Y no eran presos políticos, sino políticos presos.
Cuánta hipocresía. Ninguno de los numerosos políticos presos del PP ha
intervenido jamás en campañas electorales, ni sido candidato a nada; ni
siquiera ha seguido siendo del PP. Lo dicho, cuánta hipocresía la de
quienes, por mantener un feo mito (el del Estado de derecho en España)
no se atreven a llamar a los presos políticos por su nombre.
El cierre de campaña en Catalunya/Barcelona ha permitido visualizar el punto de importancia de estas elecciones para Catalunya
JxC ha cerrado en el Born para
refozar su imagen independentista enlazando con el pasado. Sus
reivindicaciones son su derecho, pero, a fin de cuentas, cuestión
propia, interna. Lo esencial es el aquí y ahora y los hechos de hoy,
ayer, mañana. Su insistencia en el independentismo prueba la confluencia
de una parte importante de la estructura social catalana,
tradicionalmente apartada de esta aspiración y sin la cual el objetivo
común es inalcanzable.
Creer que cabe compensar la pérdida de este
sector de la sociedad a base de ampliar por "abajo" es de una ingenuidad
pasmosa. O la República es de todas o no hay República.
ERC
ha cerrado en Badalona, también con videoconferencias de sus dos
candidatos presos, Junqueras y Romeva y la exiliada, Marta Rovira. La
historia ha contado; los ochenta años, también; y la petición del voto
para el partido "más independentista de los partidos independentistas".
Perfectamente legítimo. Es satisfactorio decir que tanto la campaña de
ERC como la de JxC han sido en positivo y los aspectos negativos se han
dado hacia fuera, hacia los adversarios comunes, no entre ellos.
Los dos
han cargado en sus elementos favorables, lo cual también es legítimo y,
por eso mismo, desmerecían implícitamente a la otra parte. Pero eso es
siempre inevitable.
Lo
que no era inevitable, pero parece haberse ha dado, es cierto eclipse
informativo respecto al Front Republicà (FR). Los partidos
independentistas debieron esforzarse en garantizar espacio en los medios
a esta coalición o, cuando menos, solidarizarse con ella y protestar de
que se la marginara, aunque fuera con pretextos formales.
La
importancia de estas elecciones para Catalunya es dual, tiene dos
caras, como Jano: la que mira a España y la que mira a Catalunya. Si se
cumplen los vaticinios de las encuestas, el resultado de JxC estará por
debajo del de ERC. Ello repercutirá en el Congreso español, pero en muy
moderada medida dado que el contingente catalán será reducido.
Será, sin
embargo, mayor en Catalunya, a nivel simbólico, dado que las elecciones
no son catalanas. Pero será. La estructura de gobierno actual
corresponde a una composición parlamentaria que cambiaría mucho si los
vaticinios se hicieran realidad.
Esa
es la importancia de las elecciones españolas en Catalunya y, si se
añade la presencia del recién nacido FR, la importancia se convierte en
intriga. Ya que puede influir mucho en la realización de los vaticinios.
Los resultados permitirán hacer recuento del apoyo a todos los matices
posibles del independentismo. Y permitirán también dar razón de esos
matices en interminables debates.
El
hecho básico, sin embargo, es que, después de todo, el punto final, la
imagen última que los partidos han dejado en la retina de los electores
es la coincidencia en el objetivo final independentista.
Una prueba más de que es la gente quien está al mando del proceso; no los partidos.
Realmente,
JxC no lo es. Es una coalición electoral de partidos y gente sin
partido. Y con una organización en su seno, La Crida, tan extraña que
reconoce el derecho de sus afiliados a la doble militancia, algo así
como legalizar los furtivos. De ese modo JxC tiene una base material
para justificar su insistencia en la unidad. Responde a la petición
unitaria de la gente con un "por nosotros no quedará". Si no se produce,
si la petición no prospera, si fracasa, no es culpa suya. Su empeño es
el del beautiful loser.
Para
contrarrestarlo, JxC echa mano a un factor de fuerte impacto visual. El
hecho de ser la candidatura, la lista de los tres presidentes. Si el
carisma de Puigdemont es muy fuerte, el de los tres presidentes juntos
es arrollador. Ese trío presidencial abarca una gama muy amplia de
posiciones sociales e ideológicas, simbolizadas en tres circunstancias
personales que no ofrecen duda alguna: el presidente
Mas, erróneamente
enviado a la poubelle de l'histoire por la CUP y hoy sometido a
persecución confiscatoria de su patrimonio por el Tribunal de Cuentas,
así como a inhabilitación; el presidente Puigdemont, en el exilio; el
presidente Torra, contra quien ya hay una o más querellas de la
Fiscalía. Decir que estas personas representan a la burguesía corrupta
catalana del 3% dispuesta a pactar con el unionismo español más
reaccionario es delirar.
El
carisma de Junqueras se da en otro contexto social e ideológico y en
otro plano. El líder está sometido a un grado superior de represión al
de los otros, pues carece de libertad. Y esa circunstancia encuentra muy
calurosa acogida en la opinión pública, lo cual explica que la
valoración popular de Junqueras sea superior a la de Puigemont, según el análisis de Joe Brew .
Pero, al tiempo, en los aspectos no personales, institucionales,
políticos u objetivos la diferencia se invierte. El hándicap del carisma
de Junqueras está en la condición de partido de su organización. Si la
independencia fuera obra del partido, el carisma personal quedaría
disminuido.
La independencia de la nación solo puede ser obra de la nación. Y la nación somos todas.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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