CEHEGÍN.- Rafael García, ingeniero agrónomo, y Javier Cerezuela,
biólogo, trabajan desde hace casi una década para frenar la desaparición
de las variedades tradicionales hortícolas de la Región de Murcia; un
80 por ciento de ellas está en peligro de extinción. Estamos hablando de
más de un millar de hortalizas autóctonas. Oro verde.
Hace cinco años que crearon sus propios viveros, La Almajara del Sur,
en la huerta murciana de Cehegín, en el noroeste de la Comunidad, cuentan en http://www.eldiario.es
Rafael y Javier trabajan con semillas de variedades
tradicionales, pero también con semillas libres, que quedan fuera del
sistema de las patentes. Es su compromiso ético. Como su vivero, en
España, hay pocos. "Se pueden contar con los dedos de las manos los que
tienen producción únicamente ecológica y que opten por este tipo de
semillas, la mayoría de los viveros ecológicos a su vez producen en
convencional.
En 2008 fue cuando comenzaron a
interesarse por la producción de plantas y semillas tradicionales en
ecológico y se unieron a un grupo de investigación de la Universidad de
Murcia (UMU).
“Caracterizábamos semillas antiguas en
un banco de la UMU donde trabajábamos con el catedrático José María
Egea, muy conocido por sus proyectos de recuperación de variedades, un
proceso de exploraciones que se llevó a cabo sobre todo en pueblos
pequeños de interior”, porque en las zonas muy industriales como el
Campo de Cartagena o el Valle del Guadalentín, cuenta Rafael, la gente
ya no guarda las semillas. Las prospecciones de Egea se dirigieron más a
la zona Noroeste, en la Serranía del Segura.
Rafael y
Javier lo que hicieron fue “dinamizar” esos estudios. “Montamos una
asociación para intercambiar las semillas”, que está dentro de la Red
Estatal de Semillas. Y crearon también el vivero para divulgar las
variedades sobre el terreno e introducirlas en la cadena de
comercialización “aunque fuera a nivel local, a pequeña escala, con los
agricultores ecológicos”, como una estrategia para la conservación in
situ de las variedades.
Las semillas con las que
trabajan además, son semillas libres, fuera del sistema de las grandes
multinacionales que manejan las patentes. “Nuestra decisión fue no
utilizar semillas patentadas ni híbridas; la mayoría están certificadas
porque se las compramos a algunas empresas rebeldes que se dedican a ese
tipo de semillas”.
En España solo hay una, “que nosotros conozcamos”, Les
Refardes, de Cataluña. En Francia, donde hay mucho movimiento campesino,
hay alguna más; y sobre todo compran a Austria, Alemania e Italia,
“donde quedan empresas de semillas libres que no están metidas en el
tema de los híbridos y las patentes”, explica Rafael mientras Javier se
apresura en el vivero para preparar los próximos pedidos.
“A nivel ético, intentamos poner nuestro granito de arena para
desmercantilizar este tema; perder la posesión de cosas como las
semillas que no deben tener un dueño físico es grave para la consecución
de nuestra soberanía alimentaria”.
Trabajan con
muchas variedades de tomate, pimiento, berenjena, calabazas o judías, “
hay muchísimas variedades, aunque nosotros las hemos reducido a
aquellas que productores y consumidores han valorado mejor”.
El “tirón” ecológico
Su público suelen ser pequeños o medianos agricultores; uno de los
objetivos del vivero es que el productor y consumidor ecológico local
tengan capacidad de distinguirse con variedades singulares que no se
encuentran en el mercado convencional.
Un 60 por
ciento de sus clientes son agricultores de cercanía, que producen para
comercializar sus productos en el mercado local, y el resto, amateur,
que cultivan su propio huerto. “Ha habido un tirón muy fuerte en los
últimos años en la puesta en marcha de huertos urbanos, o de terraza,
por ejemplo”.
Pero, “de vez en cuando”, llegan hasta ellos grandes productores, “les da el subidón porque ahora se reclama mucho el producto gourmet, está de moda”, dice Rafael.
“No es fácil para ellos porque las variedades tradicionales son muy
peculiares, y no son como los híbridos, a los que les echas tres
productos y salen perfectos; hay que tener en cuenta muchas cuestiones,
ver cómo se adaptan al terreno, cómo responden, y los grandes
agricultores no tienen tiempo; y no pueden introducirlas en sus sistemas
productivos”.
“¿Que cómo se aprende a cultivar esas variedades?” Pues “como antaño”, cuenta Rafael, cultivando y probando. No hay otra.
Ellos tienen su propio campo de experimentación de 6.000 metros
cuadrados, donde prueban todas las variedades que venden para poder
asesorar luego a los agricultores que trabajan con ellos. Es su
almajara, que significa tierra abonada con estiércol para que germinen
pronto las semillas.
Como dice Rafael, aquí siempre
hay mucho trabajo porque “todo lo hacemos nosotros de manera tradicional
y lleva mucha mano de obra, no tenemos maquinaria”.
Las semillas tradicionales y libres, además, “son más caras” porque las
empresas que las producen cuentan con poca mecanización y hacen un
trabajo muy artesanal de selección.
El 80 por ciento
de variedades que llegan a La Almajara del Sur se compran y “las locales
de Murcia las tenemos que hacer nosotros porque si no, no las hace
nadie; no las encuentras en ningún sitio”.
Habla
mientras señala las estanterías de uno de sus almacenes, donde se
acumulan decenas y decenas de botes de semillas que les han dado o
intercambiado agricultores o la Red de Semillas “y todavía no hemos
probado; cada año experimentamos con algunas y reproducimos las que ya
tenemos”.
Las que ya saben que funcionan las guardan en una nevera
“normal”. “Antes secamos artesanalmente las semillas y les bajamos la
humedad a un 5 por ciento para meterlas en tarros herméticos, así
reducimos la degeneración de la semilla”.
Los
planteles también los siembran a mano, cuenta mientras nos enseña uno
que tiene encima de la mesa de coliflor morada y otro de pak choi, “una
col china que tiene mucho hierro y nos reclaman mucho últimamente”.
Como fertilizante, utilizan turba ecológica, que no está fertilizada
con productos químicos, con hummus de lombriz y fibra de coco. “Este es
el reto más grande para el viverismo ecológico porque pensamos que el
utilizar turba no es un recurso tan sostenible, aunque se regenera
naturalmente se utiliza mucho más rápido de lo que se regeneran las
turberas”.
Su radio de acción va desde Almería a Alicante, pasando
por Murcia, “y a veces llega gente también de Albacete o Jaén”. En
Alicante es donde más éxito tienen. “Hay mucha población extranjera y
quizás existe una mayor sensibilidad hacia estos temas”. En Murcia hay
muchas hectáreas de agricultura ecológica, confirma, “de arbolado y
hortaliza, pero la mayoría es para exportar”.
Rafael
insiste. “Nos dirigimos más a los pequeños agricultores que quieren
consumir variedades de la zona, o saber que la planta la hace una
empresa de la zona y formar parte de alguna manera de esa cadena de
valor”.
Lo compara con la gastronomía. “Nuestros
productos están hechos poco a poco, a fuego lento; es como hacer un
puchero en una olla rápida, la comida puede que sea igual de nutritiva
pero pierde sabor”. Por eso, dice, muchos de los clientes que vienen por
aquí son gente mayor, “los que al final más valoran lo auténtico del
sabor”.
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