El Gobierno regional, parafraseando a
Albert Rivera, no es una banda, pero tiene un plan. Y el plan se llama
Pedro Sánchez. Lo estamos percibiendo antes de que arranque con todo el
equipo. Todavía en las calendas del agostorro, oportunísimo paréntesis, y
ya asoma la estrategia a seguir. La previsible. Se trata de Sánchez.
Todo
el programa PP-Cs se va a resumir en una constante apelación a Sánchez.
No hay novedad: agua, AVE ya y financiación. Aparece en las primeras
declaraciones, en los indicios sobre las que serán las actuaciones
iniciales y en el intercambio de efusivos tuits de amistad y concordia
entre el presidente del PP y la consejera portavoz de Cs. Escenifican el
estado de felicidad común basado en la existencia del enemigo exterior:
Sánchez, por si no va quedando claro.
Llama
la atención, sin embargo, que los reproches a la pasividad de Sánchez
para establecer su nueva ruta de pactos a fin de formar Gobierno o
convocar elecciones no vayan seguidos de una actitud ejemplar en casa
propia. El Gobierno regional está dejando pasar el agostorro sin hacer
los deberes de los nombramientos del segundo escalón. ¿A qué esperan?
Llevamos ya un mes con la estructura de la Administración autonómica en
funciones, condición que le reprochan al Gobierno de Sánchez como el que
mira la paja en el ojo ajeno.
En
los mentideros playeros he escuchado que el inexplicable retraso se
debe a que los de Cs no tienen todavía interiorizados ciertos mecanismos
acerca del funcionamiento interno de los equipos. Los consejeros deben
nombrar a los vicesecretarios generales entre altos funcionarios de la
Administración, a diferencia de los secretarios generales, que no
precisan de ese requisito, dato que, según dicen en el PP, los de Cs no
conocían. No conocían, dicen, ni siquiera que tuvieran la posibilidad de
nombrarlos.
Esta sería la
razón, según el PP, de la parsimonia, pues los populares presumen de que
Fernando López Miras hace tiempo que tiene planeadas las
recolocaciones, y pretende dar a conocer el paquete completo en el
primer Consejo de Gobierno de la temporada, en septiembre. Se me ocurre
añadir otra cuestión que justificaría el ralentí: hay flecos de disputa
en la estructura de determinadas competencias en el baile de unas a
otras consejerías.
El Puerto. La
joya de la corona de los nombramientos que vienen está en la Autoridad
Portuaria de Cartagena. López Miras guarda el secreto, que sin duda sólo
comparte con Quino Segado, presidente del PP cartagenero. De los
nombres rumoreados, el de Fernando de la Cierva pasa a descarte,
precisamente por su incompatibilidad con Segado, y el de Francisco
Bernabé, también, dicen en el PP porque su talante conflictivo se
agudizaría con una responsabilidad tan elevada, al margen de que perdió
puntos en la dirección de campaña de las últimas elecciones, las
primeras que pierde el PP desde que alcanzó el poder a mediados de los
90.
Queda Adela Martínez-Cachá,
que fue vetada por Cs para el Gobierno por incompatibilidad con la
consejera portavoz, Martínez Vidal. Y también por 'castigo' de López
Miras a algún rasgo de independencia que mostró durante su gestión como
consejera de Educación. Pero su pecado no puede ser tan grande como para
ser olvidada en la nueva fase. ¿Irá al Puerto? Segado lo pone difícil,
pues prefiere línea autóctona cartagenera. Hace unos días almorzó en un
reservado del restaurante Malvasía, de Mar de Cristal, con miembros del
comité de empresa de la Autoridad y algunos empresarios ligados al
Consejo de la misma. La oposición a Cachá se manifestó de manera
radical, y no se sabe si Segado estaba allí para escuchar opiniones o
para malmeterlas. Se supone que para lo segundo.
Es
probable que no haga falta que desde el Puerto se exhiba el rechazo al
posible nombramiento de Cachá, pues López Miras podría contemplar la
prevención de que la exconsejera y la vicealcaldesa, Noelia Arroyo,
hagan piña y conformen un centro de poder popular en Cartagena. La
técnica de Valcárcel consistió en su día en mantener enfrentados a la
alcaldesa Pilar Barreiro y al jefe portuario Adrián Ángel Viudes: ambos
le reportaban, y cuando había que poner paz era él quien debía
intervenir. Tal vez esa enseñanza del librillo del maestro no haya sido
borrada por el alumno aventajado.
Podría
pensarse en Paco Espejo, que ha sido portavoz municipal del PP en el
anterior mandato y no repitió en la candidatura, pero éste ya tiene
asegurada una dirección general en el Gobierno. De la exalcaldesa
Barreiro ni hablemos, aunque un próximo me contó el otro día en el
chiringuito que Teodoro García le había prometido el cargo.
Quién
sabe si pudiera haber sorpresa y el presidente concibiera una solución
profesional tras el trajín y manoseo de esa institución para poner
sueldo a Quino Segado durante los meses en que se quedó sin empleo
político, con la consecuencia de un largo tramo posterior en que la
dirección del Puerto está en funciones, ese estado que le reprochan
tanto a Sánchez. El presidente de la patronal cartagenera, COEC, Pedro
Pablo Hernández, preside provisionalmente la Autoridad Portuaria en esta
fase. ¿Y si se quedara? No cabe duda de que CROEM lo bendeciría.
Mientras
tanto, el programa (mejor, el plan) de Gobierno es Sánchez. Sánchez
para arriba y Sánchez para abajo. Nos esperan cien días de política
regional contra Sánchez porque la precampaña electoral ya está en
marcha. Al final va a resultar que la que no tenía un plan era la banda
de Sánchez.
(*) Columnista
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