Da la impresión que el Gobierno confunde su optimismo oficial sobre
la crisis sanitaria española con la cruda realidad. Festejar que ayer
fueron 812 los fallecidos por coranovirus (20 menos que el domingo)
cuando no están anotando a quienes han muerto sin haberles hecho un test
(como ocurrió en Castilla La Mancha) es una manipulación.
Y decir que
ha caído al 8% el número de nuevos infectados, obviando todos los que
están encerrados en sus casas es una alteración de la verdad.
Que el Gobierno esté trasladando enfermos graves de una Comunidad a
otra por falta de UCIS, que no hayan empezado a realizarse los tests
rápidos masivos a los enfermos confinados en sus casas, que aumente el
número del personal sanitario infectado (a 12.000) y que siga faltando
el material de protección y acción sanitaria en muchos hospitales
(además del caos de la en el hospital de campaña de IFEMA en Madrid) son
hechos preocupantes que impiden el optimismo.
Para colmo, la ministra de Defensa, Margarita Robles, declaró ayer
que esta crisis de la Sanidad puede mejorar en los próximos días o en
semanas pero añadió que no se descarta un repunte en el otoño. Lo que
pone los pelos de punta y nos llevaría a la imagen de un país fallido
-el FMI dice que estamos en recesión- de muy difícil recuperación.
El Gobierno debería ser muy prudente con lo que hace y con lo que
dice. Y no caer en la tentación de manipular las cifras para avalar su
gestión o para transmitir un optimismo temporal al conjunto de los
españoles.
Y tampoco debería de aprovechar, con sesgo ideológico e izquierdista,
la situación de ‘Estado de Alarma’ para diseñar políticas de
intervención de la economía. Como ya lo son las decisiones adoptadas
sobre la prohibición de los despidos y los desahucios de los alquileres,
o los ERTES obligados, o la suspensión de toda la actividad económica
sin haberlo negociado con los empresarios.
El eslogan oficial, que dice que de esta crisis saldremos unidos,
empieza a no ser verdad porque de esta crisis no se sale por la puerta
de la izquierda como lo pretende Pedro Sánchez y lo impulsa Pablo
Iglesias, convencidos ambos de que ello salvaguarda y mejora sus
expectativas electorales.
De momento el líder de la Oposición, Pablo Casado (que tiene un
problema serio con la incapacidad política de la presidenta de Madrid,
Isabel Ayuso), ya ha declarado que no seguirá apoyando al Gobierno por
causa de sus improvisadas y temerarias medidas económicas, que muestran
una notable influencia de Iglesias en el Gobierno de Sánchez.
El que
está optando por la puerta de la izquierda con decisiones improvisadas y
mal hechas, reforzando con ello la intervención de la economía al
amparo del ‘Estado de Alarma’.
Y ‘quemando las naves’ de un posible gran pacto de Gobierno de
‘unidad nacional’ entre PSOE y PP, como lo proponen sectores muy
influyentes y razonables de este país. Y lo que sin duda sería avalado
por los primeros líderes de la UE y de los mercados internacionales.
Y lo que garantizaría la verdadera unidad ciudadana y territorial del
país. Cuestiones estas que no parecen interesar a Sanchez pero que si
deberían interesar a muchos dirigentes y votantes del PSOE que están
preocupados por la situación nacional que ellos mismos están sufriendo
en sus casas, familias y trabajos y que todavía está muy lejos de
mejorar como lo pregona el optimismo oficial.
(*) Periodista
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