martes, 3 de octubre de 2017

Por un puñado de votos / Ramón Cotarelo *

El partido que algún juez considera una presunta asociación para delinquir y su jefe, sospechoso de haber cobrado sobresueldos en B, lanzaron el domingo a la fuerza pública, sin control ni protocolo algunos, a machacar a la ciudadanía catalana. 
 
Unas imágenes de violencia y crueldad insólitas inundan las redes y están en todos los medios del mundo. Porras, pistolas, escopetas, contra urnas y papeletas. La agresión brutal a miles, decenas de miles de ciudadanos que querían votar... y, pese a todo, votaron con un comportamiento cívico ejemplar.

¿O no votaron? El gobierno recurre al arma que ya empleó cuando el atentado del 11M: la mentira. Dice Rajoy, dice Santamaría y sus ministros, dicen los medios, que no hubo referéndum. Contra toda evidencia en contrario. Como cuando dijeron que el atentado de Atocha fue obra de ETA, siendo Rajoy uno de quienes propalaron tamaño embuste. No hubo referéndum. Los ciudadanos no votaron. No había urnas, ni papeletas, ni ciudadanos.

Pero la realidad pasa por encima como una apisonadora: referéndum es para la opinión internacional, referéndum para las redes sociales, referéndum para Cataluña y, sobre todo, para la Generalitat, que actuará en consecuencia, cumpliendo el mandato que de él se deriva con un 90% de votos favorables, de declarar la independencia. 

Negar la realidad tiene consecuencias. Quizá sirva en este caso para ganar elecciones en España, pero no ayuda un ápice a arreglar la situación en Cataluña. Al contrario. El voto que se gana en España entrando a saco en Cataluña exige más saco, la supresión de la autonomía, la intervención del Ejército. Es de suponer que, antes de llegar a aquí, la UE habrá intervenido.

Es inevitable. El gobierno no sabe qué hacer para impedir que el referéndum cuya existencia niega tenga efectos todavía más negativos. Y la oposición tampoco. La brutalidad policial del domingo provocará reacciones internacionales más intensas forzando al gobierno a una solución negociada para presidir la cual podría valer cualquier español excepto Rajoy. 

La oposición, especialmente el PSOE, ha respaldado la acción del gobierno y se ha hecho corresponsable de una barbarie que ha levantado la indignación mundial. Y ahora no sabe cómo salir de la charca salvo implorando unas conversaciones y unos diálogos que incluyan a Podemos y, es de suponer, los indepes, y que nunca se darán porque el interés de Rajoy es ganar elecciones prometiendo recuperar Cataluña a base de someterla. 

Lo malo para esa misma oposición es que, aunque los diálogos propuestos pudieran darse, llegarán tarde. Una vez declarada la DUI, Cataluña ya no está interesada en solución negociada alguna, sino en su reconocimiento como Estado independiente. Lo único que podría hacer vacilar este propósito sería una propuesta de sustituir la DUI inmediata por un referéndum pactado con el Estado a fecha fija. Y aun esto suscitará serias disensiones dentro del campo independentista pues habrá quienes digan que la DUI ya procede de un referéndum y no hace falta otro.

Por lo demás, hoy hay convocado un paro general en Cataluña que será una prueba más de la masiva, cívica, pacífica y firme voluntad de la sociedad catalana de gobernarse a sí misma. El gobierno puede continuar en su ridícula línea de embuste, sosteniendo que tampoco ha habido paro general. Mañana tendrá que decir que tampoco se ha dado una DUI.

Es materialmente imposible imaginar combinación alguna de políticos españoles capaces de entender la situación.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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