Esquerra Republicana y su candidato, Ernest Maragall,
han ganado las elecciones en la ciudad de Barcelona y el hermano del
alcalde olímpico ocupará el despacho que Pasqual tuvo entre 1982 y 1997.
Es una victoria histórica para un partido histórico que tuvo su último
alcalde en la capital catalana en la figura de Hilari Salvadó,
entre el 1 de julio de 1937 y el 26 de enero de 1939, fecha en que se
exilió en Francia.
Durante todas las elecciones municipales celebradas
en Barcelona hasta las de este domingo, los republicanos han tenido un
papel testimonial, una circunstancia que se ha roto en estos comicios y,
después de una noche de infarto, se han impuesto a la alcaldesa Ada Colau.
Como las encuestas ya pronosticaban, el duelo Maragall-Colau ha sido
intenso y se ha resuelto por la menor diferencia de votos que nunca ha
habido en un unas municipales en Barcelona, menos de 5.000 papeletas.
La victoria de Maragall se debe, fundamentalmente, a tres factores:
el crecimiento espectacular de Esquerra en todo el territorio, el
acierto de Oriol Junqueras con su designación y, como
sucedió en las elecciones españolas, el decantamiento del
independentismo por la fuerza política que ha sabido presentarse como el
voto útil ante la desaparición del PDeCAT y el
permanente desorden organizativo de un espacio necesitado desde hace
demasiado tiempo de un liderazgo efectivo y real.
Las elecciones
municipales tienen su propia dinámica, necesitan cuatro años de trabajo
permanente y un partido ordenado. Todo esto lo ha hecho evidentemente
mucho mejor ERC en el espacio independentista.
La segunda noticia de la noche en clave municipal es el retorno del PSC.
Como dijo acertadamente uno de sus portavoces, ha acabado la travesía
del desierto de la formación política que había sido hasta hace tan solo
ocho años la gran fuerza municipalista de Catalunya.
Sin volver a los
resultados de antaño han cogido aire en estos comicios, han mejorado
resultados en el cinturón y pueden volver a presidir la Diputación de
Barcelona, donde empatan a 16 diputados provinciales con ERC. Si el
21-D Ciudadanos fue el voto útil del unionismo, las municipales le han
venido como anillo al dedo a los socialistas, en las que han aprovechado
su implantación territorial.
El resultado de Barcelona de Jaume Collboni,
con ocho concejales, a dos de Maragall y Colau, ha sido nefasto para
los comunes ya que no ha habido voto útil de la izquierda para la
alcaldesa que, justo es decirlo, ha sido mucho mejor candidata que
responsable de Barcelona durante los últimos cuatro años. La capital
catalana necesitaba un cambio si no quería caer en una pendiente
irreversible de decadencia y lo tendrá.
Ni Manuel Valls ni Elsa Artadi han
obtenido unos buenos resultados. Ambos muy por debajo de lo que se
esperaba de ellos. En el caso del ex primer ministro francés, habrá que
ver si quiere quedarse cuatro años en el Ayuntamiento calentando los
bancos de la oposición o da por finalizada su aventura barcelonesa.
Por
lo que respecta a Artadi, inicia el camino que su antecesor Xavier Trias
empezó en 2003 como concejal y que dió sus frutos en 2011 cuando logró
la alcaldía. Entonces, sin embargo, ERC no existía y tenía espacio para
crecer. Ahora no está tan claro. El PP, con dos concejales, entra por
los pelos si en el recuento definitivo no acaba quedándose fuera. La CUP
sale del Ayuntamiento y la lista de Primàries que encabezaba Jordi Graupera tampoco ha entrado.
El resultado de las elecciones europeas, la otra urna de la jornada en Catalunya, ha sido un triunfo avasallador del president Carles Puigdemont,
que ha vuelto a demostrar que mantiene la comunión con los electores
catalanes. El millón de votos logrados, su victoria en las cuatro
provincias, y el porcentaje de respaldo popular del 28,53%, preservan su
liderazgo en el espacio de Junts per Catalunya y le otorgan una
posición de hegemonía, sola o compartida, en el espacio independentista.
Los que esperaban que, esta vez sí, Puigdemont desapareciera del mapa
político catalán, se han llevado, una vez más, una gran frustración.
Pero el resultado también le obliga a poner orden si quiere que en las
urnas su partido sea reconocible por los electores. Esto pasa por
definir muy bien el espacio político en el extranjero, encontrar un
liderazgo potente en Catalunya y ordenar de una vez por todas el Govern
de la Generalitat, donde muy pocos en su formación política parecen
saber con precisión cual es su función.
Puigdemont y Comín serán
eurodiputados si consiguen el acta que los ciudadanos les han concedido,
una tarea compleja y que hasta la fecha no tiene precedentes legales
para asegurar al cien por cien cómo se acabará resolviendo. En las
europeas, el independentismo no llega al 50% pero se queda en el 49,72%,
sumados los votos de las candidaturas de Puigdemont y Junqueras. El
porcentaje más alto en unos comicios celebrados nunca en Catalunya.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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