La confesión de la ex diputada de Vox, Malena
Contestí, cobra un extraordinario valor si uno es capaz de leer e
interpretar realmente cuáles son los datos y los mensajes que la
"arrepentida" quiere transmitir. Lo hace con prudencia, y no sé si con
cierto temor, pero lo hace.
Viene a confirmar lo que ya les expuse en
otra de mis columnas sobre cuál es la verdadera etiología de la
formación Vox y en qué se diferencia de otras formaciones de
ultraderecha europeas exceptuando quizá la polaca.
Y no digo que sea
para mejor. Lo cierto es que Contestí nos viene a confirmar que la cara
con la que la formación de extrema derecha se presenta a su público y a
sus electores no refleja exactamente sus objetivos ni lo que están
dispuestos a hacer para conseguirlos. Teocracia.
Se lo conté en Del género manipulador,
y tengo que confesar que creo que muchos lectores no hicieron conmigo
el viaje necesario para descubrir el peligroso fondo que acecha en el
pozo de Vox. La verdadera cara que esconden para reclutar a personas y a
votos, fachas, vale, pero no por obligación ultraortodoxos católicos,
puesto que hay mucha extrema derecha laica en Europa. Esta ha sido la
piedra contra la que ha tropezado Contestí y me alegro de que haya
salido a contarlo.
No han sido pocos los que han
despreciado o menospreciado su testimonio por el hecho de haberse metido
voluntariamente en un partido de extrema derecha. Ese "ya sabías dónde
ibas" con el que muchos se han despachado el tema. O la descalificación
de sus excorreligionarios que achacan su estampida a un ataque de
cuernos por no ir a revalidar su puesto en las listas. Ni entro en ello.
Me da profundamente igual. No hay caso de arrepentido que no estuviera
antes en la organización a la que destapa. No hay confidente ni
colaborador que no sea útil, incluso a la Justicia, si no fuera porque
ha estado dentro y puede proporcionar información.
Ningún fiscal ni
ningún juez desprecia a un testigo por haber sido él mismo parte de lo
que denuncia. Siempre es tiempo para la verdad. Si la sirve alguien por
principios o por venganza, no tiene mayor importancia. Lo que es, es, lo
diga Agamenon o su porquero. Además, y es muy pertinente la cita, ya
enseñó monseñor Escrivá que hay que aprender a decir que no. Ella ha
dicho que no, que no traga más y a nosotros como sociedad nos interesa
mucho que tanto la exdiputada como otros, que acabarán siguiendo el
mismo camino, desenmascaren a un partido que pretende convertir en leyes
civiles los dogmas religiosos de su fe. No hay otro resumen.
Contestí,
que es bien clara para quien sepa leerla, les acusa de "imposición de
su dogmatismo que golpea como un yunque", porque creo que aún le da
respeto relacionar directamente a miembros o simpatizantes de Vox con El
Yunque, la sociedad secreta de origen mexicano que pretende objetivos
propios de una teocracia en los que sus dogmas y la ley de Dios sean las
leyes de los hombres.
¿Cuántos de los votantes de Vox que han picado llamados
por los falsos datos de inmigración y las falsas soluciones o cuántos de
los divorciados que se sienten maltratados en sus sentencias o cuántos
de los que afirman amar a su España más que a nada, hubieran votado a un
partido confesional y ultraortodoxo que quiere retrotraernos a la época
de la dictadura en la que las leyes del régimen eran exactas a los
dogmas de la Iglesia? Pocos. La fórmula no funcionó cuando se intentó a
las claras.
El marketing actual es mucho más efectivo
pero para eso, como cuenta la ex diputada, hay que engañar a los de
fuera y a los que llegan. Así que la tostada se la encuentran muchos
cuando están dentro. Yo la creo. Uno puede ser nacionalista español,
ultraliberal, incluso algo racista y no por ello querer envolverse en
rosarios o que sean los obispos los que nos dicten la ley. Continúa la
misiva de Contestí, "atacan a las organizaciones que no participan del
proselitismo confesional al que Vox pertenece" y nos está insistiendo en
la misma idea.
"Hay dogmas de pensamiento", "no es un partido político,
es un movimiento extremista y antisistema", "no hay libertad de
conciencia" y, finalmente, "al calor de la financiación... se ha llegado
a un proselitismo totalitario". La pista de la financiación unida al
proselitismo debería dirigir claramente las investigaciones.
Lo
que apunta la ex Vox es algo que algunos no quieren ver pero que es muy
relevante porque "traer el Reino de Dios a la tierra", algo que dentro
de ese movimiento no es una frase ajena, choca tanto con la Constitución
Española que no puede dejarnos impávidos. Por eso es tan necesario
seguir tirando de la cuerda y por eso es tan relevante que la gente que
va saliendo despavorida sea capaz de contarlo.
Porque dentro se apunta
al aborto cero, al matrimonio para crear una familia convencional y
numerosa, a la negación de la eutanasia y a todo aquello que predican
los prelados de Alcalá, Córdoba, Oviedo o Burgos, esos que ya nos
explicó Bastante que son de la cáscara amarga y constituyen la piedra de
resistencia al propio Papa.
Los nazis que se colaron en sus
candidaturas no son sino una curiosidad. Lo peligroso son los tipos que
se disfrazan de partido de extrema derecha con el objetivo de convertir
los dogmas de la Iglesia en las normas de nuestra vida. No les vale con
que respetemos sus creencias. Algunos tienen que redimirnos e
imponérnoslas.
(*) Periodista
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