viernes, 30 de agosto de 2019

Mayoría parlamentaria frente a minoría social / Javier Pérez Royo *

La democracia parlamentaria como forma política es posible porque la mayoría parlamentaria no es prácticamente nunca mayoría social. La coincidencia de ambas conduciría inexorablemente a su degeneración autoritaria. La concentración de poder en la mayoría parlamentaria y su Gobierno únicamente es soportable con el contrapeso de una mayoría social distinta, que no se ha podido articular políticamente y que, justamente por eso, no puede formar Gobierno, pero que, no por ello, deja de existir como tal mayoría social.

En España no ha habido ni un solo caso de mayoría parlamentaria que fuera mayoría social. Ni siquiera en 1982, en que el PSOE alcanzó 202 escaños en el Congreso de los Diputados En dichas elecciones el PSOE obtuvo el 48 % de los votos válidamente emitidos. Hubo más ciudadanos que no votaron al PSOE que los que lo votaron. Si introducimos la variable de la abstención, ese 48 % se convierte en un 37 % del cuerpo electoral. En todas las demás elecciones la separación de la mayoría parlamentaria de la mayoría social ha sido superior o muy superior.

Si no se es consciente de que esta es la premisa no escrita en la que descansa la operatividad de la democracia parlamentaria, se corre el riesgo de un ejercicio desviado del poder que los ciudadanos te han confiado a través del ejercicio del derecho de sufragio. Nunca se puede perder de vista que se es simultáneamente mayoría parlamentaria y minoría social y que la tendencia natural es que esa condición socialmente minoritaria acabe imponiéndose. De ahí viene la tendencia natural a la alternancia en el poder en toda democracia digna de tal nombre.

La tarea del Gobierno y de su mayoría parlamentaria no puede consistir sino en retrasar el desgaste que incesantemente va produciendo la mayoría social que no lo ha votado. Cuanto más reducida es su mayoría parlamentaria, tanto más tiene que centrarse en esa tarea. Nunca será bastante el esfuerzo que se haga para conseguir la colaboración de la mayor parte posible de esa mayoría social que no está representada en la mayoría parlamentaria en la que descansa el Gobierno.

Esto lo entendió el PSOE en los años ochenta en los que se preocupó obsesivamente porque la mayor parte de las leyes que se aprobaran en aquellos años de gobierno con mayorías aplastantes no lo fueran con los votos de los diputados socialistas exclusivamente. El referéndum de la OTAN fue la excepción y bien caro lo pagó.

Me temo que no está siendo entendido así por el PSOE tras las elecciones del 28A. Tanto el Presidente del Gobierno en funciones, como sus ministros están repitiendo de forma machacona que la voluntad del cuerpo electoral expresada en las urnas es que se constituya un Gobierno socialista y que dicha voluntad debería ser respetada por los demás partidos políticos, haciendo posible la investidura de Pedro Sánchez.

No es el PSOE el que tendría que buscar el concurso de aquella parte de la mayoría social que no lo ha votado, sino que son los representantes políticos de dicha parte de la mayoría social los que tienen la obligación de ofrecer dicho concurso sin recibir nada a cambio.

La pérdida de sentido de la realidad que esta estrategia supone salta a la vista. Con menos del 30% del voto válidamente emitido, que viene a ser alrededor del 20% del censo electoral, es absurdo empeñarse en que se tiene una suerte de derecho natural a ser presidente del Gobierno. Los ciudadanos le han dado el apoyo suficiente para que pueda intentar configurar una mayoría parlamentaria, pero nada más. La mayoría parlamentaria no está en el punto de partida del resultado electoral del 28-A, sino que tiene que ser el punto de llegada, tras una travesía en la que el PSOE tiene que seducir a los que necesita para la investidura.

Y así durante toda la legislatura. Lo normal es que el apoyo que se consiga para la investidura se vaya desgastando como consecuencia de las dificultades que surjan en la acción de gobierno. El esfuerzo por contrarrestar el efecto deletéreo de la mayoría social sobre la mayoría parlamentaria es muy superior cuando la mayoría relativa del grupo parlamentario que permite la formación de gobierno es reducida. La dificultad de alcanzar una mayoría de investidura a partir de un grupo parlamentario de 123 escaños es enorme. La dificultad de mantener esa mayoría a lo largo de la legislatura es todavía mayor.

En esto es en lo que debería estar concentrada la dirección del PSOE. Cómo conseguir una mayoría parlamentaria a partir de un grupo parlamentario relativamente pequeño, expresión de una minoría social significativa, pero muy minoritaria en el conjunto de la sociedad española. Y cómo mantenerla después. La mayoría parlamentaria por sí sola ni se va a constituir para la investidura, ni se va a mantener para la legislatura.


(*) Catedrático de Derecho Constitucional


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