(N.B.: el cartel que más me gustó ayer en la manifa de Atocha/Cibeles, fue el que rezaba: Hemos venido a despedirnos.
Genial. Ras i curt i català, aunque en castellano. Pero es peligroso
porque, dicho eso, el resto del post sobra. Hemos venido a despedirnos.
Passi-ho be. Chau).
No obstante, haremos de cronistas de la jornada de ayer.
Fuimos a Bruselas un frío mes de diciembre de 2017 a pedir la libertad de presas y exiliados. Éramos 60.000.
Ayer
fuimos a Madrid. Mejor tiempo, menor distancia. Asistencia duplicada.
120.000. A seguir pidiendo la libertad de presos y exiliadas, a defender
la causa por la que fueron detenidos, la de la autodeterminación y, en
el ánimo de la inmensa mayoría de quienes estábamos allí, la
independencia de Catalunya.
E
iremos a donde haga falta. Siempre pacífica, alegremente. Y siempre
pagándonoslo de nuestro bolsillo. Porque nuestra causa es justa. Cuando
un pueblo se pone en marcha, no puede parar. Y somos el pueblo, que
estamos movilizados, los que hemos venido a Madrid, mostrando el camino a
nuestros dirigentes democráticamente electos y todavía en libertad.
Nosotros somos el pueblo. Jóvenes,
viejos, en madurez y vigor, trabajadores, profesionales, parejas,
matrimonios, familias enteras, funcionarias, agricultores, moteros (ahí,
ahí, mis escamots motards), estudiantes, jubiladas, heteros y
homosexuales, nativas, inmigrantes, refugiados, católicas, agnósticas,
ateos, vegetarianas, plusmarquistas, pequeño-burgueses, solteros,
divorciadas, raperos, escritoras, promesas de futuro, nostálgicos del
pasado, actrices, cocineros, poetas, contables, propietarias,
inquilinos, enfiteutas, herederos, manirrotos, ludópatas, aparceras,
sanos, enfermas, prestamistas, bomberos, paletas, jueces...
Lo dicho,
el pueblo es como la flecha lanzada al aire. No puede parar hasta llegar
al blanco. Y no pararemos hasta conseguirlo.
Las
reacciones de la bestia, las que eran de esperar. O más, porque a cada
nueva marcha, se siente más acorralada, más ofuscada y es más agresiva.
Ya han sacado dos veces al mentecato heredero de Franco a amenazar a sus
súbditos, mientras las cloacas del Estado, que no son otra cosa que el
Estado de las cloacas, lo inundan todo con su fétido olor, desde las
sacristías a las universidades, desde el Parlamento a las redacciones de
los medios, pasando por los tribunales de justicia y los cuartos de
banderas, que vienen a ser lo mismo.
El
comportamiento de la bestia acorralada es recurrente, en bucle,
circular, como las pescadillas que se muerden la cola. En los márgenes, a
medio camino entre los "tontos berrendos en idiota" que decía el poeta
Alberti, y los grupos de fachas delincuentes más o menos de Vox,
amparados por los policías para insultar y provocar a los manifestantes,
matones y energúmenos de la Españorda unagrandelibre.
A
continuación las izquierdas oficiales, desaparecidas, aterrorizadas de
que se las relacione con la peste secesionista, con lo que perderían
votos a porrillo. La alcaldesa de Madrid, tan hospitalaria y tan roja,
no apareció ni a dar la bienvenida, a lo que obliga la cortesía, salvo
que seas tan oportunista como la Colau de Barcelona que, diciendo ser de
izquierdas, obedece las órdenes de Madrid con fidelidad canina.
Podemos, callado, y menos mal porque como hable, te enjareta el
tocomocho teórico del internacionalismo, su convicción de que todo
nacionalismo es una enfermedad, excepto el suyo porque no es
nacionalista. Ni un solo nacionalista español, de derechas, izquierdas o
centro pivotal, es nacionalista. Los nacionalistas son siempre los
otros, especie de pobres de espíritu a los que hay que curar, mientras
que el independentismo no es otra cosa que un proyecto de la podrida
burguesía catalana.
Ayer, 120.000 podridos burgueses catalanes llenamos
el paseo del Prado y la Cibeles. IU enmendó su yerro unas horas antes y
se solidarizó a tiempo con los indepes catalanes, para no caer en la
miseria y distinguirse del zombie Llamazares, cuyo comunismo tiene el
pedigrí de Covadonga.
El
PSOE, a su vez, ya ha aclarado que jamás hablará de autodeterminación
y, si nos ponemos chulos, Pedro Sánchez, cuyas luces son tan escasas
como sus escrúpulos a la hora de mentir, nos echa encima más jueces, más
tribunales, más embustes y engaños, mientras ocupa el lugar de la
derecha.
A su vez, esta pide la prohibiciòn sin más de manifestaciones
secesionistas y las demás que le molesten y echándose más a la derecha,
reclama ya la dictadura, como VOX, o sea, los fachas. Y ya estamos en
donde empezamos, en bucle. Abren las provocaciones de los fascistas y
ellas cierran. La autodeterminación les pasará por encima como un
tornado pacífico por un huerto.
Los
madrileños, gente feliz, sin enterarse, porque los medios no informan,
pues se limitan a ignorar todo lo que molesta al gobierno de turno. En
la TVE ni una imagen en directo de la manifa. Todo valoraciones y
análisis de "periodistas" a sueldo, cuya coincidencia con la realidad es
perfectamente casual.
Los medios manipulan, engañan y falsean, y las
autoridades, todas, peperas socialistas o podemitas (que también pillan
cacho en algunas administraciones) mintiendo, tratando de crear una
realidad paralela, como hacen en el juicio farsa. La corrupción de la
bestia tiene la dictadura en su horizonte y su función será
justificarla.
Por
eso, es muy de agradecer el apoyo y solidaridad que hemos recibido de
otros pueblos del Estado. De los 500 autobuses que llegaron a Madrid,
360 eran catalanes. El resto de otros lugares. Emocionante, solidario,
conmovedor, pero muy escaso. Así que, visión realista de las cosas y sin
engañarse, que es fórmula segura para la derrota. Todo lo que la
solidaridad de otros pueblos del Estado puede aportar a Cataluña empieza
y acaba en lo simbólico.
La izquierda española es contraría a la
independencia, a la autodeterminación, en muchos casos, como el ministro
de Asuntos Catalanes, Borrell, directamente catalanófoba y está
deseando cabalgar sobre el 155. Hágalo y será lo último que haga en este
mundo traidor en el que, según Campoamor, otro poeta, nada es verdad o
mentira sino todo del color del cristal con que se mira. Sobre todo si
lo hacen los franquistas, como Casado, Rivera o Abascal, o sus
sometidos, como Sánchez o Iglesias.
Por
supuesto, aunque cualitativamente poco relevante, la solidaridad es
hermosa y la agradecemos de mil amores. Recabarla, además, y desde
luego, conseguirla, ha sido un gran acierto táctico por el que hay que
felicitar a la principal organizadora, la ANC. Algo mutuamente
beneficioso: a nosotros nos viene muy bien comprobar que no estamos
solos o somos unos raros, como sostienen los unionistas, y que tenemos
amigos, aunque no sean muchos A estos también les viene bien aparecer en
lucha junto al pueblo catalán. Ganan en visibilidad y consideración de
los sectores sociales más progresistas.
Es
de buena educación agradecer. La hospitalidad de Madrid, maravillosa, y
la sinergia revolucionaria que de aquí se seguirá, muy provechosa y
prometedora. Pero no hay que confundirse: la tarea ha sido siempre
fundamentalmente nuestra, a veces en condiciones de muy amarga soledad.
Dispuestos a compartir experiencias con quien las precise, pero sin
olvidar que son nuestras, en nuestro contexto y que tienen un elemento
de singularidad único.
Somos solidarios con todas las luchas populares.
¿Cómo vamos a ignorar que el sórdido "¡A por ellos!" se ha convertido en
un cálido "¡Con ellos!"? Pero la liberación de Catalunya es y seguirá
siendo obra esencialmente de los catalanes. Lo cual no obsta para que
tengamos a orgullo nuestra desinteresada aportación a la libertades de
los otros pueblos del antiguo imperio, hoy Estado español, empeñado en
destruirse para siempre por su estúpida obsesión por oprimir a las
naciones no castellanas.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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