martes, 3 de octubre de 2017

Rajoy, Catalunya y Europa / Enric Juliana *

Hará pronto un año, el Partido Alfa se encontró con una grata sorpresa después de haber logrado la investidura de Mariano ­Rajoy en el Monte Calvario. Once meses sin gobierno, lo nunca visto en un país en el que lo más importante, decía el filósofo Ortega y Gasset, es saber a qué atenerse. La sorpresa era su valor de cambio en Europa.

Un mes después de la inves­tidura, el domingo 4 de diciembre, Rajoy se fumó un puro tras conocer la humillante derrota de Matteo Renzi en el referéndum sobre la reforma constitucional italiana. Renzi y Rajoy no se soportan. Hay una corriente en la política italiana obsesionada desde hace años con mantener a raya a España, para que Italia forme triunvirato con Francia y Alemania en el Directorio Europeo.

Renzi pertenece a ese club. Otros dos exprimeros ministros, Romano Prodi y Enrico Letta, defienden lo contrario: alianza italiana con España para contrapesar a Alemania. En agosto del 2016, Renzi se permitió el lujo de vetar a Rajoy en una cumbre informal europea en la isla italiana de Ventotene, alegando que España estaba sin gobierno.

Voy al grano, después de tanto circunloquio. En diciembre del año pasado, España aportaba estabilidad a la Unión Europea. Una estabilidad modesta, pero segura, teniendo en cuenta la borrasca italiana y la grave incertidumbre francesa. Rajoy se sentía satisfecho. Su mayoría en el Congreso era –y sigue siendo– muy frágil, pero la calamitosa situación del PSOE jugaba a su favor. Pronto descubrió el valor de uso del dirigente asturiano Javier Fernández, presidente de la comisión gestora socialista. Nunca el Partido Popular había tenido un mejor interlocutor dentro del PSOE. 

El cielo estaba bastante despejado en Madrid. Albert Rivera –personaje al que Rajoy no soporta– no le crearía grandes problemas, y el Partido Nacionalista Vasco estaba muy disponible. En cuestión de pocos meses, el registrador de Pontevedra había pasado del aviso de desahucio a una cierta opulencia. En Bru­selas y Berlín le necesitaban y en España el patio estaba contro­lado. ¡Qué rara es la política! Ayer, a punto de ser pasto de los tiburones; hoy, encima de la ola.

Octubre del 2017. Italia sigue dentro de un espeso banco de niebla –Renzi quiere volver en primavera–, en París impera Emmanuel Macron Bonaparte, y Angela Merkel tendrá que tejer una difícil coalición en Alemania. El valor de cambio de la estabilidad española ya no es el mismo.

Sirvan estas notas para entender dos cosas de estos días duros y angustiosos. Los sucesos del domingo en Barcelona suponen un duro revés para el Estado español en Europa. Muy duro. Pero más allá de la significativa amonestación verbal de ayer en Bruselas, el Directorio Europeo no hará nada que rebaje, aún más, el valor de cambio de Mariano Rajoy en el tablero europeo.


(*) Periodista


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