martes, 3 de octubre de 2017

El día más triste / Guillermo Herrera *


El domingo estuve enfermo de ver las escenas tan desagradables de violencia en Cataluña, de ver como una parte del pueblo catalán se dejaba arrastrar por una emoción tan baja como el odio. Recuerdo el ejemplo inverso de Sócrates, que tomó la cicuta para no violar la ley, a pesar de ser consciente de que era injusta.
 
Tengo la sensación de que el Estado se ha dejado atrapar por la estrategia de los separatistas al regalarles unos enfrentamientos muy desagradables que les hacen quedar como mártires ante la gente que no piensa y juzga por las apariencias, que es la mayoría de los habitantes de este planeta. Además de ello, el Gobierno ha fracasado porque no consiguió cerrar la mayoría de los colegios electorales.

No se debería haber llegado a tener que utilizar medios coercitivos, pero si se utiliza la fuerza, no se puede hacer a medias, y este principio lo sabe bien cualquier militar. Hay que ir a por todas, como han ido ellos, y por eso han ganado en imagen, aunque nos duela, ante la opinión pública internacional. Además, la traición de los Mozos de Escuadra ya se conocía de antemano.

Tengo la sensación de que este problema le viene demasiado grande a Rajoy y que ha superado su capacidad política, porque a un presidente se le exige que haga milagros y, si no sabe hacerlos, que dimita. Veo miedo y debilidad en Rajoy, como si el problema se le hubiera escapado de las manos, y le faltara coraje para actuar, para coger el toro por los cuernos. En cambio veo mucha más seguridad política en el semblante del Rey, pero tiene las manos atadas por la Constitución.

No pensaba que el pueblo se iba a dejar manipular tan fácilmente por la oligarquía catalana, incluso partidos que presumen de progresistas y revolucionarios. No se dan cuenta de que una revolución organizada por la oligarquía nunca es en beneficio del pueblo sino de ellos, y de que el nacionalismo es una estrategia de egoísmo colectivo que han utilizado los ricos para engañar a los pobres a lo largo de la historia de la Humanidad.

Por lo tanto, el pseudo-referéndum catalán no es una revolución social sino una estrategia de engaño de la oligarquía catalana para librarse de las consecuencias legales que pueden devenir de su pasado corrupto. Es decir, que esta oligarquía catalana está utilizando el malestar de la gente para sus propios intereses.

Todas las grandes fortunas de Cataluña son tan patriotas nacionalistas que tienen su dinero en Andorra para no pagar impuestos, amparados en el secreto bancario internacional. Por eso quieren salirse de Europa, para legalizar ese dinero negro y mantenerse en la sombra.

A ello se añaden extraños movimientos financieros como el del multimillonario George Soros que donó millones a la causa separatista de Cataluña. Detrás de ello se esconde el viejo principio de “divide y vencerás” con el propósito de balcanizar a España para imponer su “nuevo orden mundial” con mayor facilidad.

Otro movimiento raro es el extraño pacto entre Enagás y la multinacional rusa Gasprom para construir un gasoducto que pase por Cataluña procedente de Azerbaiyán. Recordemos que la guerra de Siria se produjo por un oleoducto.

En fin, la solución es muy compleja y yo no la tengo, pero nos obliga a revisar los propios pilares de la democracia y de la Constitución Española.




(*) Periodista

No hay comentarios: