domingo, 24 de septiembre de 2017

Sr. Puigdemont: en política se puede hacer todo menos el ridículo / José Oneto *

Desconozco si el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, conocía la contundente frase del histórico presidente de la Generalitat Josep Tarradellas, uno de los catalanes con más sentido común y que vivió la mayor parte de su vida en el exilio, cuando éste sábado en Palma de Mallorca se dirigió a los presidentes provinciales del PP para recordarles que si Puigdemont, el presidente de la Generalitat, se empeña en celebrar el referéndm del próximo domingo 1 de octubre lo único que conseguirá es hacer el “ridículo”.

Es exactamente una de las frases que marcó la vida de Tarradellas, el hombre que consiguió, pactando con Adolfo Suarez, convertirse en presidente del gobierno preautonómico de Cataluña en octubre de 1977 («Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!») y la recuperación de lo que fue la Generalitat. Toda su vida tuvo presente esa frase que marcó una trayectoria política ejemplar: “En política ‘espot fer tot, menys el ridícul’ (“En política se puede hacer todo, menos el ridículo”). 

Eso lo aplicó hasta el final de su vida, una vida que tuve el privilegio que me la contase durante días y días de conversación durante sus pactos con Suárez y, después, cuando decidió retirarse definitivamente de la política y comprobó que quien pretendía ser el padre de la Patria Catalana, Jordi Pujol i Solei, identificaba su persona con Cataluña. “La gente se olvida de que en Cataluña gobierna la derecha; que hay una “dictadura blanda” muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que dejará un lastre muy fuerte”.

Y el lastre que ha dejado es aterrador: el mayor latrocinicio de la historia de Cataluña  (“España nos roba”) en el que ha participado él, padre de la Patria Catalana, y toda su familia; y un enfrentamiento entre catalanes y entre catalanes y españoles, cuyo desenlace provisional se desarrollará el próximo 1 de octubre, si como parece, Carles Puigdemont (con todas las reservas de Oriol Junqueras) se empeña en llevar a cabo un referéndum de independencia que dejará unas heridas en la sociedad catalana, casi imposibles de cicatrizar .

Y es que, es verdad que en política se puede hacer todo, menos el ridículo. Y el ridículo es celebrar una parodia de referéndum, con papeletas traídas de casa y previamente impresas por internet; sin la existencia de un censo mínimamente creíble; con urnas que todavía no se saben si serán de cartón o no serán, sin ningún tipo de control por parte de los que se oponen a esa consulta; sin Junta Electoral, que es la que tiene que proclamar los resultados, porque todos han dimitido ante el Tribunal Constitucional para evitar que pueden ser multados, invocando un derecho de autodeterminación como si Cataluña fuese una colonia que tiene que independizarse de la metrópoli; y sin que la consulta tenga los mínimos requisitos que establece las disposiciones  de la Comisión de Venecia  del Consejo de Europa.

Todo un disparate al que se ha llegado tras hacer el ridículo meses y años, algo a lo que ya están acostumbrados; después de recorrer todo tipo de cancillerías vendiendo una mercancía averiada, contratando a mediadores internacionales profesionales de cobrar por todo;  sondeando incluso a expresidentes de Estados Unidos que ni siquiera les ha abierto las puertas de sus despachos; repartiendo informes a embajadas donde la realidad aparece tan disfrazada y manipulada que algunas los han reenviado a vuelta de correo; repartiendo carnés de verdaderos catalanes y tachando a los que se atreven a decir que todo lo que se está haciendo es ilegal de “fachas”.

El ultimo en ingresar en la lista ha sido Juan Manuel Serrat, hasta ahora catalán ejemplar, y un hombre decente, que se negó en el franquismo a ir a Eurovisión porque no le dejaban que cantase en catalán y que, ahora, se ha atrevido a decir – ¡Ay Dios mío!- que lo del referéndum de la semana que viene, no lo ve muy claro….


(*) Periodista y economista


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