Quién te ha visto y quién te ve. No quiero hacer
leña del árbol caído, pero sí pensar que hay modos que al final
fracasan. Que la gente es mucho más inteligente de lo que a veces
parecen pensar ciertos políticos y políticas. Que se imponen el sentido
común y la convivencia. Que la ciudadanía somos una muestra de que a
pesar de todo, de todo, tendemos todos a la vida: a cuidarnos las unas a
los otros y salvar la sociedad que habitamos. Si no fuera así, todo
habría desaparecido hace tiempo.
Que los depredadores encuentran siempre
su límite. Y que todas las personas que reman a favor del bien común
acaban siendo mayoría. No es ingenuidad, es una evidencia: seguimos
vivas, vivos. Y no, no estoy exagerando. Destruir para rehacer es un
negocio, una locura de la derecha, un mordisco del capitalismo extremo y
una estupidez. Pero no es un movimiento que nos salve. Y sabemos que
salvarnos es hacer lo que es mejor para todas, para todos.
Crear
cizaña es la antítesis. Tratar a las personas como si no supieran
trabajar por ese bien común es la antítesis. Chillar, gritar, aparentar,
amenazar, hacerse el indignado, escandalizarse y escandalizar,
aprovechar cualquier derrota ajena para subir escalones, no compadecerse
ni acompañar, herir (gratuitamente herir), odiar, es la antítesis. En
tu partido sois muchos, muchas. Y estoy segura (y me consta) que hay en
sus filas gente honesta, rigurosa y convencida de que está trabajando
por algo con lo que yo no empatizo pero que comprendo que haya quien lo
defienda (sí, lo comprendemos, no nos ofende que no pensemos igual).
Del
mismo modo, todas las personas que os votan son diversas. Siempre he
defendido no crear perfiles exangües de candidatos, candidatas ni
votantes. No me parece absurdo votar a Ciudadanos aunque yo no lo haría.
Y quiero a muchas personas que han confiado en vosotras, en vosotros.
He leído algunos de vuestros programas e incluso he encontrado en ellos
cosas con las que coincido y que celebraría que se implantaran. No, no
me parecéis unos locos de la derecha ni unos intransigentes sin
criterio. O, cuando menos, no todas y todos vosotros.
Pero
lo que más se te ha criticado a ti y a Inés Arrimadas es cada vez más
extensible a tu partido. Parece que celebréis la confrontación, la
exasperación, la falta de respeto y los modos tajantes tan poco
civilizados en tantos sentidos. Tan incongruentes con el comportamiento
demócrata, incluyente y transversal. Tan, tan agotador.
Te lo contaré con una anécdota personal que,
curiosamente, te compete. Yo fui víctima del bullying y voy muy a menudo
a hablar con alumnas y alumnos de diversas escuelas. Víctimas y
acosadores. Y también con familias, comunidad educativa y agentes
involucrados en la detección y prevención del bullying.
Por alguna
razón, que supongo tiene que ver con la cantidad de veces que hemos
votado en estos últimos años en Catalunya y en el resto del Estado
español, hoy en las escuelas se habla mucho de la clase política. Y
aunque no deje de sorprenderme muchas personas me preguntan qué
políticas o políticos creo que han hecho o padecido bullying. Siempre
respondo que es imposible saberlo, que padecer o cometer bullying no es
un destino, que las niñas, niños y adolescentes que han hecho daño a
otros y otras en las escuelas no tienen por qué mantener este
comportamiento el resto de sus vidas. Y quienes lo hemos padecido,
tampoco.
Y te parecerá absurdo (a mí siempre me lo parece, aunque
curioso), pero todo el mundo me acaba preguntando por ti. Si creo que
hacías bullying en la escuela. Y siempre digo que no tengo ni una sola
pista para poder contestar a algo así. Entonces me dicen que tal vez lo
padeciste, que por eso ahora estás "devolviendo el golpe". Y de nuevo
les digo que sigo sin tener un solo motivo para creer algo así. Pero me
lo han preguntado tanto, tu actitud pública ha sido tan acosadora e
intimidante, que muchas personas están convencidas que algo tuviste que
ver con el acoso escolar.
Me ha sucedido tanto y he defendido tanto que
tu juventud, de la que no sé absolutamente nada, no tiene nada que ver
con tu presente, del que solo sé lo que es público, que tengo la
sensación de haber hablado de ti muchas veces. Hasta que finalmente
encontré gente que había estudiado contigo y personas relacionadas con
tu etapa escolar que me confirmaron que no, que ni hacías ni padecías
bullying.
Dicho esto (y lo celebro), he pensado
entonces por qué tanta gente me pregunta por ti. Por qué confunden tu
actitud con el acoso, por qué les pareces más bullicioso que resolutivo,
más broncas que conciliador, más bully que político. Así que he pensado
en decírtelo. Decirte que: ay Albert, lo que parecía una actitud que
vendía y generaba titulares se está convirtiendo en una percepción no
solo sobre ti y en segundo lugar sobre Inés Arrimadas, sino ahora ya
sobre tu partido y todas las decisiones que has tomado pensando no en el
bien común sino en esta necesidad de destacar.
Conozco a los
acosadores, muy de cerca, y los he estudiado durante años. Sé que
finalmente se avergüenzan y la sociedad no los alaba. Y eso es
exactamente lo que le está ocurriendo a tu partido. Y ya era hora.
Porque todas las personas que conozco que os votan tampoco se sienten
representadas por esta nueva manera de atacar en lugar de conciliar, de
arañar antes de respirar.
Ay, Albert. Creo que sería
momento que escucharas qué tienen que decir sobre todo esto las personas
que te han votado y las que no, preocuparte por esta percepción que
generas, dejar de generar conflictos donde no los hay y escuchar,
callar, respetar. Es la única manera en que se detiene la violencia
relacionada con el acoso.
Y es la única manera en que alguien puede
demostrar genuinamente que sí, que forma parte de un grupo, aula,
sociedad o partido. ¿Serás suficientemente político para hacerlo? ¿O
seguirás, seguiréis, en esta especie de huida hacia adelante desesperada
y sin sentido?
Ay Albert, piénsalo dos veces.
(*) Escritora y activista catalana
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