A los primeros dirigentes políticos del país, empezando por Pedro
Sánchez, se les puede helar la sonrisa forzada de los carteles
electorales en la noche del 10-N.
Sobre todo si en La Moncloa continúan mirando de una obsesiva manera
las encuestas electorales en vez de mirar la realidad económica del país
y a una ciudadanía indignada por la repetición electoral, el riesgo de
la recesión y de un nuevo y violento desafío catalán, como el que
preparaba un comando de los CDR ahora en prisión.
Preocupaciones de primer nivel que tienen cita previa en próximos
días: un nuevo desafío secesionista en Cataluña tras la publicación de
la sentencia del golpe catalán; y el arranque de la recesión económica
si se produce el estallido de un Brexit sin acuerdo, y cuando se prepara
la guerra comercial global de Trump. Lo que empujó al FMI y la OCDE a
disparar alarmas sobre la desaceleración económica mundial.
Cuando en agosto Pedro Sánchez miraba entusiasmado las encuestas del
CIS, que le ofrecía el golfo (acaba de pedir el voto para el PSOE) de
Tezanos, entró en trance de triunfador absoluto y decidió la repetición
electoral y la ruptura de sus negociaciones con Podemos.
Pero se olvidó Sánchez de dos citas que podían alterar los resultados
del 10-N como eran: la publicación de la sentencia del Tribunal Supremo
del golpe catalán antes del 15 de octubre; y el Brexit del 31 de
octubre.
Se olvidó Sánchez o simplemente despreció estos acontecimientos desde
su arrogante atalaya del poder y cuando sus encuestas le ofrecían más
del 35% de los votos. Los que ahora, en la media de los últimos sondeos,
se han reducido a menos del 28% que Sánchez logró el pasado 28 de
abril.
Y todavía están por lidiar y en toriles tres morlacos a los que ‘El
Pinturero’ Pedro Sánchez les ha empezado a coger miedo y con razón.
Porque este nuevo desafío catalán, por causa de la sentencia sin duda
condenatoria del Tribunal Supremo, pondrá su Gobierno a prueba; y porque
el estallido de un Brexit duro que tendrá un impacto inmediato en
España; igual que lo tendrá el arranque de la guerra comercial que desde
USA impulsa desesperado un acorralado, por el ‘Impeachment’, Donald
Trump.
Lo que ya ha provocado que desde el FMI y la OCDE se anuncien pésimas
perspectivas para la economía de la UE y para España especialmente,
dado que nuestro país caería desde lo más alto de la tabla del
crecimiento actual.
A todo esto Sánchez no le dio importancia en agosto despreciando a la
vez la lógica política de que en tiempos de tribulaciones económicas y
sociales muchos votantes buscan refugio en el lado conservador por miedo
a que se fragüe un gobierno deficitario y de izquierda radical entre
PSOE y Podemos, como el que estuvo a punto de ponerse en marcha el
pasado 25 de julio.
Pero si esto es así, todavía peor y más grave para Sánchez puede ser
que tras la publicación de la sentencia del golpe catalán y los nuevos
desafíos políticos y de orden público del soberanismo, Sánchez utilice
los ‘paños calientes’ para tapar una herida profunda y no perder escaños
del PSC en Cataluña, lo que le puede acarrear una oleada de indignación
nacional en contra del PSOE.
Todo esto que era previsible, tenía citas previas en el calendario
electoral, y que Sánchez en agosto no (como no imaginó la entrada en
liza de Errejón) está a punto de llegar y a tan solo un mes de la noche
electoral.
Mientras en La Moncloa los oráculos siguen manoseando la cada vez más
oscura bola de cristal y el espejito mágico del ‘despacho oval’ se
niega a responder las preguntas que le hace ‘El Pinturero’ sobre el
resultado de la corrida electoral del 10-N, mientras en los corrales
mugen y cornean las puertas de toriles tres toros llamados: Brexit,
Sentencia y Arancel.
(*) Periodista
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