M. Rajoy no vive en la realidad, sino en un apunte contable de la caja
B. Pero la realidad vive en Rajoy. Él fabrica la realidad. Nuestros
ingresos, nuestros gastos, pensiones, expectativas, nuestras vacaciones,
nuestras viviendas, la factura de la luz y hasta nuestros tuits.
La
realidad es ese conjunto de vaguedades, lugares comunes pelados,
silencios viscosos, intenciones torcidas, amenazas, más amenazas,
perogrulladas, embustes en que habitualmente consisten las
comparecencias de este azote del foro.
Da igual por lo demás porque la
realidad, en definitiva, es lo que él quiere que sea "en virtud del
155", una norma que no le permite hacer nada de lo que ha hecho, pero sí
le permite hacer lo que le dé la gana. Así, tras consultar con su
aliado, Rivera, Rajoy advierte de que "la ley no permitirá nuevas rupturas" .
Y por ley se entenderá el 155 que, al suspender la Constitución,
suspende toda ley excepto la que emane de la voluntad del que la aplica,
o sea del dictador.
Una situación de la que es directamente responsable la oposición. PSOE,
Podemos, PNV e indepes catalanes tienen en sus manos poner pronto fin a
este maelstrom que está devorando la democracia y el Estado de derecho
en España. Unos más que otros, cierto. Pónganse todos de acuerdo y
presenten una moción de censura para terminar con los desafueros.
Resulta inverosímil, dada la posición del PSOE, favorable al 155,
incluso por encima de la voluntad mayoritaria del electorado catalán.
Cada cual se hace responsable de lo que le parece, como diría M. Rajoy.
Esta situación ya la adelantó Albiol, hoy al frente de un cuarteto de
viento en el Parlament por el que sin embargo habla el partido
mayoritario en el resto del país. El presidente de este partido, una
organización muy mal vista por los jueces y los ciudadanos a quienes ha
esquilmado, niega que se pueda ser presidente de la Generalitat en el
extranjero y a Urkullu la idea le parece "absurda".
Llegará un tiempo en
que estas cosas sean posibles en beneficio de todos pero, de momento,
la solución es muy sencilla: levántese el 155, exonérese del modo que se
quiera a los encarcelados y exiliados, permítase que se constituya el Parlament legalmente y reconózcase lealmente el govern salido de ese Parlament. La cuestión de si ese govern
se salta o no la ley no puede prejuzgarse. Debe ser él quien lo decida
advertido, además, como ya está con gesto fosco, de que si se sitúa
fuera de la ley, de la ley del 155, le caerá un nuevo 155, o el mismo de
la quinta anterior.
Este es el escenario previsto. El 155 sigue en funcionamiento y creando
una situación de crisis institucional en Catalunya sin precedentes. Los
indepes verán si aceptan la convocatoria de Rajoy de constituir el Parlament con
candidatos electos en el exilio o en la cárcel y en condiciones de
absoluta inseguridad jurídica.
Aún no conocemos con exactitud qué
derechos políticos son recortados o negados a unos presos preventivos,
por qué razón y quién toma la decisión. Tienen varias opciones que van
desde negarse a aceptar la convocatoria por considerarla un chantaje,
hasta aceptarla constituyendo el Parlament y posterior govern con
substitutos en las listas. Pero esta última, sobre ser prácticamente
inviable es inútil porque no resuelve el problema real de la realidad
(no de la realidad magmática de Rajoy) que son los presos y exiliados
políticos.
En ningún Estado de derecho puede haber presos políticos, presos de conciencia.
Un conflicto como el de la República Catalana es una cuestión política
de rango constitucional que ha de ser tratada mediante negociaciones y
acuerdos si es necesario estructurales que vienen exigidos por la
voluntad de casi un 50% del electorado y más de dos millones de
personas, no por cuatro conspiradores del milenio.
Pero también puede
verse, y así la ven el gobierno y los jueces, como una cuestión de orden
público promovida por unos agitadores al frente de unas turbas
y, elevado el tono judicial (que no necesariamente jurídico) como una de
delito de sedición, de rebelión, de traición. Cuando se llega a este
punto la justicia se convierte en inquisicion y a los ciudadanos se los
juzga y condena por sus convicciones.
No es para estar orgulloso.
No hay más que retirar el 155, detener la represión policial y judicial y
ofrecer un referéndum pactado que ya veríamos si los indepes aceptarían
tras haber celebrado dos reales (9N 2014, 1/10 2017) y dos al otro lado
del espejo (27S 2015, 21D 2017). Si no aceptaran, el conflicto
seguramente se enconaría.
Si aceptaran nos encontraríamos con que en España han costado tres
consultas más o menos referendarias así como mil heridos, destrozos,
huelgas, agresiones, exilios, multas, cárceles conseguir lo que los
escoceses consiguieron tras una breve negociación con el gobierno
británico.
Ahora hágase un breve cálculo de eficiencia y aplíquese al confuso
triunfalismo del presidente, quien cierra un año sin hablar de la
corrupción cuando ya solo debe de quedar él por imputar en la Gürtel.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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