La decisión de Esquerra Republicana de situar a Oriol Junqueras,
su presidente, y desde hace 490 días en prisión provisional, primero en
Estremera, después en Lledoners y ahora en Soto del Real, en la primera
posición de las listas en todas las elecciones que se celebren
para denunciar la represión del Estado español es una medida
inteligente.
Impensable en una situación política normal pero
perfectamente comprensible en la excepcionalidad política actual de
persecución del independentismo catalán y con un juicio como el que se
está celebrando en el Tribunal Supremo y por el que la
Fiscalía le pide 25 años de prisión.
La candidatura de Junqueras da de
nuevo oxígeno a ERC en unas elecciones tan difíciles como las españolas,
máxime después de que la encuesta del CIS hubiera pronosticado un crecimiento importante del PSC
hasta alcanzar el primer puesto en Catalunya habiendo aparentemente
blanqueado de un plumazo su papel en la aprobación del 155 y en la
supresión de las instituciones catalanes.
Junqueras quiere, obviamente, revertir esta imagen del PSC y situar
el debate político entre los que llevaron a cabo el 155 y los que están
en la prisión por una decisión claramente injusta del Estado español.
No
será el único preso político que encabezará una lista de un partido
político ya que se da por seguro que en el espacio de Junts per
Catalunya, la Crida y el PDeCAT, al menos Jordi Sànchez,
también en la prisión desde hace 507 días, será el primer candidato de
la lista que se acabe presentando al Congreso de los Diputados y que
necesariamente debe ser de renovación respecto a la vieja Convergència.
Con rostros nuevos en las primeras posiciones como la ya diputada en
Madrid Míriam Nogueras y Eduard Pujol, el portavoz de JxCat en el
Parlament.
Aunque la decisión de Junqueras es inteligente -guarda alguna similitud con la de Josep-Lluís Carod-Rovira
cuando encabezó la candidatura de ERC después de que se supiera que se
había reunido con ETA y Pasqual Maragall le echara del Govern, y que dió
un gran rédito político a los republicanos- no está exenta de riesgos.
Sobre todo, porque no serán unas elecciones fáciles. Durante mucho
tiempo, ERC veía las españolas como una oportunidad de desbancar a los comunes, que en las dos últimas elecciones habían logrado la primera posición.
Así era hasta que entró el CIS en campaña
hace unas semanas. Los comunes se hundían y el PSC recogía votos de
todas las formaciones con un eslogan tan potente como que solo un
gobierno del PSOE en España podía parar otro gobierno de la derecha con
Vox entre esa mayoría.
En ese contexto, el PSC sumaba votos de los
comunes, que se están desangrando electoralmente hablando, de
descontentos de Cs por el salto a la derecha dura del partido del
Rivera, pero también del independentismo, desconcertado por todo lo que
hacen y no hacen sus partidos.
Con Junqueras, Esquerra pone toda la carne en el asador en la
confianza de que la operación política le saldrá bien y será también un
impulso para las siguientes elecciones, las de mayo, municipales y
europeas. Ahora, en un marco político tan trabado como el actual en
Catalunya hay que ver cómo reacciona Carles Puigdemont y
dónde queda la batalla política entre los dos socios del Govern.
También qué hace la CUP, si se acaba presentando o no a las elecciones
españolas bajo sus siglas o con una fórmula diferente. En cualquier
caso, es interesante que el independentismo no dé la batalla de las
españolas por perdidas en un momento en que se le habían empezado a
poner cuesta arriba.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario