Ya vuelve el ganado por la querencia. Miguel Ángel Rodríguez, ariete del primer gobierno de Aznar, dice que Mas necesita una fusilamiento. Y él un cerebro.
En
cuanto al pintoresco habitante de La Moncloa, el asunto es ya patético:
después de cuatro años de abulia e inacción frente a Cataluña; de
haber rechazado todas las peticiones nacionalistas; de haberse negado a
negociar nada; de haber dicho que las multitudinarias manifestaciones de
las Diadas eran algarabías; de haber convertido el Tribunal
Constitucional en el alguacil y chico de los recados de sus caprichos;
de haber hecho todo tipo de guerra sucia y recurrido a todos los
procedimientos para enfangar la figura de Mas; de haber prohibido la
consulta del 9N sin poder impedirla; de imputar en vía penal a los
responsables políticos de una consulta democrática; de perder las
elecciones del pasado 27 de septiembre; después de todo eso, el gobierno
da una patada al tablero y, en un ataque de soberbia y autoritarismo,
quiere empapelar a una veintena de representantes democráticamente
elegidos.
Para
ello ordena al puñado de figurones capitaneados por un viejo franquista
en el Consejo de Estado que le den argumentos para impugnar
jurídicamente una declaración de intenciones políticas. Se reúne luego
de urgencia en consejo extraordinario de ministros y ordena a ese remedo
de Tribunal Constitucional (TC) a su servicio que suspenda una hoja de
ruta de un órgano legislativo. Lo hace pretextando la defensa de la
democracia que solo él y sus agentes en las instituciones están
ignorando y pisoteando. Y afirma seguir un criterio de proporcionalidad,
lo que seguramente quiere decir que todavía no ha ordenado bombardear
el Parc de la Ciutadella.
El
TC se presta a este dislate porque, en el fondo, carece de autoridad
moral para emplear un juicio propio si alguno tuviera. Pero su
pretensión es tan ridícula como las urgencias de un gobierno negligente e
inepto, incapaz de prever las consecuencias de sus actos. De un
gobierno de irresponsables que ha llevado al país a la ruptura y al
riesgo de una explosión social.
En
algo coinciden estos personajes, los secretarios fusileros, los
gobernantes incompetentes y los magistrados serviciales: en el recurso a
la amenaza frente al propósito previamente anunciado de las autoridades
catalanas de desobedecer las órdenes y normas de las instituciones
españolas que consideran deslegitimadas. Nadie ha explicado a estos
genios que solo pueden proferirse amenazas que sea posible cumplir. Si
las veintiuna personas designadas nominatim no hincan la cerviz
ante la arrogancia y la prepotencia de unos gobernantes sin idea
alguna de la que están organizando, ¿qué harán estos? ¿Mandar los
tanques a la Diagonal? ¿Suspender la autonomía invocando el artículo
155? ¿Aplicar la Ley de Seguridad Nacional, cocinada en secreto con
Rubalcaba y que, según el ministro Catalá, estaba pensada para otros
menesteres? ¿Encarcelar a los veintiún desobedientes? ¿Procesar a dos
millones de independentistas? ¿Clausurar todos los ayuntamientos
catalanes que se han adherido a la declaración cuestionada? ¿Decretar el
estado de excepción, como decía Palinuro ayer?
Hasta
Rajoy se ha dado cuenta de que el problema es el más grave de su
mandato. Lo ha dicho en un programa de radio dedicado al fútbol, al
parecer el único contexto que estimula su raciocinio. Por ello ha
forjado una alianza sagrada con el PSOE, convertido en un partido
auxiliar a sus órdenes, reaccionario, monárquico y centralista y con
tanta idea del nacionalismo catalán y del nacionalismo en general como
del tagalo. Sánchez y él coinciden en que primero va la unidad de España
y luego lo demás, si es que hay demás. Y aquel es incapaz de exigir a
este cuando menos explicaciones por haber llevado al país a esta
situación de crisis constitucional sin precedentes. Y haberlo arrastrado
a ella sin margen de actuación propia.
En
Europa están pasmad@s y contienen el aliento, a ver qué nueva
barbaridad perpetran estos españoles, cuya pátina democrática ha
desaparecido al primer conato de resistencia frente a la arbitrariedad.
Palinuro barrunta que ya están preparándola: es posible que, en cuanto
la mesa del Parlamento proclame su intención de seguir adelante con la
declaración que el TC ha suspendido, los diputados de C's, el
PP, también del PSC y quizá de Catalunya Si Que Es Pot (más conocido
allí como QWERTY) se ausenten del pleno y escenifiquen una retirada al
Aventino, es decir harán lo que el PSOE ha sido incapaz de hacer en esta
legislatura en el Congreso por miedo.
Así se generará una situación de
bloqueo que radicalizará las posiciones en un momento en que ya están
preparándose las movilizaciones ciudadanas para defender las
instituciones. No duden los estrategas del gobierno de que los catalanes
van a salir a la calle a apoyar a sus representantes. Con el parlamento
en las únicas manos de los independentistas y el carrer para sus
votantes, el presidente de los sobresueldos habrá conseguido el
milagro: empujar él solo a la independencia de Cataluña. Así corona ya
su desatino.
Efectivamente, quizá sea pertinente inhabilitar a alguien, pero ¿a quién?
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED