Mientras los partidos independentistas no dejan de discutirse por
cualquier cosa, su base ciudadana protagoniza reiteradamente situaciones
que bien podrían figurar en el capítulo de los récords Guinness. Este
jueves, la Caixa de Solidaritat ha anunciado que había
pagado los dos millones que aún faltaban de la multa de la consulta
participativa del 9-N impuesta inopinadamente por el Tribunal de Cuentas y
que ascendía a 4.988.620,11 euros.
Una decisión claramente arbitraria ―¡les
obliga a pagar la compra de unos ordenadores que siempre han sido
propiedad de la Generalitat y que se siguen utilizando en los centros
escolares!― por parte de un órgano administrativo repleto de políticos
del PP y del PSOE y con lazos de parentesco que alcanzan a 100
empleados.
Con el pago de esta multa se evitará el embargo de las propiedades de los acusados,
auténtico objetivo de la nueva estrategia diseñada para atemorizar al
independentismo y que pretende ir más allá de la prisión del 1-O y de la
inhabilitación: multas de cuantía elevada para arruinar a dirigentes
independentistas como fórmula coactiva tan o más eficaz que las que el
Estado ha utilizado hasta la fecha para reprimir el movimiento
soberanista.
La Caixa de Solidaritat también ha abonado el dinero que faltaba
―unos 700.000 euros― para levantar el embargo de los afectados por el
juzgado 13 de Barcelona hasta los 5,8 millones, la cantidad a que se
eleva la fianza impuesta a los investigados. Fuera de estas elevadas
cuantías, están las ayudas que se han prestado a más de 140 personas que
se pueden considerar represaliados por el Estado.
Un ejemplo más de la concienciación ciudadana y de
la extensa base que da apoyo al independentismo. El elevado nivel de
represión que vemos a diario hará precisas nuevas ayudas económicas en
los próximos tiempos. Quizás los partidos discutirán y discutirán, pero
los más de dos millones del 1-O parecen dispuestos a demostrar a diario
que por ellos no será.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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