lunes, 14 de enero de 2019

¡No hay derecho! / Guillermo Herrera *

“Yo soy Soberano y ningún ser tiene derecho a molestarme, ni a ofenderme, ni a robar mi energía.” A la inversa, yo le debo el mismo respeto a los demás. Ésta es mi declaración de principios al comenzar este artículo. La violación frecuente de esta Ley universal del respeto personal es la causa de todos los conflictos y de todos los sufrimientos que existen en el mundo.

Esto no sólo es un principio universal, sino además una ley divina a la que tenemos derecho de nacimiento todos los seres que hemos encarnado en este mundo. No se trata pues de defender ningún privilegio, sino de partir de un punto común de Respeto personal con el fin de entendernos y convivir sin conflictos.

La soberanía personal es el poder supremo que corresponde a una persona independiente, y que va acompañada de una virtud de alteza o excelencia, no superada en cualquier orden inmaterial. Una persona soberana es aquella que ejerce o posee una autoridad suprema independiente.

Por desgracia, vivimos en una sociedad donde se falta el respeto constantemente, en todos los ámbitos y en todos los órdenes, en la familia, en la pareja, en la escuela, en la religión, en la milicia, el trabajo, etc. y esto crea una enorme masa de ciudadanos ofendidos por las humillaciones recibidas, que se sienten heridos en su amor propio o en su dignidad, lo que produce una pérdida de la autoestima, cuyo rencor se arrastra durante toda la vida en el inconsciente, por muchos Padrenuestros en los que digamos “perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.  

Tratamos de ser buenos cristianos, pero no siempre lo conseguimos. Para borrarlo sería necesario una terapia personal de regresión consciente, como yo hice hace años.

Ofender es humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien, ridiculizarlo o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos, e incluso hacer daño a alguien físicamente, hiriéndolo o maltratándolo.

LIBERTAD SIN IRA
En los sistemas democráticos la Libertad es un derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas. Consiste en la facultad natural que tiene el ser humano de obrar de una u otra manera, o de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Su virtud se materializa en una facilidad, soltura o disposición natural para hacer algo con destreza. Por lo tanto, libres somos más eficientes y podemos hacer mejor cualquier trabajo.

Alguien puede objetar que si somos libres podemos equivocarnos, pero también podemos acertar, porque el derecho a acertar o a cometer errores es nuestra responsabilidad personal. En cualquier caso, prefiero equivocarme yo mismo, a que otro se equivoque por mí. Unas veces se acierta y otras veces se aprende, porque aprendemos a través del error.

Por el contrario la esclavitud es la sujeción excesiva a la que se ve sometida una persona a otra, o a un trabajo u obligación, y desde el punto de vista moral es la sujeción rigurosa y fuerte a las pasiones y afectos del alma. Es decir, no dejarse arrastrar por las pasiones más bajas. Pero la definición que más me gusta es esta.- Esclavitud es ser colocado en el tiempo y en el espacio de otra persona. Por eso se divorcian tantas parejas, porque dejan de compartir el mismo tiempo, el mismo espacio y la misma realidad. Cada no se encierra en su rollo personal.

Bien es verdad que no existe una libertad absoluta, porque:
  1. lo primero es el respeto a la legalidad vigente,
  2. lo segundo es no hacer daño a nadie,
  3. lo tercero es el respeto a todos los seres humanos y animales,
  4. y lo cuarto es el respeto a uno mismo.
Fernando Savater dijo la frase de que “la libertad de mi puño termina donde empieza tu cara”.

También es cierto que, en teoría, uno tendría el derecho de hacerse daño a sí mismo, e incluso hasta de suicidarse, si no lo prohíbe la ley del país, pero yo les suplico humildemente a todos mis hermanos que no ejerzan ese derecho, porque el cuerpo humano es un valioso instrumento divino que nos ha regalado el Creador para poder vivir experiencias en este mundo que nos ayuden al crecimiento del Alma, por muy desagradables que sean estas, y a vez poder ayudar a otros seres a aliviar su sufrimiento, que es lo más bello que existe, puro Amor incondicional.

El problema fundamental es que vivimos en un mundo corrompido en el que ofender y robar energía a los demás se ha convertido en un vicio nefasto, desde las clases sociales más bajas hasta las más altas, y a eso lo llaman “capitalismo salvaje” o sociedad competitiva.

Así pues, ejerzamos nuestro derecho a la legítima defensa y no nos dejemos pisar por nada ni por nadie. ¡Deseo que sean libres, felices, poderosos y cariñosos todos mis hermanos y hermanas!



(*) Periodista

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