Este martes comienza la segunda y puede que última ronda negociadora
entre el PSOE y Podemos en pos de un postrer intento de investidura de
Pedro Sánchez. Pero, por el momento, las posiciones de una y otra parte
siguen firmes e inamovibles porque Sánchez dice ahora que desconfía de
Podemos y por ello le han retirado su oferta de gobierno de coalición.
A lo que responde Pablo Iglesias diciendo que, si no se fían de
Podemos, ¿por qué les piden sus votos sin la contrapartida de entrar en
el Gobierno? Y no le falta razón al líder podemita por aquello de ‘quien
algo quiere algo le cuesta’. Y sus 42 escaños son calidad para la
investidura y la estabilidad de un nuevo Ejecutivo.
Y porque en este tipo de situaciones la aritmética democrática obliga
a una coalición de gobierno proporcional al número de los diputados que
aporta cada socio de la coalición que permite la formación del
Gobierno. Como lo acabamos de ver en Italia tras el pacto político y
programático hallado entre el M5E y el PD.
La alternativa a este bloqueo es la repetición electoral para la que
ya se están preparando todos los partidos políticos nacionales, a
sabiendas sus líderes que tras los comicios del 10-N la situación de
bloqueo y de fractura política se parecerá mucho a la actual.
Y ello a pesar que PSOE y PP pueden mejorar los resultados que
obtuvieron el pasado 28 de abril. Pero no lo suficiente como para que
Sánchez logre la investidura, ni para permitir una alternativa de
gobierno del centro derecha. De manera que el PSOE volvería a ganar los
comicios pero necesitará, como ocurre ahora, la ayuda de Podemos o de
Cs.
Dos partidos con sus respectivos líderes, Albert Rivera y Pablo
Iglesias, a los que Pedro Sánchez quiere triturar y borrar del mapa
político con el adelanto electoral y su esperado y respectivo retroceso
en votos y escaños.
Pero lo que no entienden Pedro Sánchez, ni Iván Redondo, ni José Luis
Ábalos es que si Cs y Podemos resisten bien la tormenta de las urnas
sus posiciones como dueños de las llaves de la investidura y de La
Moncloa serán más fuertes aunque tengan menos escaños, porque esa si que
será la última oportunidad de Sánchez para renovar el poder.
Y en ese caso Iglesias exigirá su entrada personal en el nuevo
Gobierno de coalición para un pacto progresista con el PSOE, lo que el
líder de Podemos debería anunciar desde ahora y en la campaña electoral
para que nadie se llame a engaño.
Y algo parecido puede hacer y decir Rivera, aunque él después de los
resultados electorales del 10-N para exigir a Sánchez -‘el rojo’- que
renuncie a su bonito ‘programa común progresista’. Y a sus pactos contra
natura democrática y constitucional los nacionalistas vascos y
catalanes si es que quiere lograr un Gobierno de coalición del PSOE con
Cs, como el que pactaron en marzo de 2016 y que derribaron al unísono
Podemos y PP.
Es decir o Sánchez rectifica después del 10-N y acepta las exigencias
de Iglesias o de Rivera o toda España, y especialmente el PSOE, sabrán
que el problema de la gobernabilidad es Pedro Sánchez porque nadie
quiere pactar con él. Y en ese caso cosas e inesperadas pueden pasar
hasta el punto de que en el PSOE se acuerde presentar a la investidura a
otro candidato que si pueda pactar.
Aunque por momento asistimos a una descarnada batalla política y
personal -‘a cara de perro’- entre Iglesias y Sánchez, y al simulacro de
Segundo Acto de un drama donde ambos pretenden derrotar y e incluso
liquidar a su contrario. Y especialmente Iglesias porque, como suele
recordarlo, él fue quien en la moción de censura contra Rajoy llevó a
Pedro Sánchez al poder, lo que Sánchez le ha agradecido con un sonoro y
certero puntapié.
(*) Periodista
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