Cuesta asimilar el profundo nivel de crispación alcanzado
en España, equiparable solo a cuando el PP perdía el poder y el uso
partidista de ETA era una importante baza política. El tiempo pasa y la
España de los poderes no cambia en lo sustancial. Quizás ayude a
desenmarañar la madeja analizar cómo hemos llegado a esto otra vez,
partiendo de algunos parámetros en apariencia distintos.
Pedro
Sánchez ha convocado nuevas elecciones por, tal como ha dicho, disponer
de una mayoría suficiente para gobernar a su gusto. Más aún, como
declaró el lunes en La Razón la disyuntiva está en "gobierno progresista o más bloqueo", entendiendo por "gobierno progresista" el suyo. En consecuencia, si los españoles tampoco votan bien ahora pero le mantienen al menos su mayoría relativa igual recurre a las urnas de nuevo.
Esta vez la maniobra de estimular el miedo a la
violencia, tan útil en la ciudadanía proclive a atemorizarse, se centra
en los catalanes. Se está produciendo una campaña brutal para asociar el
independentismo a la violencia. Y es injusta y preocupante. Los
catalanes no son en modo alguno un pueblo violento y los están
asimilando en las tácticas de criminalización con un grupo terrorista,
algo parecido a ETA. Los catalanes no son violentos, tampoco sumisos en
su mayoría. Y cada vez están más indignados, como lo está cualquier
demócrata con los ojos de la conciencia bien abiertos.
Está
por ver qué queda de las acusaciones a detenidos de los CDR que abren
informativos como si hubiera estallado la III Guerra mundial. No es la
primera vez que luego solo sale caldo de col lombarda, pero, aunque
hubiera fundamento, tratar de tiznar con grupúsculos las manifestaciones
pacíficas de miles de personas huele desde lejos. En campaña electoral
y con la sentencia del procés inminente viene a ser especialmente
oportuno.
Y toda la derecha lo está utilizando a fondo de forma
impúdica. Desde el centro-derecha a la ultraderecha. Pere Aragonés,
vicepresidente del Govern denuncia que Lorena Roldán, la nueva líder de
Ciudadanos en Catalunya, ha sacado imágenes de un atentado hace 20 años
en Vic, como si fuera ahora del independentismo. La líder única del PP
allí también procura sacarle partido.
En el Día D, 1 de Octubre, el independentismo llama a la "lucha no violenta y a la desobediencia civil" para
responder a la sentencia. Pedro Sánchez advierte al independentismo en
vísperas de la sentencia con un contundente mensaje: "Un Gobierno en funciones puede aplicar el 155".
Leemos,
como hechos sin más, que el PSOE busca el centro disputando a
Ciudadanos esa parcela del nacionalismo español beligerante con el
catalanista ahora que las encuestas dan al partido de Rivera una caída
en picado. Es un interés electoralista, partidista. De igual modo, se
apoya el resurgir del PP de Pablo Casado desde los peores resultados de
su historia para recomponer el bipartidismo.
Casado retorna también "al
centro", con barba y sonrisas, pretendiendo que la desmemoria olvide sus
declaraciones ultras de todo este tiempo atrás. Y nombramientos como el
de Cayetana Álvarez de Toledo o Almeida y Ayuso. Casado no engaña a
nadie que no se quiera entregar a la propaganda con los ojos vendados.
Intentan
tumbar a Ciudadanos por un lado y a Unidas Podemos por el otro. La
felicidad bipartidista retorna, con su alternancia, sus periodistas de
cabecera, su marcha contra la historia tan demostrada hoy. El fracaso
del bipartidismo, siquiera en sus respuestas a la crisis, y, en
particular, el abandono real de la socialdemocracia han abierto una
peligrosa vía a los fascismos.
Por supuesto que se mezclan intereses y
trampas superiores, manipulaciones en las campañas electorales,
publicidad segmentada, desinformación en una palabra, como ha quedado
demostrado en el Brexit, en la actividad de compañías como Cambridge
Analytica que aún colea. El marketing, el moverse por encuestas. Ya nada es tan simple como los me gusta éste, odio al otro, que pueblan las redes, hay una ingenua ignorancia que roza lo patético.
Faltaba
un ingrediente que pareciera aportar un cambio en el paisaje. Un nuevo
partido. Más País -conocido como el Partido de Errejón- viene a sumar y
combatir la abstención. La previsible por el hastío del electorado, dado
que en abril la participación fue del 75,75%, que no está nada mal. Y,
para sumar, va exactamente a las circunscripciones donde Unidas Podemos sacó 36 de los 42 escaños obtenidos en abril.
Los
1 de Octubre son sonados en España como suelo constatar ya casi cada
uno de ellos. En 1823, Fernando VII abolió todas las leyes progresistas
del Trienio Liberal y reinstauró la Inquisición, en forma de Juntas de
Fe.
En 1931, las españolas fueron autorizadas a votar cual si fueran
hombres. Por poco tiempo todos, dado que en 1936, el 1 de Octubre,
Franco fue proclamado Jefe de Estado, los ejércitos y las libertades,
tras capitanear el levantamiento militar. Y ahí lo tienen vivo todavía
en el alma turbia de España.
En 2004, menos mal, el gobierno de Zapatero
aprueba el matrimonio homosexual, en una acción pionera. En 2016, el
PSOE echa a Pedro Sánchez de la Secretaría General en golpe de mano
sumario con lloros, gritos y autoridades máximas y ahí lo tienen hoy
convocando elecciones. Sánchez dividía al PSOE, nos decían, Albert Rivera era el político más valorado
e Íñigo Errejón todavía un detestable bolivariano podemita, aunque
apuntaba maneras.
En 2017 los catalanes son convocados a un referéndum
por la independencia que es considerado ilegal y sufren una represión
cuyas imágenes dan la vuelta al mundo. En 2019, gobernantes de entonces
y altos cargos, se enfrentan a presumibles duras sentencias por
aquellos actos, mientras surgen detenciones por terrorismo, sin presunto
ni nada, y peligrosas campañas de asociaciones malintencionadas.
Y
sigue la otra campaña, la eterna para acudir a las urnas. España empieza
curso los 1 de octubre. Y éste viene fino.
Más
España, Más País, más "Constitucionalistas del 155 y del 135 y pare de
contar". Preferible priorizar la estima, el amor, a las personas que
habitan los territorios y luchar por sus derechos.
(*) Periodista
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