Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Campanyes y
dedicado a interpretar el contenido de las campañas electorales en
España y Catalunya. Bastante diferentes en todo, desde el tono general
al contenido de los debates y discusiones. En Catalunya hay un foro
público muy vivo e intenso, pero tranquilo. En España hay un pandemónium
en donde los argumentos dejan lugar a los insultos y los exabruptos más
chocarreros.
(Nota al margen:
y en mitad de un escándalo mayúsculo, el del espionaje gubernamental a
Podemos en general y Pablo Iglesias en particular. Espionaje adobado con
fabricación policial de dossieres e informes falsos sobre los espiados
que se enviaban a medios colaboradores para que los utilizaran como
artillería contra la organización morada en una guerra sucia insólita.
Escandaloso. Brutal, sin duda alguna. Y con los medios tratando de
ocultarlo, de acallarlo. Todo el apoyo a las víctimas de estos delitos
cometidos por las autoridades. Se hubiera agradecido también el apoyo a
las víctimas de idénticas canalladas practicadas por los mismos canallas
cuando se producían en Catalunya en contra del independentismo. No solo
no hubo apoyo, sino que algunos se beneficiaron de estas sucias
falsedades, como la actual alcaldesa de Barcelona frente al calumniado
Xavier Trias. Y del comportamiento de los medios entoncees y ahora en
Catalunya, mejor no hablar).
En
realidad, lo que interesa es analizar la campaña del independentismo,
que se presenta desunido, pero en mitad de un intenso debate sobre si
eso es lo mejor o no. La campaña deja entrever tácticas distintas entre
los indepes en mitad de movimientos inter e intrapartidistas que
preanuncian actitudes posteriores. Sin duda es una crisis que trae ecos
antiguos en formas nuevas.
Aquí
merece la pena recordar el viejo dicho de "todos los caminos llevan a
Roma". Y tanto da que tomemos la "vía junqueriana" o la "vía
puigdemontana". Las dos llevan a Roma/Independencia. Hagan lo que hagan
quienes les dan los nombres.
Aquí, la versión castellana:
Campañas
La
diferencia entre precampaña y campaña electoral es la petición expresa
de voto. O sea, practicamente nada. Todo es campaña electoral. En España
y en Catalunya, aunque hay diferencias muy notables.
En
España, las elecciones se presentan muy crispadas por diversos motivos.
El panorama de las cuatro jinetes del Apocalipsis, PSOE, PP, C's y Vox,
cabalgando hacia La Moncloa es sombrío. Si triunfa una alianza de PP
(la guerra), C's (el hambre) y Vox (la muerte), Franco se quedará en
donde está y el franquismo, también. Y Catalunya, tierra nuevamente
conquistada. Si triunfa el primer jinete, el PSOE (Conquista), según
prevé el CIS, lo mismo, pero con diálogo.
La
virulencia de la campaña española de las derechas responde a dos
razones. Primera, la necesidad PP y C's, de aligerar la carga de sus
respectivas corrupciones. Las de C's son recientes, por la juventud del
partido, pero ponen en duda su condición democrática. Por eso Rivera
eleva el tono patriótico para atacar a Sánchez. Recuérdese que, cuando
los canallas, según el irónico Samuel Johnson, buscan un refugio,
siempre encuentran el de la Patria.
Los
exabruptos de Rivera son casi música celestial comparadas con las
barbaridades que dice Pablo Casado. En la mejor escuela de Rajoy, acusa a
Sánchez de entregarse en manos "manchadas de sangre". Tamaña burrada
solo trata de ocultar el hecho de que su partido, además de ladrones,
acoge a espías, chantajistas y otro tipo de criminales.
La
segunda razón es la necesidad de que el cuarto jinete, el del caballo
bayo, no les gane la delantera en la marcha en la que España volverá a
reinar sobre una vencida Catalunya. Aquí solo van a salvarse los de la
adoración nocturna, camisa azul y brazo en alto.
Si
triunfa el primer jinete, el PSOE, el del caballo blanco de Santiago,
lo hará el espíritu de conquista. Pero se vestirá cocn atavíos
dialogantes. El PSOE preetende que conquista (o reconquista) de
Catalunya se haga a base de mucho diálogo en el que se encuentre alguna
solución política hoy aún por formular.
Pero
todo el diálogo del mundo no apartará al independentismo de su
exigencia de referéndum. Y si la otra parte quiere conquistar y no a la
antigua usanza, no tiene más remedio que autorizarlo. Es la conclusión
lógica del abundante diálogo. O ¿de qué otra forma pretende el Estado
español ratificar cualquier acuerdo a que se llegue en Catalunya si no
es consultando a la población catalana en un referéndum?
A
su vez, la campaña en Catalunya es distinta como siempre. Los partidos
catalanes sucursales de los españoles reflejan el tono general de
agresividad y violencia de sus correspondientes hispánicos. El PSC,
envalentonado por las buenas perspectivas del PSOE, proclama su orgullo
español con el "no es no" a la indpendencia, la autodeterminación y el
referéndum. Un paso más allá e Iceta niega su condición de catalán.
Los
partidos independentistas, aunque contagiados por la vacua excitación
española, mantienen más las formas civilizadas. No obstante, acusan en
sus debates la excepcionalidad del momento respecto a la unidad del
movimiento. JxC ha hecho de esta un leit-motiv electoral, en tanto que
ERC la soslaya y trata de organizar alianzas dentro y fuera de Catalunya
con fuerzas que o no son independentistas o lo son, pero no catalanas.
La CUP se ha autoinvisibilizado en este asunto y la representación del
radicalismo izquierdista queda a expensas de la escisión de Poble Lliure, que se suma en las europeas al bloque unitario de JxC.
Son
dos formas de campaña. En la española, mucho ruido, alboroto,
escandalera pero, en el fondo, un acuerdo entre los cuatro partidos del
sistema (PSOE, PP, C's y Vox) mientras que en Catalunya, en el
independentismo, pocos alzan la voz y el debate es formalmente más
sosegado, pero no oculta que, por fin, en un momento crucial, aparecen
diferencias substanciales, respecto al compromiso con la independencia.
Este parece integral en JxC, hasta el punto de arriesgar una escisión
interna, y en una fracción escindida de la CUP, mientras que no lo es
tan claro en las otras fuerzas, singularmente, ERC. El resultado
electoral será determinante para saber cuál de ambas tácticas tiene
mayor apoyo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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