Desconozco si el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, conocía la
contundente frase del histórico presidente de la Generalitat Josep
Tarradellas, uno de los catalanes con más sentido común y que vivió la
mayor parte de su vida en el exilio, cuando éste sábado en Palma de
Mallorca se dirigió a los presidentes provinciales del PP para
recordarles que si Puigdemont, el presidente de la Generalitat, se
empeña en celebrar el referéndm del próximo domingo 1 de octubre lo
único que conseguirá es hacer el “ridículo”.
Es exactamente una de las frases que marcó la vida de Tarradellas, el
hombre que consiguió, pactando con Adolfo Suarez, convertirse en
presidente del gobierno preautonómico de Cataluña en octubre de 1977
(«Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!») y la recuperación de lo que fue
la Generalitat. Toda su vida tuvo presente esa frase que marcó una
trayectoria política ejemplar: “En política ‘espot fer tot, menys el
ridícul’ (“En política se puede hacer todo, menos el ridículo”).
Eso lo
aplicó hasta el final de su vida, una vida que tuve el privilegio que me
la contase durante días y días de conversación durante sus pactos con
Suárez y, después, cuando decidió retirarse definitivamente de la
política y comprobó que quien pretendía ser el padre de la Patria
Catalana, Jordi Pujol i Solei, identificaba su persona con Cataluña. “La
gente se olvida de que en Cataluña gobierna la derecha; que hay una
“dictadura blanda” muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que
dejará un lastre muy fuerte”.
Y el lastre que ha dejado es aterrador: el mayor latrocinicio de la
historia de Cataluña (“España nos roba”) en el que ha participado él,
padre de la Patria Catalana, y toda su familia; y un enfrentamiento
entre catalanes y entre catalanes y españoles, cuyo desenlace
provisional se desarrollará el próximo 1 de octubre, si como parece,
Carles Puigdemont (con todas las reservas de Oriol Junqueras) se empeña
en llevar a cabo un referéndum de independencia que dejará unas heridas
en la sociedad catalana, casi imposibles de cicatrizar .
Y es que, es verdad que en política se puede hacer todo, menos el
ridículo. Y el ridículo es celebrar una parodia de referéndum, con
papeletas traídas de casa y previamente impresas por internet; sin la
existencia de un censo mínimamente creíble; con urnas que todavía no se
saben si serán de cartón o no serán, sin ningún tipo de control por
parte de los que se oponen a esa consulta; sin Junta Electoral, que es
la que tiene que proclamar los resultados, porque todos han dimitido
ante el Tribunal Constitucional para evitar que pueden ser
multados, invocando un derecho de autodeterminación como si Cataluña
fuese una colonia que tiene que independizarse de la metrópoli; y sin
que la consulta tenga los mínimos requisitos que establece las
disposiciones de la Comisión de Venecia del Consejo de Europa.
Todo un disparate al que se ha llegado tras hacer el ridículo meses y
años, algo a lo que ya están acostumbrados; después de recorrer todo
tipo de cancillerías vendiendo una mercancía averiada, contratando a
mediadores internacionales profesionales de cobrar por todo; sondeando
incluso a expresidentes de Estados Unidos que ni siquiera les ha abierto
las puertas de sus despachos; repartiendo informes a embajadas donde la
realidad aparece tan disfrazada y manipulada que algunas los han
reenviado a vuelta de correo; repartiendo carnés de verdaderos catalanes
y tachando a los que se atreven a decir que todo lo que se está
haciendo es ilegal de “fachas”.
El ultimo en ingresar en la lista ha sido Juan Manuel Serrat, hasta
ahora catalán ejemplar, y un hombre decente, que se negó en el
franquismo a ir a Eurovisión porque no le dejaban que cantase en catalán
y que, ahora, se ha atrevido a decir – ¡Ay Dios mío!- que lo del
referéndum de la semana que viene, no lo ve muy claro….
(*) Periodista y economista
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