos sobre la
injerencia de la Rusia de Putin en los países de la antigua URSS y en
todo Occidente, en especial EEUU y Europa. Ya que Trump parece no ver
y/no querer tomar medidas, Biden convoca a ‘defender la democracia
contra sus enemigos’. ¿Por qué? Porque ‘el Gobierno ruso está asaltando
sin pudor los pilares de la democracia occidental en el mundo’.
Más: ‘Ha tratado de debilitar y subvertir las democracias
occidentales desde dentro con la conversión en armas de la información,
el ciberespacio, la energía y la corrupción’. Tras la desintegración de
la URSS, podía haberse ‘reinventado a sí misma’, como de hecho lo
hicieron con éxito los otros países ex soviéticos. Y en lugar de eso, la
‘cleptocracia’ de Putin y su gente se dedican a hacer daño a los demás,
de dentro y de fuera.
Una frase que capta la esencia de cómo todo el tinglado de elecciones
y demás es pura fachada: ‘Los dirigentes de Rusia han construido una
democracia Potemkin en la que las formas democráticas ocultan su
contenido autoritario’.
Es una señal de debilidad, añaden Biden y Carpenter, porque ese ‘aura
de invencibilidad enmascara las raíces poco asentadas de su apoyo
público’, además de una economía dependiente de materias primas. Un
dato: con la caída del precio del petróleo, Gazprom ha pasado de 358.000
millones de dólares de capitalización en 2008 a sólo 52.000 millones
hoy.
La lista de países en los que Rusia ha metido las narices después de
perder su influencia, según el ensayo: Ucrania, Georgia, Moldavia,
Estonia, Polonia, Lituania, Kirguizistán, Rumania, Bulgaria, Serbia,
Montenegro...
Un párrafo que da entrada a los países occidentales atacados de una y
otra manera: ‘En Francia, el amplio conocimiento de las injerencias
previas en la campaña electoral de EEUU de alguna manera suavizaron la
ventaja del Kremlin. Pero Rusia no ha retirado, y ha dado pasos
similares para influir en las campañas políticas de una serie de países
europeos, incluyendo los referéndums en Holanda sobre la integración de
Ucrania en Europa, en Italia sobre reformas y en España sobre la
secesión catalana’. Y sigue con Alemania, Suecia…
Entre las actividades de lavado de dinero, penetración inmobiliaria y
empresarial y puro espionaje, Biden y Carpenter mencionan lo siguiente:
‘El Kremlin ha fusionado con éxito grupos criminales, servicios de
inteligencia y empresas corruptas, como ha revelado con gran detalle una
investigación reciente de las autoridades españolas’.
Ante este panorama y la determinación del Kremlin, y puesto que Trump
no se lo toma en serio, otras instituciones en EEUU deben dar un paso
al frente. Y los países aliados. ‘Si esta Administración no puede o no
quiere plantar cara a Rusia, otras instituciones democráticas,
incluyendo el Congreso y organizaciones de la sociedad civil deben
movilizarse’.
Para ello propone en primer lugar la creación de una ‘comisión
independiente, no partidista’, para hacer acopio de información, ver el
alcance de la amenaza y arbitrar ‘las herramientas necesarias para
combatirla’.
Ese es el dilema que plantean Biden y Carpenter a EEUU, Europa y
otras democracias occidentales. Dentro del mismo contexto y con vistas
al 21-D, la revista francesa l’Express aborda este miércoles ‘el dilema
catalán’. Así lo describe Catherine Gouëset: ‘En Cataluña, el
independentismo no se considera derrotado. Incluso aunque no parece que
esté en condiciones de darle la vuelta a las encuestas en las
elecciones’.
(*) Periodista
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