miércoles, 8 de enero de 2020

Sobreactuados / Ángel Montiel *

Lo nunca visto. Lo dice quien tiene edad y memoria para recordar el inicio de todo esto, empezando por el pleno de las Cortes franquistas en que los diputados de la democracia orgánica (familia, municipio y sindicato) se hicieron el harakiri para dar paso (de la ley a la ley, decía Suárez) a la Reforma Política, es decir, para pasar como si tal cosa de la dictadura a la democracia.

De entonces acá hemos visto arder naves más allá de Orión, pero nunca hasta ahora pudimos asistir a un concierto espasmódico en que personas aparentemente razonables se rasgaban las vestiduras entre el llanto y el crujir de dientes en escenas que parecían representarse en el pórtico del apocalipsis predicho por San Juan.

Líderes políticos a los que se le supone la templanza necesaria para gobernar un país, en solitario o en compañía de otros, mostraban desde la tribuna sensaciones epilépticas de desgarro por el hecho de que la tabla numérica del Congreso no les daba para impedir el acceso al poder de sus adversarios ideológicos.

Y esto, que es precisamente la regla del juego, que un día beneficia a unos y al siguiente a los otros, era contemplado por tan excitados tribunos como el mismísimo fin del mundo hasta ahora conocido.

Predicciones sobre el acabose, apelaciones al estamento militar, saludos marciales, insistentes reclamos al transfuguismo, palabras como piedras del tipo asesina o traidor, motines contra los oradores de turno y contemplaciones en modo éxtasis en anticipación de la ruptura de España casi con gestualidad de videntes de alguna Virgen. Todo un espectáculo en el que no había contención ni siquiera para sugerencias golpistas o guerracivilistas. Alguien lo resumió irónicamente: edificante.

Ocurre que la aritmética parlamentaria ha producido el primer Gobierno de coalición de la democracia, y que este Gobierno es de izquierdas. Más de izquierdas que cuando lo era porque gobernaba en solitario uno de los dos partidos ahora coaligados. Mala suerte. Para impedir esta circunstancia, las derechas deberían haber ganado las elecciones, pero no les fue posible. Mala suerte. ¿De qué se quejan?

En la Región de Murcia tenemos un Gobierno de derechas tutelado desde el Parlamento autonómico por la ultraderecha. Es lo que hay. Hay tres que suman. Pero hasta ahora nadie ha llamado al Ejército ni ha calificado tal engendro de anticonstitucional o antidemocrático.
 La tracción de Vox está llevando al PP y a lo que queda de Ciudadanos hacia un espacio predemocrático desde el que se apela al instinto de la masa con grandes proclamas retóricas y abstracciones ajenas a la realidad social.

Es bien claro que estos discursos no se producen a la desesperada, sino como táctica para liderar un nuevo populismo. La sobreactuación al modo de los predicadores televisivos suele tener éxito en nuestro tiempo, pero también demuestra impotencia y ausencia de complejidad.

Lo grave es que no están equivocados para su interés: acabarán gobernando. Sería normal, pero sin ese estilo.


(*) Columnista


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