Cuando Felipe VI visitó el pasado jueves el recinto ferial de Ifema, en Madrid, convertido en un hospital de emergencia para acoger a pacientes infectados por el coronavirus y
que ha sido presentado como el mayor centro hospitalario de España para
luchar contra la pandemia, con 5.500 camas, poco podía pensar que sus
palabras manifestando que era "un verdadero orgullo para todos" y que
iba a "pasar la historia, ya que será una de las imágenes que todos
recordaremos pasados los años", iban a quedar desmentidas a los cuatro
días.
Este mismo lunes, para ser exactos, cuando el personal sanitario destinado en el hospital de campaña ha denunciado las condiciones en las que se les hacía trabajar con bolsas de basura, delantales de charcutería y hacinamiento de pacientes.
Algunos trabajadores y voluntarios, según han denunciado en las redes sociales, incluso se han negado a entrar a trabajar si
no se les facilitaban mayores medidas de protección para evitar el
contagio.
Las imágenes que se han divulgado son enormemente
preocupantes, cuando además se señala con insistencia que la red
hospitalaria está saturada y las posibilidades de que el personal
sanitario que está destinado en Ifema se infecte rápidamente son
elevadas. Cuando uno está más pendiente de la publicidad que de todo lo
demás relacionado con la pandemia, el riesgo de que sucedan estas cosas
es alto.
Pero, el pasado jueves, había que blandir una imagen para las
portadas de los diarios de papel del día siguiente, como así fue.
No es fácil, seguramente, en las actuales circunstancias, separar la
publicidad de la información y las noticias de la propaganda. No hay
administración que no caiga en este error, pensando que los ciudadanos
se lo acaban tragando todo. Y eso, en buena medida, ya no es así.
Cuando
este lunes por la tarde vi a la ministra Margarita Robles (Defensa) y a José Luis Ábalos (Fomento) comparecer de urgencia en una rueda de prensa que
no estaba prevista, pensé que habría un motivo importante.
Inmediatamente comprobé que más que una conferencia de prensa era un
mitin político y que noticia no habría ninguna.
Quizás el mando único consiste en esto: en que nadie pueda hacer nada y que el que lo puede hacer se pase el día hablando y hablando. A ver si ahora resultará que la información en el siglo XXI será mucho más deficiente que a finales del siglo pasado.
(*) Periodista y director de El Nacional
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