El éxito de
Enmanuel Macron en la primera vuelta de la elección presidencial
francesa proyecta una luz crítica sobre un conjunto de líderes
europeos y de las políticas de otros gobiernos de la Unión. Puede
tener incluso una proyección sobre la Rusia de Putin.
Las
esperanzas puestas en Macron - un candidato insuficientemente probado,
debido a la brevedad de su vida política - muestran que gran parte del
electorado francés se sentía tan defraudado por sus líderes habituales
como para apostar por un neófito, que sólo cuenta con unas pocas
capacidades probadas, un discurso competente y una apariencia pulcra.
Nada que ver con la imagen de hombre común (o del montón, como
prefieran) del presidente Hollande, ni tampoco con el inapreciable
carisma de un Mariano Rajoy.
O con el temple ‘farouche’ de un presidente Viktor Orban de Hungría o
el poderoso pero intemperante Jaroslaw Kackzynski, el líder ‘en la
sombra’ de Polonia. El húngaro y el polaco son, como se sabe, dos
‘chinas’ en el zapato de la Unión Europea.
Macron ejerce un apelativo natural sobre una gente joven francesa que
todavía no abjura, como ya han hecho muchos de sus mayores, de la Unión
Europea. En este sentido, Macron recibirá de alguien que tiene más o
menos la edad de su madre, la canciller Angela Merkel, la invitación a
restaurar la fortaleza del eje París-Berlín, sin el que Europa no puede
rodar sin trompicones.
Frente a un hipotético Macron victorioso después de la segunda vuelta
electoral del próximo 7 de mayo, varios líderes europeos envejecerán
pasadas las ocho de la tarde, cuando se avancen los primeros resultados.
Su triunfo produciría el mismo efecto en Rusia. Una Rusia cuya
juventud está hastiada del despotismo corrupto de Vladimir Putin y de su
primer ministro Medvedev. El líder de la oposición liberal al Kremlin,
Alexei Navalny, poco mayor que Macron, y que acaba de salir de la cárcel
donde Putin le puso, necesita apoyos y modelos que funcionen como
propuestas para dar salida al ‘impasse’ económico y político en que se
encuentra la Federación Rusa.
Rusia está más bloqueada, incluso, que el proyecto europeo debido a
la falta de empuje de la Francia de Sarkozy y Holland, o de Italia desde
que Monti dejó el gobierno. Europa necesita que Rusia se europeíce, no
que se bolchevice como intenta Putin.
Los seguidores de Navalny son mayoritariamente gente joven,
decepcionados por el autoritarismo del régimen y por la falta de
perspectivas de mejora económica para el resto de sus vidas.
Las mejoras en la España de Rajoy, que está superando la crisis
económica, no sirven de modelo europeo, pues vemos a sus fuerzas
políticas principales repetir el ciclo alternativo de caídas en la
corrupción.
El primer independiente desde De Gaulle
En la visión de Macron, la Francia política ya no puede ser entendida
en términos de derecha o izquierda, sino de “reformistas y
conservadores”. Él sería el primer presidente no alineado con un partido
ideológico, desde que De Gaulle fue elegido en 1958.
El sentimiento del electorado francés, de que su país vive en un
tiempo agónico, congelado en su desarrollo económico y social, al tiempo
que lucha por evitar una colisión cultural entre dos civilizaciones, la
autóctona y la inmigrada, explica el hastío representado en el triunfo
en la primera vuelta de la elección presidencial, de dos ‘ousiders’ del
sistema político, Macron y Le Pen. La antítesis el uno de la otra. Pero
los dos queriendo dar respuesta al retroceso de Francia, en términos de
influencia y poder, en el seno de Europa.
En términos de renta per capita y de nivel de empleo, los franceses
han sido aplastantemente adelantados por Alemania, si comparamos la
situación de los dos países con la de hace quince años, cuando estaban a
la par.
El sistema supergarantista de los intereses económicos de las clases
en que se apoyan las dos alas del sistema político francés, la izquierda
socialista y la derecha conservadora (en la campaña electoral Hamon y
Fillon respectivamente), han dado lugar a que en Francia el nivel de
desempleo sea del 10%, con un abrumador 25% de desempleados jóvenes,
mientras que en Alemania el desempleo es del 4%.
Macron, si llega a la presidencia, necesitará de Angela Merkel para
conseguir que Alemania tire globalmente de la economía europea, para que
un desarrollo económico acelerado beneficie a Francia, de modo que los
franceses sean inducidos a aceptar, aunque sea a regañadientes, las
reformas que podrían desatascar el crecimiento. La primera de ellas la
altísima estatalización de su economía, que llega al 55% del PIB.
Y a modo de conclusión: hace falta estar muy descorazonados para
poner tantas esperanzas en alguien que todavía, por ser quizás demasiado
joven, no tiene todavía el perfil de un líder de talla europea. Pero
puede que prometa… Veremos.
(*) Periodista