El domingo estuve enfermo de ver las escenas tan desagradables de violencia en Cataluña, de ver como una parte del pueblo catalán se dejaba arrastrar por una emoción tan baja como el odio. Recuerdo el ejemplo inverso de Sócrates, que tomó la cicuta para no violar la ley, a pesar de ser consciente de que era injusta.
Tengo
la sensación de que el Estado se ha dejado atrapar por la
estrategia de los separatistas al regalarles unos enfrentamientos muy
desagradables que les hacen quedar como mártires ante la gente
que no piensa y juzga por las apariencias, que es la mayoría de los
habitantes de este planeta. Además de ello, el Gobierno ha
fracasado porque no consiguió cerrar la mayoría de
los colegios electorales.
No
se debería haber llegado a tener que utilizar medios coercitivos,
pero si se utiliza la fuerza, no se puede hacer a medias, y
este principio lo sabe bien cualquier militar. Hay que ir a por
todas, como han ido ellos, y por eso han ganado en imagen,
aunque nos duela, ante la opinión pública internacional. Además,
la traición de los Mozos de Escuadra ya se conocía
de antemano.
Tengo
la sensación de que este problema le viene demasiado grande a
Rajoy y que ha superado su capacidad política, porque a
un presidente se le exige que haga milagros y, si no sabe
hacerlos, que dimita. Veo miedo y debilidad en Rajoy,
como si el problema se le hubiera escapado de las manos, y le faltara
coraje para actuar, para coger el toro por los cuernos. En cambio veo
mucha más seguridad política en el semblante del Rey, pero
tiene las manos atadas por la Constitución.
No
pensaba que el pueblo se iba a dejar manipular tan fácilmente por la
oligarquía catalana, incluso partidos que presumen de progresistas y
revolucionarios. No se dan cuenta de que una revolución
organizada por la oligarquía nunca es en beneficio del pueblo
sino de ellos, y de que el nacionalismo es una estrategia de
egoísmo colectivo que han utilizado los ricos para engañar a los
pobres a lo largo de la historia de la Humanidad.
Por
lo tanto, el pseudo-referéndum catalán no es una revolución
social sino una estrategia de engaño de la oligarquía catalana para
librarse de las consecuencias legales que pueden devenir de su
pasado corrupto. Es decir, que esta oligarquía catalana está
utilizando el malestar de la gente para sus propios intereses.
Todas
las grandes fortunas de Cataluña son tan patriotas nacionalistas que
tienen su dinero en Andorra para no pagar impuestos, amparados en
el secreto bancario internacional. Por eso quieren salirse de
Europa, para legalizar ese dinero negro y mantenerse en la
sombra.
A
ello se añaden extraños movimientos financieros como el del
multimillonario George Soros que donó millones a la causa
separatista de Cataluña. Detrás de ello se esconde el viejo
principio de “divide y vencerás” con el propósito de balcanizar
a España para imponer su “nuevo orden mundial” con mayor
facilidad.
Otro
movimiento raro es el extraño pacto entre Enagás y la
multinacional rusa Gasprom para construir un gasoducto que pase por
Cataluña procedente de Azerbaiyán. Recordemos que la guerra de
Siria se produjo por un oleoducto.
En
fin, la solución es muy compleja y yo no la tengo, pero
nos obliga a revisar los propios pilares de la democracia y de la
Constitución Española.
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario