No habrá congreso propiamente dicho. El presidente
de la Comunidad, por decisión de la junta directiva de su partido,
añadirá a este cargo el de presidente del PP y, a este último, la
condición de candidato electoral para las autonómicas de 2019. Empieza la cuenta atrás. Cinco, cuatro, tres, dos, uno... ¡octubre!
Un mes plagado de fechas históricas, revolucionarias y
contrarrevolucionarias, de victorias y de derrotas. Octubre rojo,
octubre negro.
Digámoslo ya: PAS se va. Pero no al bote pronto.
Viene trabajando cuidadosamente su marcha. Para dar la vez a Fernando
López Miras y que la segunda (¿o es la tercera?) transición resulte
suave y dulce, sin necesidad de anestesia. El todavía presidente del PP
murciano quiere dejarlo todo atado y bien atado para desaparecer
silenciosamente después. Y así, durante el verano y todavía ahora, ha
emprendido un intenso diálogo con las fuerzas vivas del partido en las
distintas localidades, pero empezando por las personalidades clave de la
dirección nacional.
Allá arriba están de acuerdo. Objetivo: todo el
poder para López Miras. Unanimidad al respecto también en la
organización murciana, aunque la encuesta todavía no ha concluido;
alcanza, al parecer, al 70% de las jefaturas. Una vez que todo el mundo
esté por lo que ha de estar, se convocará una junta directiva ampliada,
con voz y voto (más de doscientos representantes), para despedir a PAS y
dar la bienvenida a López Miras. No habrá congreso propiamente dicho.
¿Para qué, si todos están de acuerdo?
El presidente de la
Comunidad añadirá, pues, a este cargo el de presidente del PP, y a este
último se añade, según los estatutos de ese partido, la condición de
candidato electoral para las autonómicas de 2019.
Todo resuelto
en una tacada, despejando incertidumbres, y más en un contexto en que el
primer partido de la oposición concluye hoy mismo (o lo hará, en
segunda vuelta de las primarias, el domingo que viene) la renovación de
su liderazgo. Y también para que el PP tenga clara la hoja de ruta y no
se distraiga en quinielas sobre futuribles, así como para que López
Miras adquiera definitiva autoridad en su Gobierno, ya solo ante el
peligro, sin que la bicefalia ahonde en las impresiones sobre tutelajes
externos.
PAS se marcha porque no tiene otra opción. Es obvio que
va a ser citado sucesivamente al banquillo por dos asuntos (Auditorio y
Púnica) en los que, muy probablemente y según han avanzado los
respectivos procesos, solo tendrá posibilidad, en todo caso, de atenuar
las condenas. La Justicia es lenta, y es claro que sean cuales sean las
respectivas resoluciones, serán recurridas al Supremo: si son favorables
para él, lo harán las acusaciones; si desfavorables, lo hará su
defensa. Los plazos de trámite y resolución definitiva en la última
instancia se cuentan por años.
Es obvio que, a estas alturas, las
imputaciones judiciales sobrepasarán temporalmente las citas políticas
más inmediatas, por mucho que la primera de éstas quede a tan solo dos
años vista. Para PAS es inútil esperar. La dinámica judicial lo ha
atrapado de tal manera que su desplazamiento de la política es un hecho
frente a cualquier deseo o voluntad. «PAS ya es historia», dicen que
proclama el propio Valcárcel en círculos de su confianza. Y PAS lo sabe,
pero su responsabilidad le indica que ha de retirarse cumpliendo lo que
sin duda entiende como un último deber: cerrar su sucesión.
Hace
meses, antes de que la instrucción judicial del TSJ resolviera en
contra de sus intereses, pregunté a PAS qué haría si esa posibilidad se
diera. Su respuesta fue: «No ocurrirá, porque sería una injusticia. Pero
si a pesar de eso ocurriera... se acabaría todo». Pues bien, ha
ocurrido, es seguro que lo sigue considerando una injusticia, pero todo,
en efecto se ha acabado. Y lo asume. Y se va.
Sin embargo, antes
de dirigirse hacia la puerta no le queda otra que fortalecer a López
Miras. Después de cuatro presidentes, uno por año, no parece muy
juicioso que se pongan ahora a buscar a un quinto, a ver si esta vez
aciertan. Y menos cuando, incluso quienes recelan de la solvencia de
López Miras, no ven el mirlo alternativo por ningún lado. Es lo que hay.
Y el protagonista tiene dos años para ´hacerse´. PAS, que conoce a los
suyos como si los hubiera parido (de hecho, los ha parido) confía en que
no se ha equivocado con él: es el hombre.
Lo prueba no sólo el hecho de
que lo designara para reemplazarlo en San Esteban, sino también que
poco antes le había concedido las llaves del PP al elevarlo en el último
congreso a coordinador general. López Miras apareció ahí como el
´número tres´ del partido, pero en realidad era el dos, pues la
secretaria general, Maruja Pelegrín, parecía tener la encomienda precisa
de pastorear especialmente a los populares de Murcia capital. El
coordinador cuidaría del resto de la Región.
Decimos que PAS se
va. ¿Quiere esto decir que, además de la presidencia del PP abandonará
también su escaño? Esto es más impreciso, pero irse significa irse. En
esta cuestión es seguro que interviene el cálculo por su situación
judicial, ya que de dimitir de parlamentario dejaría de estar aforado.
El caso Auditorio pasaría a la Audiencia Provincial, y la pieza de
Púnica que le afecta se agruparía en Madrid con el resto de casos
relacionados con ese epígrafe, incluido el de los otros implicados
murcianos. Esto supondría una mayor dilación del proceso cuando ahora
parece estar a punto de juicio.
Sin duda, PAS habrá hecho con sus
abogados una valoración acerca de qué le interesa personalmente más.
Pero muy probablemente, y a juicio de quien escribe, también dejará el
escaño. Retirada total. Y así, políticamente, todo quedaría despejado.
Un alivio para él, y también para el PP y para López Miras, que no
tendría que responder ya a más preguntas acerca de la situación de su
antecesor. Adiós y punto.
Cuesta creer, claro, que alguien como
PAS, que ha crecido con la política y ha mantenido una sostenida
trayectoria de éxito (incluso, contra viento y marea, en las elecciones
autonómicas, en las que sacó 23 diputados cuando antes de iniciar la
campaña las encuestas del partido le daban 17); cuesta creer, digo, que
alguien con esa trayectoria se despida de la política así como así. Pero
debe haber entendido que es la política la que se despide de él, de
modo que ante ese imponderable no le queda más que aceptar el destino,
aun desde la cresta de un liderazgo que era, y todavía lo es en lo que
respecta a su partido, tan sólido o más que el que mantuvo Valcárcel.
PAS sabe, sin duda, que salir de ese cascarón supone despedirse con
todas las consecuencias, pues no hay nada más patético que seguir
merodeando por los aledaños. Como gran político profesional, que todavía
lo es, sabe que no tiene otro remedio que tomar distancia. De hecho,
algunos rumores de su entorno señalan que prepara su futuro profesional
después de toda una vida dedicada a la política; cuenta 41 años de edad,
de modo que le queda vida por vivir.
En el PP no hay quien
sugiera que podrían existir escollos para la transición tranquila que se
prevé en octubre. Si acaso, está el factor Valcárcel, cuya única
preocupación es que quien adquiera el liderazgo pueda defender su
candidatura a las próximas europeas ante el aparato nacional de Génova.
Mientras tanto, de vez en cuando, con cierto cinismo, se muestra
públicamente ajeno a las cuitas internas del PP murciano y deja caer que
desoye las llamadas de malestar de la ´vieja guardia´, una manera de
advertir que, si cambiara de voluntad, tal vez podría recuperar el
poder, no tanto para él, que anda entretenido en su dorado exilio
europeo, sino para alguien de su cuerda, dado que sus relaciones de
confianza con PAS hace tiempo que concluyeron. Valcárcel y los restos de
su naufragio podrían ser la única mosca cojonera en el proceso de
relevo PAS-López Miras, pero en el fondo no le interesará ofrecer
señales de disidencia, pues, ya digo, se juega el apoyo a la siguiente
candidatura europea.
PAS no esperará necesariamente al momento
formal en que se le reclame al banquillo para renunciar a la presidencia
regional del PP. Lo hará en octubre, una vez que su partido esté
definitivamente preparado para que López Miras se haga con todo el
poder. En un momento declinante del PP no hay tiempo que perder para que
el camino quede despejado. PAS dirá adiós definitivamente a la
actividad política, pero antes de marcharse, casi ya mismo (tres, dos,
uno...), lo dejará todo atado y bien atado.
AVE. ¿Por qué esta vez es más probable que el Gobierno cumpla?
La respuesta es sencilla: el soterramiento integral del AVE hasta la
estación del Carmen no es una promesa para realizar después de las
elecciones, sino antes de ellas. Si no se llevan a cabo en los plazos
anunciados, que son inmediatos, las inversiones predicadas, todo el
argumentario de las Administraciones caería en picado, y el PP tendría
muy difícil enfrentarse en esas circunstancias a las elecciones
municipales y autonómicas de 2019. El AVE es una cuestión electoral para
el PP, pero esta vez no es a posteriori, sino que ha de cumplir sus
promesas a priori. Esa es la suerte para Murcia: las fechas les
obligarán a atender las demandas ciudadanas, y más en una fase de
perspectivas electorales en decadencia.
Es cierto que el rosario
de engaños y ninguneos al respecto se prolonga a lo largo de toda la
feliz gobernación de los populares, pero siempre han encontrado
pretextos, sobre todo el relativo al periodo en que el PP no gobernaba
en Madrid. Sin embargo, con el AVE a las puertas, no caben retóricas,
sino hechos. Hemos visto que han aguantado hasta el final, hasta otear
el ambiente, por si colaba. El propósito del Gobierno ha sido, hasta
antesdeayer, colocar el AVE en superficie y santas pascuas.
Pero la
presión incesante de la Plataforma Prosoterramiento ha hecho que los
planes se vayan modificando, primero parcialmente, y luego hasta la
aceptación total de la reivindicación básica. Para Murcia, sólo hay un
excelentísimo ministro de Fomento, Joaquín Contreras, portavoz de la
Plataforma, un luchador sensato y tenaz, ajeno a todo partidismo, que ha
encabezado pacíficamente la movilización de toda una vecindad para
conseguir que el llamado tren del siglo XXI se instale en Murcia en las
condiciones del siglo XXI.
El pájaro ya está en el cesto, sin
duda. Ha costado, y todavía costará, pues sólo hay apuntes en un pos-it y
la palabra de quienes nunca la han tenido. Es muy normal que el sonido
de las cacerolas no cese porque los precedentes, desde los años 90, no
invitan a seguir otra filosofía que la de Santo Tomás.
A las
movilizaciones vecinales se han unido hasta ahora, sobre todo, los
artistas: pintores, escultores, fotógrafos, músicos... Por cierto, han
creado espacios y momentos de emoción que ya serán imborrables, incluso
para quienes solo hemos podido disfrutarlos en vídeo. Los artistas, qué
casualidad que sean los mejores, han hecho sus aportaciones
espontáneamente, sin miedo a que no les concedan la Medalla de Oro de la
Región. Todas esas presencias, sin embargo, están permitiendo que se
registren las ausencias.
¿Dónde está, por ejemplo, la opinión de los
arquitectos, cuyo Colegio en otro tiempo estaba tan oportunamente
conectado al interés social? ¿No han tenido nada que decir los
arquitectos urbanistas, como colectivo, a que un monstruo de hierro
amparado por muros de metacrilato pudiera partir el sur de la capital en
dos? No es sólo un problema de unos barrios; es un problema de
concepción de ciudad.
Pero al final van a cumplir. Sospecho.
(*) Columnista
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