Uno de los portavoces del Partido Popular, Pablo Casado,
advirtió ayer a Carles Puigdemont que puede tener el “final de Lluís
Companys”. En la sala de prensa, los periodistas se quedaron helados.
Casado no le desea a Puigdemont el fusilamiento de Companys
en 1940 –eso parece evidente–, pero no supo explicar bien que se
refería a la detención de Companys después del 6 de octubre de 1934. “No
soy historiador”, reconoció el portavoz al darse cuenta de que se había
metido en un buen jardín.
Casado seguramente quería decir lo siguiente:
de la misma manera que el Gobierno de la República paró los pies a
Companys, la actual democracia parará los pies a Puigdemont. Quiso hacer
méritos y no supo manejar el frasco de nitroglicerina. Mentar el “final
de Companys” en las actuales circunstancias es terrible.
El Sis d’Octubre es un gato negro en las páginas en blanco
de los próximos días. Hay que recuperar el contexto para entenderlo
mejor. La Generalitat estaba en ebullición por la sentencia del Tribunal
de Garantías Constitucionales de la República contra la ley de
contratos de cultivo, que pretendía favorecer a los rabassaires,
campesinos arrendatarios con un contrato específico del derecho civil
catalán. Una fuerza social numerosa y bien organizada.
Los propietarios
agrícolas, con el apoyo de la Lliga, habián impugnado la ley catalana en
Madrid. La Unió de Rabassaires era uno de los principales puntos de
apoyo de ERC, muy especialmente de Companys, que había sido su abogado.
En paralelo, el PSOE se deslizaba hacia posiciones revolucionarias ante
la derechización de la República, con la entrada de la CEDA en el
Gobierno Lerroux. La Alianza Obrera, conjunción político-sindical
promovida por el PSOE y la UGT, intentaba atraer a la CNT.
Atención a este punto. Los pronunciamientos de octubre
fueron un acontecimiento de la política española con singular traducción
en Catalunya. Los separatistas de Estat Català querían aprovechar la
crisis para proclamar la independencia. Companys, que no era
separatista, se resistió. Aconsejado por Joan Lluhí i Vallescà, un
influyente dirigente de ERC de perfil laborista, Companys hizo un
pronunciamiento bizantino: proclamó el estado catalán dentro de la
República Federal española. Dentro, no fuera.
En realidad, proclamó una
nueva república. Cuando salió al balcón ya sabía que iba a fracasar. Ya
sabía que la CNT no secundaría la huelga general. A las seis de la
tarde, dos horas antes de la balconada, Companys ordenó al consejero
Josep Dencàs, jefe de Estat Català, que arriase la bandera estelada que
había mandado izar en el Gobierno Civil.
La huelga general no fraguó un momento revolucionario en
Madrid. Hubo revuelta en Euskadi y la mecha prendió en Asturias: dos mil
muertos. Indalecio Prieto, referente de la UGT asturiana, se arrepintió
toda su vida. El PSOE moderno nunca ha querido saber nada de aquel
episodio. “Si lo he leído, no me acuerdo”.
El terrible hado de octubre acompañará hoy a Puigdemont. Un
grupo de aventureros, iluminados e irresponsables –muchos de ellos sin
el riesgo del cargo público– le susurran al oído: “¡Haz caso a Dencàs,
proclama la independencia!”. Son muchos más los que le piden que frene y
emplace al Gobierno a ese diálogo que Europa dice apoyar. A medio metro
del abismo, con centenares de empresas sacando su sede social de
Catalunya, Puigdemont se pronunciará ante las televisiones de todo el
mundo. A Companys le escucharon bajo el balcón de octubre unos
centenares de personas.
Es probable que asistamos a una declaración muy bizantina
–sin votación–, en la que la independencia se anuncie sin quedar
proclamada. Un 1934 posmoderno.
Todo dependerá entonces de la lectura que quiera
hacer el Gobierno, que también se halla bajo mucha presión en la semana
del 12 de Octubre, fiesta nacional española. Ayer hubo escenas de
violencia en Valencia. La extrema derecha comienza a estar desatada. Un
poco más abajo, en Murcia, desde hace diez días hay un auténtico Gamonal
a propósito de las obras del AVE. El país está muy tenso. ¿Qué octubre
queremos?
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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