sábado, 18 de abril de 2020

¡Ver la India, y morir! / Guillermo Herrera *

Tengo mucho que transmitir, quizás demasiado, porque he vivido experiencias muy intensas en mis casi setenta años de vida en este cuerpo. No le he hecho antes por temor a ser ridiculizado o herido en mis sentimientos, como me ha ocurrido muchas veces, o por no salirme del papel estricto de periodista que yo elegí en esta vida para convertirme en divulgador de temas alternativos y de misterio. 

Pero un guerrero de la luz hace lo que tiene que hacer, y le importa un pimiento lo que piensen sus enemigos. A veces escribo para no reventar, con todo lo que guardo.

Quiero ver la cara de Dios” decíamos los buscadores espirituales en tiempos de los hippies. Es una falacia eso de que nadie puede ver la cara de Dios, ya que cientos de estudiantes de la Luz han visto a su propio Ser Divino con la misma claridad y certeza con que ustedes se ven entre sí en sus propias experiencias externas. El Ser Divino en ti es el mismo Dios que está en el Corazón, en el Puente de Mando del Universo, dijo Saint Germain.

ME CAMBIÓ LA VIDA

Tuve la suerte de ser discípulo de Ramiro Calle como profesor de Yoga, y la lectura de sus libros me cambió la vida por completo, porque es el escritor español más prolífico en temas de filosofía oriental. Luego leí los viajes a la India que hizo Fernando Sánchez Dragó y también me impactaron. Desde niño quería viajar a la India, porque la sentía como mi patria espiritual, hasta que tuve oportunidad de hacerlo cuando trabajaba de redactor en un diario.

Cuando pisé Delhi en solitario con mi mochila, rodeado de vendedores ambulantes, sentí como si hubiera aterrizado en otro planeta diferente. Hay turistas que cogen una depresión cuando llegan a la India por primera vez al ver tanta miseria, pero yo me sentí como en casa.

Es muy difícil hacer una descripción objetiva de la península del Indostán porque es un mundo inmenso lleno de contradicciones. Allí viven los mayores ricos y los mayores pobres, las mayores supersticiones religiosas del planeta y los místicos más realizados.

Yo fui en busca de la India de los grandes yoguis y lamas que describió Ramiro Calle en sus libros, pero el bullicio de la vida cotidiana es muy diferente del paraíso de ‘Xanadú’ que cantó Olivia Newton-John en su película, o del paraíso perdido de Sangrilá descrito en la novela “Horizontes perdidos” de James Hilton, una utopía del Himalaya, una tierra de felicidad permanente, aislada del mundo exterior. Los idealistas nos damos un batacazo de vez en cuando.

EL PEQUEÑO TÍBET

Viajé hasta la aldea de McLeod Ganj en Dharamsala, donde viven los refugiados tibetanos y el Dalai Lama en su palacio, un auténtico reducto de ‘jipilandia’ lleno de buscadores espirituales de todo el mundo. Dharamsala es una ciudad del norte de la India ubicada en el distrito de Kangra, del estado de Himachal Pradesh. Residencia del decimocuarto Dalái Lama, Tenzin Gyatso, exiliado del Tíbet.

En hindi, la palabra ‘dharamshala’ se refiere a un refugio o casa de descanso para los peregrinos espirituales. Tradicionalmente, los ‘dharamshalas’ se construyeron cerca de lugares de peregrinación, a menudo situados en zonas remotas, para que sirvieran de refugio y lugar de descanso a los visitantes. Para la religión budista un ‘dharmasala’ es también un lugar para mantener debates, conversar y predicar sermones.

La Administración Central Tibetana o Gobierno tibetano en el exilio tiene su sede en Gangchen Kyishong (situada entre Dharamsala y McLeod Ganj). Alrededor de 150.000 tibetanos han huido del Tíbet para escapar de la persecución religiosa y política de la potencia ocupante, China. Todos los años, cerca de tres mil tibetanos huyen durante el invierno, a través de las montañas del Himalaya para llegar a Nepal o a Sikkim. Unos diez mil de ellos viven regularmente en McLeod Ganj.

MIS RAÍCES

Todo aquello me resultaba extrañamente familiar, desde los cantos de los lamas hasta el sonido de las trompetas gigantes. Soñé con el Dalai Lama que me daba la bienvenida a su palacio, y en el mundo real me dio un vuelco el corazón cuando saludó al grupo de hispanos en el que yo me hallaba.

Con el tiempo he sabido que mis raíces espirituales están en una pequeña cueva monasterio situada en el valle del Kali Gandaki, la garganta de Kali, en Nepal, cuyo río es un afluente del Ganges que está entre el Daulaguiri y el Anapurna. Pero ese fue el tema de otro viaje y de otro vídeo que está en mi canal.

A mi juicio, los lamas tibetanos tienen el mismo defecto que los curas católicos, a pesar de que yo he sido ambas cosas en vidas pasadas, y es que quieren imponer suavemente su sistema de creencias y prácticas sin reconocer la soberanía personal, el derecho de cada uno a pensar lo que le dé la real de la gana, porque no reconozco otra autoridad espiritual que mi Ser Divino Superior.

Hay iniciaciones que llevan la obligación de una práctica diaria, y si no la cumples, te amenazan con todo tipo de males. Es como la obligación de ir a misa todos los domingos por pantalones para no estar en supuesto “pecado mortal”. Ello demuestra que son sistemas de manipulación mental.

LIBERTAD

Sin embargo, los yoguis hindúes y tibetanos siempre han sido más libres e independientes que los monjes de cualquier religión, y se han buscado la vida espiritual sin necesidad de pertenecer a ninguna secta religiosa. Esa libertad espiritual es la que yo revindico por encima de todo como ser libre y soberano, dueño de mi propio destino.

También tengo una conexión muy fuerte y poderosa con el Yogui Babaji del que hablaba Yogananda en su famoso libro “Autobiografía de un Yogui”. Cada vez que miro su fotografía se me caen las lágrimas de amor y no lo puedo remediar. No soy yo, sino mi Ser Superior. También me inspira mucho el Swami Sivananda original de Risikesh.

También he sabido que tengo fuertes raíces espirituales con el desierto de Arizona y con el pueblo apache, porque yo fui uno de ellos en tiempos de la conquista del oeste, pero no maté a ningún blanco porque prefería hacer buenos negocios con los colonos. Por eso amo tanto a todas las culturas amerindias.

LA META SUPREMA

La realización espiritual, el éxtasis místico y la unión con el Absoluto no es monopolio ni patrimonio exclusivo de ninguna religión sino que está en todas las tradiciones espirituales de la humanidad sin excepción y por eso nadie tiene el monopolio de la verdad. La verdad no está en las religiones sino en los místicos que han tenido una experiencia divina directa que destroza todos los dogmas religiosos habidos y por haber.

Pero a mi juicio hay una zona geográfica en Asia alrededor de la cordillera del Himalaya, que es la que ha producido la mayor cantidad de seres liberados de toda la humanidad por kilómetro cuadrado. Estoy totalmente convencido de que Jesús de Nazaret viajó al Himalaya en una caravana de mercaderes, durante sus años perdidos, y estudió las profundas enseñanzas espirituales de grandes yoguis y lamas antes de predicar sus enseñanzas, porque él también fue un yogui y un buda, un ser iluminado. Hay documentos árabes, hindúes y tibetanos que demuestran su peregrinación a oriente, pero han sido ocultados cuidadosamente por el Vaticano para que no les estropeen su negocio.

Los hindúes creen en millones de dioses, pero yo sólo creo en uno, el Brahman absoluto y eterno, que es el mismo Dios de los cristianos y de otras religiones, porque no existe más que un Creador del Universo, que es la Fuente Original de la Creación Universal, y que forma parte de nuestro Alma individual, y por eso ha habido tantos místicos que han dicho que “Yo Soy Dios”, porque todos somos Dios aunque lo ignoremos, no dioses, sino el Uno supremo.

SÁNSCRITO

El idioma oficial del planeta Tierra parece ser el inglés, pero en esta Galaxia el idioma oficial es el de Andrómeda, y su equivalente terrestre es el sánscrito, lo que explica la fuerza y el poder sobrenatural que tiene este idioma sagrado. Los andromedanos son seres gigantes de tres metros, azules como los dioses de la India, muy bonachones pero muy serios, con un altísimo nivel de realización espiritual, y parecen ser el origen de las religiones asiáticas.

Como dije, la característica del Ser es Sat-Chit-Ananda que significa Existencia, Conocimiento y Bienaventuranza absolutos. Por lo tanto nuestro destino es la Gloria infinita, y la liberación está al alcance de la mano de todo el que se ponga a trabajar en ella.

Pero la madre India no sólo es sabiduría, sino también emoción, una emoción muy fuerte y profunda que sienten los que conectan con ella, y la única manera de transmitir mi emoción es a través del ‘kirtan’ o canto devocional, por lo que voy a permitirme la licencia de recitar y cantar un mantra fundamental para despedirme.

"Om purna mada purna midam
Purnaat purnam udachyate
Purnasya purnam adaaya
Purnam eva vasishyate
Om shanti shanti shantih"

Que se traduce como: "Eso es el Todo, esto es el Todo; del Todo, el Todo surge; quitando el Todo del Todo, el Todo permanece" y que se pude cantar también.



(*) Periodista

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