Queridos y grandes amigos: Aunque ya es moneda corriente considerar al
presidente americano Donald Trump como el gran promotor de fake news;
aunque allí donde se han producido resultados electorales contrarios a
los deseos de la progresía planetaria, como en Brasil o en Colombia,
estos se han relacionado con las fake news, la realidad es completamente
diferente a lo que aparenta.
La principal fábrica productora de
noticias falsas es la izquierda global, que sigue conservando un aparato
propagandístico más potente, hábil y eficaz que la derecha, aunque creo
que por poco tiempo. Una prueba al respecto que podría parecer menor
pero que considero elocuente es lo que sucede en España al hilo de Vox,
el partido que ha florecido con vigor en Andalucía y que será
fundamental para acabar con la dictadura que el socialismo lleva
ejerciendo allí por más de 36 años.
Todas las principales cadenas de
televisión del país y buena parte de los periódicos on line o impresos
califican a Vox como un partido de extrema derecha, similar al Frente
Popular de la francesa Marine Le Pen o a la formación de Matteo Salvini
en Italia. Pero una lectura somera del programa de Vox refuta por
completo cualquier relación con los postulados de estos dos partidos con
los que se le quiere vincular con afán prevaricador, a sabiendas de que
se está fabricando una noticia falsa con el marchamo de que se lanza
desde medios de comunicación presuntamente respetables, jueces
inmaculados de lo bueno y de lo malo.
Vox es un partido que promueve
reformas dentro del marco de la Constitución, que es declaradamente
europeísta, que valora y apoya la permanencia en el euro, que respalda
la contención del déficit público, que es un firme defensor del mercado y
de la empresa privada, que postula una política de impuestos bajos y
que quiere un Estado pequeño y eficaz. ¿No le parecen fantásticas estas
noticias y datos fehacientes que cito?
Con esto no pretendo invitarles a
votar a Vox porque sigo pensando que el Partido Popular, ahora con
Pablo Casado al frente, continúa siendo una opción bastante más sólida y
útil que la de Santiago Abascal, pero me congratulo por el nacimiento y
la potencia de una nueva formación cocida en la falta de complejos y
que cumple perfectamente con todos los requisitos de un partido
civilizado y cabal.
He aprovechado estas Navidades para hablar con algunos jóvenes, y con
otros no tanto, sobre el nuevo horizonte político que anuncian los
resultados en Andalucía y sobre la aparición de este habitante inédito
en el tablero electoral contra el que tantas falsedades vierte el
progresismo nativo. Hay de todo, pero presiento que Vox va a tener un
apoyo robusto y sorprendente. Y me alegraré mucho de que así sea, si,
como va a ocurrir en Andalucía, esto ayuda a expulsar al socialismo del
poder por mucho tiempo.
A uno de mis hijos, por ejemplo, le da miedo Vox
porque quiere suprimir el estado de las autonomías, pero cuando le
pregunto qué valora él, personalmente, de dicho régimen institucional,
que ha traído más políticos cobrando del erario público y una educación
pública muy mejorable, no acierta qué responder. Y no responde porque ha
sido contaminado por las fake news propaladas por la izquierda.
Cuando
la hija de una amiga me dice que le da miedo Vox porque son unos fachas y
unos machistas, pero luego le explico que no hay atisbo de
totalitarismo en su programa y que es absolutamente irreal tildar de
machista a un partido compuesto por tantas mujeres y con tan alto número
de seguidoras a las que es difícil presumir su vocación de esclavas,
tampoco encuentro una respuesta convincente. La hija de mi amiga también
está contaminada por las fake news que impulsa el progresismo y que
difumina masivamente la legión de trols podemitas que infecta
mayoritariamente las redes sociales.
Porque paradójicamente, ni a mi
hijo, que vota a la derecha, ni a la hija de mi amiga, que presumo que
también, parecieron inquietarle nunca los 60 diputados que tiene Podemos
en el Congreso. Aun a pesar de que el partido de Pablo Iglesias, en su
programa, pone en almoneda la Constitución y quiere acabar con la
monarquía, está en contra del Pacto de Estabilidad con la UE y refuta
las condiciones que impone el euro, quiere elevar masivamente el gasto
público y aumentarnos los impuestos, aspira a controlar los medios de
comunicación y a nacionalizar los sectores de producción, justifica la
subversión callejera y a la postre la violencia como medio para el
cambio social y es un aliado de los secesionistas que quieren destruir
una nación con más de 500 años de historia para instaurar una suerte de
república socialista y popular a la vieja usanza.
¿De modo que Vox, que
es un partido absolutamente razonable, provoca algún miedo incluso entre
jóvenes acomodados y bien educados mientras Podemos no les suscita el
temor cerval que debería, a juzgar por sus propuestas y por sus actos?
¿A qué puede obedecer un suceso tan escandaloso?
Pues naturalmente a la
eficaz maquinaria propagandística de la izquierda y a su fabricación
masiva y diaria de fake news.
Creo, sin embargo, y pienso que será la
grata sorpresa de 2019, que el pasto se acaba. Hay miles de personas
inteligentes y bien formadas que van a votar las nuevas elecciones a
Vox; hay millones de personas en el país que se han declarado en abierta
rebeldía contra la dictadura de la corrección política, y que
consideran pertinente acabar con la Ley de la Memoria Histórica y
reformar la ley de violencia de género (entre ellas, muchas mujeres
hartas de la exacerbación del feminismo), y que por supuesto piensan que
la inmigración debe ser controlada.
Lo pienso por supuesto yo, que no
soy de Vox, pero que espero que contribuya a expulsar al socialismo del
poder. No se me ocurre mejor propósito para el año que comienza.
(*) Periodista
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