En el ajedrez de la nueva política las piezas no tienen género. Por eso en la partida de Ciudadanos Albert Rivera ha resultado ser la reina y no el rey. Con el derrumbe en las últimas elecciones generales el entonces líder del partido decidió retirarse, dejando a su formación ante un dilema de futuro: una sucesión pacífica cuando hay dos bandos enfrentados y uno de ellos, el mayoritario, ha sido la responsable de la derrota sufrida.

Esa situación ha llegado de forma inesperada porque la partida, que lleva cinco años jugándose, empezó de forma arrolladora. Los de Rivera consiguieron ir comiéndose piezas rivales contra corriente, hasta el punto de hacer desaparecer a UPyD y controlar el centro del tablero, la zona estratégica más importante en el plano electoral. Envite tras envite fueron cobrando fuerza y conquistando áreas diferentes: pasaron a ser imprescindibles en regiones como Cataluña, la Comunidad de Madrid o Andalucía, colocando a piezas valiosas en cada una de las regiones del tablero nacional.

Y cuando todo parecía listo para el jaque mate final a un PP asediado por la corrupción, el enroque de la moción de censura del PSOE lo echó todo a perder. Empezaron entonces los movimientos apresurados, el sacrificio de piezas pensando en una victoria mayor. Los críticos fueron señalados y apartados, y fiaron toda su estrategia de ataque a una reina (Rivera) que había perdido la soltura del inicio de la partida.

Con su caída Ciudadanos ha perdido a su pieza más valiosa. Él era el líder, el orador, el alma del partido. Cayó de forma inesperada, en un lance imprevisto, cegado al ataque y buscando asestar el golpe que finalmente se lo llevó a él por delante. Muerta la reina la partida ha cambiado de forma drástica: no es imposible remontar, pero desde luego sería una tarea titánica.

Para saber cómo evolucionará la partida primero habrá que resolver la incógnita de quién será el rey. Todos miran a Inés Arrimadas como lógica sucesora, toda vez que abandonó su posición de salida para saltar a la partida nacional. Pero hay rumores que apuntan a Francisco Igea, uno de los principales críticos, como posible rival. Quien resulte elegido, en cualquier caso, será el rey: una pieza mucho menos poderosa políticamente de lo que fue la reina Albert Rivera, pero cuya caída sin duda propiciaría la derrota final de la formación.

Mientras la incógnita se resuelve la partida sigue. Ahora se juega en otro tablero, el del PSOE y Podemos buscando el apoyo de Esquerra para poder gobernar. En otro plano hay otra partida, que juegan PP y Vox por el futuro de la derecha española. Habiendo perdido el protagonismo por la debacle ahora mismo Ciudadanos tiene algo de tiempo para rearmarse y pensar cuál será su próximo movimiento. Y ese es justo el problema: en esta partida aún no hay reloj, pero se retoma con una clavada en contra.

En ajedrez ese término se utiliza cuando se da una situación en la partida en la que una pieza no se puede mover porque, de hacerlo, implicaría que muriera otra de mayor valor. Dicho de otra forma: hay una pieza propia interponiéndose entre un atacante y una pieza propia a la que defiende. Y esa pieza no es otra que el rey.

Ciudadanos, una vez haya aclarado quién es el monarca, deberá tomar una dramática decisión para sus intereses: apartarse de PP y Vox para evitar morir fagocitado, o mantenerse donde está junto a ellos para aferrarse a su cuota de poder.

La decisión no es sencilla. Retornar hacia el centro le permitiría buscar de nuevo un perfil propio más moderado, pero implicaría poner en riesgo los Ejecutivos de Madrid (ciudad y Comunidad) y Andalucía. Mantenerse donde está le asegura la relevancia y visibilidad que se desprende del ejercicio del poder, pero implicaría verse relegado a ser la tercera (y prescindible) fuerza de derechas.

Así las cosas, la 'clavada' de Ciudadanos es en realidad un jaque descubierto. Si se mueve de donde está dejará el camino libre para que maten a su rey. Si no lo hace la muerte podría llegar igual, sólo que tardaría una legislatura. Habrá que ver si, una vez perdida la reina, la formación naranja sabe medir sus movimientos para alargar la partida e ir cobrándose piezas enemigas para equilibrar la partida.


(*) Periodista