Cuando el 16 de octubre de 2017 la juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela envió a la prisión de Soto del Real a Jordi Cuixart y Jordi Sànchez, nadie, excepto el deep state español,
podía llegar a imaginarse que el 15 de abril de 2019, al cumplirse 18
meses de privación de libertad, no habrían pasado ni un minuto fuera de
la cárcel y durante 547 ininterrumpidas noches Soto del Real primero, Lledoners
después y, de nuevo, Soto del Real habrían sido su única morada.
Los
dos gigantes del pacifismo catalán padecen ―igual que el resto de presos
políticos― un atropello sin precedentes de sus derechos en medio de un
vergonzoso silencio cómplice de establishment político, financiero y
mediático.
No hay razón alguna para su privación de libertad. No hay razón
alguna para que sus derechos políticos hayan sido restringidos. No hay
razón alguna para que ninguna de sus peticiones de participación en
campaña no hayan sido atendidas. No hay razón alguna para que no puedan
atender entrevistas radiofónicas o televisivas. No hay razón alguna para
que la fiscalía mantenga la pena de rebelión contra cualquier indicio
racional que lo sustente.
Catalunya vive una situación de excepcionalidad que
no es fruto ni de las concentraciones ante la sede de la Conselleria
d’Economia, ni del referéndum del 1 de octubre, ni tampoco de la
declaración de independencia en el Parlament. La excepcionalidad viene
de la represión policial y del juicio en el Supremo
que no se ajusta lo más mínimo a una situación de equidad, justicia y
realidad. Nada fue como allí se relata, pero eso parece no importar
demasiado a la vista del relato que trata de imponerse.
Los 18 meses de privación de libertad de los Jordis así como todos
los días en prisión del resto de líderes políticos no deberían caer en
saco roto. No es suficiente con manifestaciones, sopars grocs,
enganchadas masivas de lazos amarillos o cualquier otra acción promovida
por Òmnium o la ANC. El independentismo tiene que movilizarse como
nunca ha hecho en unas elecciones españolas para responder en las urnas con contundencia a la situación actual.
Ahora que Pedro Sánchez
ya dice transitar hacia un gobierno monocolor y sin ataduras, o lo que
es lo mismo, mano con mano de Ciudadanos, el independentismo necesita el
máximo de escaños si quiere doblegar al deep state y no ver un
nuevo 155 y la congelación de las instituciones de autogobierno. Los
Jordis y el resto de presos políticos bien se lo merecen.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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