sábado, 1 de junio de 2019

La izquierda como pretexto / Ramón Cotarelo *

Tiempos de tanteos. Colau agradecerá la ayudita de El Confidencial que la convierte en protagonista de las negociaciones, siendo así que lo es y como tal ejerce, Ernest Maragall. Son cosas que pasan. La foto tiene también una lectura coreográfica suculenta.

El discurso de los comuns en Barcelona (el de Colau) es ladino. El de la CUP, Guanyem Girona, (el de Salellas) es torpe y contraproducente.

Para verlo, permítase una pequeña digresión sobre la política catalana hoy, aquí, ahora mismo; no en años pasados o en nebulosos futuros. Aquí y ahora.

Aquí y ahora en la sociedad catalana hay dos fracturas. Una, más o menos común a todas las sociedades, entre la izquierda y la derecha; la otra, específica solo en algunas sociedades, entre el independentismo y el unionismo. 
 
El conflicto izquierda/derecha tiene su importancia, claro, pero se mueve en parámetros habituales en las sociedades industriales: una derecha extrema, otra liberal, otra demócrata cristiana, otra populista; un centro más o menos bien dibujado y una izquierda municipalista, otra anarquista, otra comunista, otra democrática radical, otra socialdemócrata. 
 
Y algunas otras opciones minoritarias ecologistas, animalistas, feministas, etc.

Pero hay hay un factor que obliga a reconsiderar este idílico panorama: el factor nacional. El conflicto independentismo/unionismo hiende el sistema de partidos en Catalunya introduciendo variantes que no cabe ignorar so pena de no entender nada. 
 
Por ejemplo, la derecha liberal, como la izquierda municipalista y la radical, aparecen divididas entre una versión independentista y otra unionista. JxC agrupa partidos conservadores como puedan serlo los españoles, pero que se diferencian de ellos en la cuestión nacional. 
 
Podem y los comuns serán muy municipalistas, pero no independentistas, como si lo es la CUP. Salvando distancias siderales, ERC puede compartir objetivos con el PSC, pero su independentismo es una sima infranqueable entre ellos.

No es exagerado decir, pues, que la fractura independencia/unión es dominante en la sociedad catalana y así lo entiende la mayoría de la población que evidencia reiteradamente su voluntad de independencia. La última vez, el domingo pasado, en que el independentismo venció al unionismo claramente en Barcelona. 
 
Ese dominio, esa hegemonía, esa mayor importancia de la cuestión nacional sobre la fractura izquierda/derecha es el eje de la política catalana ahora mismo: por esa hegemonía hay personas exiliadas, presas, embargadas por razones políticas; por esa hegemonía hay en marcha una farsa judicial equivalente a una causa general contra el independentismo; por esa hegemonía, el independentismo acaba de ganar limpiamente las elecciones a la Cámara de Comercio de Barcelona. 

Volvamos al discurso de las "coaliciones de izquierda" que proponen en Barcelona los comuns y en Girona los mismos y la CUP. ¿Qué sentido tiene hipostasiar la contradicción izquierda/derecha cuando la independencia/unión es abrumadoramente hegemónica y eje de la vida política catalana? 
 
El debate izquierda/derecha, desde luego, es muy importante, pero ¿qué sentido tiene darle mayor importancia que al que es vivido más a fondo por más gente sino el de intentar taparlo, oscurecerlo, que no aparezca? Es maravilloso que en el larguísimo video de autobombo de la alcaldesa Colau no se mencione ni una vez el independentismo o la independencia.  

Los discursos de Colau y Salellas se hacen lenguas de las posibilidades de gobiernos "de izquierdas", progresistas, con políticas avanzadas, sociales, etc., políticas valientes contra "las derechas". ¿Qué derechas? ¿Las españolas o las independentistas catalanas? Las dos, sin duda. 
 
Por eso la invocación a las "izquierdas" y la erradicación de toda referencia a la independencia, cuestión extraña, lejana, irrelevante, como la llegada del Mesías. Vayamos a lo tangible, lo inmediato, lo práctico. Todavía no han dicho lo de "los problemas que de verdad importan a la gente", prefacio a lo de "la Constitución que nos dimos entre todos", pero les falta el canto de un duro. (¡Ah, aquellos duros de plata, que caían de canto!).

Seamos realistas, como Cándido, y "cultivemos nuestro jardín". Esto no es ya ignorar la independencia; es ir contra ella con falacias e ilusiones.

Este discurso "de izquierda" local debe explicar qué margen de autonomía progresista piensa disfrutar en las condiciones autonómicas que nos han traído hasta aquí. Y no solamente eso: también habrá de explicar cómo se ganará el corazón de ERC, pilar imprescindible del pacto "de izquierda". 
 
Su propuesta no es una bagatela: ERC ha de olvidarse de su alma independentista (y, de paso, la republicana) y ejercitar la izquierdista en amor y compañía con el PSOE, partido del 155 y responsable de tener en la cárcel y en el exilio a su gente. No sé si la probada paciencia cristiana de Junqueras, presidente de ERC, lo llevará a aceptar esta ofensiva indiferencia con la resignación con que Job recibía los castigos del Señor. Se me hace cuesta arriba creer que lo acepte su partido y fuera totalmente de mi alcance que lo hagan los electores. 

En el caso de Colau, el discurso es ladino porque no solo oculta la finalidad antiindependentista, sino que pretende convencer a ERC de que necesita un pacto "de izquierdas" que no necesita. Maragall será alcalde en segunda como lista más votada salvo que los "izquierdistas" de los comuns y el PSC introduzcan new game in town contando con los españolazos de C's para dar mayor salero a la aventura. Pero, para eso, han de atreverse.

En el caso de Salellas, el discurso es torpe porque quiere introducir una cuña en el independentismo, poniéndose en manos de los unionistas al pedir los votos o, cuando menos, la abstención del PSC. 
 
Una propuesta de pacto ERC/Guayem/CUP para desbancar a JxC sería legítima, incluso ahora, si no precisara la intervención arbitral del unionismo; un unionismo que, como dice Iceta, está dispuesto a hacer "lo que sea" para que Barcelona no tenga un alcalde independentista. Pues no te digo nada en Girona.  
 
La propuesta no es legítima, aunque sea legal. No es legitima desde la legitimidad del mandato del 1-O. No puede ser que haya más distancia entre dos independentistas que entre un independentista y un unionista.

Hablar y hablar sin parar de "la izquierda" no sirve de nada. En concreto, aquí y ahora, cuando se invoca la izquierda con añadidos elegantes como progresista, transparente, avanzada, social, etc., exactamente, ¿de qué izquierda se está hablando? ¿La municipalista? ¿La anarquista? ¿La comunista? ¿La republicana (en sentido "cívico", claro, ya que el institucional es tan anatema como la independencia)? ¿La socialdemócrata? ¿La izquierda liberal?

De lo que se está hablando es de frenar la independencia.
 
 
 No, señora, no cuela
 
En el post La izquierda como pretexto, Palinuro consideraba "ladino" el discurso "de izquierda" de Ada Colau. Ayer también, la alcaldesa en funciones, que está en ofensiva comunicacional, publicaba un artículo en El Periódico con un titular combativo y exquisitamente equidistante: "en ningún caso iniciaré una negociación con Valls o Artadi".
 
Es un artículo muy medido y aun  más ladino y mistificador y que su vídeo de autobombo. El mismo empeño en mantenerse en la alcaldía pretextando un gobierno "de izquierdas" que, en realidad, es parte de una operación de Estado para impedir un gobierno independentista en Barcelona, al coste que sea, como paladinamente dijo Miquel Iceta tras las elecciones.


El artículo de la principal edil trata de prestar ese servicio a base de mucha mala fe, ambigüedad, falacias y demagogia. Eso sí, astutamente, calculadoramente presentado. Casi consigue parecer un texto de izquierda. Y por eso hay que analizarlo con objetividad. Aunque podríamos ahorrárnoslo: el artículo descubre su intención oculta (impedir una alcaldía independentista) por la misma clamorosa ausencia que se da en el vídeo. Si en los más de seis minutos de duración de este no se hablaba en absoluto de independencia, en las 786 palabras del artículo, tampoco se menciona la palabra ni una vez. Como si la cuestión independentista no existiera. 
 
En una ciudad en la que se dan diadas de millones de personas pidiendo la independencia, capital de un país en el que más de dos millones votaron independencia bajo la porras de la policía y en la que vivían y/o trabajaban los dirigentes independentistas hoy encarcelados o en el exilio que  le merecen una referencia en passant, muy coherente con el hecho de que no le hayan preocupado a lo largo de su mandato. Solo esto ya prueba que el artículo es lo que los evangelios llamarían un "sepulcro blanqueado".

A lo más que llega a acercarse a la cuestión candente en Catalunya es a hablar de un "contexto a nivel catalán y estatal convulso", precisando luego que vivimos una situación caracterizada por "un contexto muy complejo a nivel nacional (sic), con líderes sociales y políticos presos injustamente y por la judicialización de la política, que siempre he denunciado y no dejaré de hacerlo nunca". 
 
Los presos políticos siguen sin aparecer, sustituidos por esos "políticos presos" (terminología oficial) y la denuncia de la judicialización de la política, también formulada por sus amigos del PSOE hasta que han pasado a ser ellos quienes la alimentan.
La falacia de ocultar y negar el independentismo, sobredimensionando la dimensión social con cantos a la acción de la izquierda se apoya en trucos retóricos que acentúan la mala fe del texto. La equidistancia entre Valls y Artadi, poniendo al mismo nivel lo que representan, es repulsiva. Artadi es la segunda de la lista JxC, encabezada por Quim Forn, uno de esos presos políticos injustamente. 
 
 Los concejales del PSC, con los que Colau quiere gobernar, son de un partido responsable de esa injusticia. Y responsable también hoy del encarcelamiento de Junqueras, presidente del otro partido con el que quiere hacerse esa coalición de "izquierdas".

El escrito da por sentado, sin duda alguna, que el PSC/PSOE es un partido de izquierda. Es posible en lo que respecta a España; en España sabrán. Pero en Catalunya, el PSC/PSOE es el partido del 155, corresponsable de su aplicación junto a M. Rajoy y comprometido a volver a aplicarlo si lo considera necesario. 
 
Y, si alguien está dispuesto a "hacer lo que sea" para evitar algo, una nueva aplicación del 155 y subsiguiente encarcelamiento de más "líderes y políticos", estará a la orden del día.  Nadie de izquierdas de verdad haría semejante cosa.

La alcaldesa en funciones sostiene que las tres fuerzas de izquierda tienen mucho en común. Seguramente. Y las dos netamente independentistas (ERC y JxC), que la alcaldesa quiere ver enfrentadas, también tienen mucho en común: los presos/as y exiliadas/os políticos y la independencia. 
 
La cuestión es ¿a cuál de las dos cuestiones en común prestará más atención ERC? Esa pregunta se contesta con otra: ¿de dónde saca Ada Colau que es de izquierda proponer una coalición orientada mayoritariamente a las cuestiones municipales con el fin de impedir otra orientada mayoritariamente a la defensa del derecho de autodeterminación?

Alíese Ada Colau con ERC, admita que Ernest Maragall sea alcalde como lista más votada; tolere el apoyo, ya ofrecido sin condiciones, de JxC; coopere en un gobierno municipal en el que la reivindicación independentista no será óbice para una gran expansión de las políticas municipales concretas de izquierda. 
 
Por mucho que la alcaldesa quiera identificar a JxC con la derecha tradicional catalana, no puede ignorar que la coalición es transversal y seguramente más que el gobierno municipal de izquierda que también se anuncia transversal pero excluye una opción por su presunto carácter de clase.

Porque, en el fondo, lo que se excluye es el independentismo.

Recuérdese: harán lo que sea. Hasta escribir artículos ladinos.


(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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