Ni Chicken game, ni Dilema del prisionero,
ni ningún otro de los muchos que ofrece la Teoría de juegos. El modelo
que mejor explica la complejidad, los dilemas y los desafíos que
encierra cuanto está sucediendo en la política española, lo aporta aquel
popular spot televisivo de un juego de mesa donde
el jugador propietario del invento amenazaba con llevarse los lápices y
las listas de categorías a casa si los demás jugadores no aceptaban al
pulpo como animal de compañía.
Este modelo del pulpo nos ayuda a
explicar y entender mejor a qué y cómo juegan los líderes de los
principales partidos: o se acepta pulpo como animal de compañía, o
bloqueo.
Si miramos a la izquierda, tenemos a un
Pedro Sánchez quien, o le aceptan gobierno monocolor con apoyo externo y
pacto programático como única fórmula para hacer viable un ejecutivo de
izquierdas cohesionado y leal, o se lleva la legislatura a casa y
fuerza la repetición de elecciones. Un razonamiento que también extiende
a las derechas, mientras Carmen Calvo se pasea por el escenario
declamando dramáticamente las desgracias y cataclismos que se avecinan
sobre la desdichada patria.
O se juega con sus
reglas, o se lleva el juego a casa, ustedes sabrán; dicen desde Moncloa.
Al otro lado de la mesa, aparece Pablo Iglesias quien, o le aceptan que
la única garantía de que haya un gobierno de izquierdas reside en que
Podemos entre en el Ejecutivo para mantener a raya a los taimados
socialistas, o también se lleva la legislatura a casa y no apoyará la
investidura del candidato Sánchez.
El dilema es tajante para ambos y ninguno ofrece
demasiadas salidas: o pulpo, o elecciones. En medio, al parecer, no hay,
ni puede haber nada. De las decenas de fórmulas entre un gobierno
monocolor y uno de coalición que aportan la política comparada y las
múltiples experiencias en los países de nuestro entorno, al parecer, no
les vale ninguna. Va a ser verdad al final aquello de que España es
diferente, y la izquierda española, aún más.
En la
derecha, el modelo del pulpo también acredita su notable capacidad
explicativa. En el caso de Ciudadanos, o se acepta a Albert Rivera como
líder infalible, gran timonel y perspicaz estratega, o te mandan, o te
vas a casa. O animal de compañía o disidente, discrepar es de cobardes.
En el caso de los populares y Pablo Casado, solo el elaborado modelo de
pulpo puede explicar la estrategia de un líder que se consolida haciendo
exactamente lo que le sugirieron sus barones, pero luego los lamina y
se rodea de gente como Cayetana Alvarez de Toledo, incapaz de practicar y
acreditar la moderación y la centralidad que construyeron al Partido
Popular de las grandes mayorías.
(*) Periodista y profesor universitario
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