No deja de tener bemoles que sea precisamente Miquel Iceta quien utilice el titular de una entrevista en el diario ABC al politólogo estadounidense Francis Fukuyama para cargar en las espaldas del independentismo el auge de Vox que pronostican todas las encuestas para
las elecciones de este domingo y que ha provocado que en la Moncloa,
donde se las prometían muy felices hace una semana, hayan entrado en las
últimas horas en modo pánico.
Titula la entrevista David Alandete,
-corresponsal en Washington del diario y antes director adjunto de El País-:
"El independentismo catalán ha provocado el auge de Vox". Mientras
ocupaba el periodista tan alto cargo, el experto en análisis de datos en
internet M.C.McGrath se refería al diario de Prisa en un duro informe
para el comité del Parlamento británico sobre las fake news y destacaba que en las informaciones entonces publicadas sobre los bots rusos y su apoyo al independentismo en las semanas del procés había "errores atroces" que resultaron ser serias tergiversaciones.
Vox llega, se diga lo que se diga, porque el españolismo no ha sabido mantener una posición democrática ante las demandas del independentismo catalán.
Que gustarán más o menos pero para eso están las urnas, el lugar que la
democracia ha previsto para dilucidar las diferencias. ¿Puede haber
otro mejor? No he leído, ni oído, ni visto, una declaración de un
dirigente del Partido Conservador, ni de los laboristas, ni de los
liberales del Reino Unido señalando en 2014 que la celebración de
un referéndum de independencia de Escocia iba a suponer un aumento de la
ultraderecha.
Como tampoco ahora que la premier escocesa, Nicola Sturgeon, ha planteado la celebración de un nuevo referéndum antes de mayo de 2021 se
ha utilizado este argumento. Cierto que allí hay cuestiones
relacionadas con el Brexit por en medio, pero la política se hace en el
Parlamento y no en los tribunales. Tampoco se convierte una demanda de
referéndum en una persecución a los líderes que lo han propuesto, ni
mucho menos se inicia un proceso judicial para su encarcelación como sí
ha hecho España con los líderes independentistas catalanes.
Algunos dijimos cuando se dio carta de legitimidad a la violencia ultra y se fomentó el A por ellos desde
las instancias oficiales que aquella actitud tan poco democrática
tendría consecuencias. Ahora se está viendo. La violencia institucional y
la represión ha dado alas a los que permanecían simplemente agazapados a
la espera de este momento. El deep state ha cometido un grave error y lo que no puede hacer es traspasar sus responsabilidades ahora que vienen curvas.
(*) Periodista y director de La Vanguardia
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