Nada era verdad y, lo más fuerte, es que aún hay quien ingenuamente
se sorprende. Ni la promesa del presidente del gobierno español era tal,
ni las interesadas filtraciones mediáticas sobre un gesto de Pedro Sánchez con los catalanes
en los presupuestos generales del Estado eran reales, ni los
socialistas iban a cumplir el Estatut y su disposición adicional
tercera, aquella que dice que durante siete años el gobierno español
deberá invertir en infraestructuras en Catalunya el equivalente al peso
relativo del PIB catalán respecto al estatal y que solo materializaron
una vez. ¿A qué venía entonces tanto insistir en que este año sí? Debe
ser que siempre hay alguien en los puestos de decisión que tiende a
pensar que, al final, los catalanes aceptarán.
Los números reales, una vez se han conocido las cuentas públicas en
detalle, mejoran ejercicios anteriores, pero distan mucho de ser lo que
se dijo que serían. Casi parece una invitación a los independentistas
catalanes a que digan que no, no fuera el caso que, en medio del ardor
madrileño, algunos tuvieran la tentación de correr a apoyar las cuentas.
A ese incumplimiento habría que sumar otro que es histórico en los
presupuestos un año tras otro: el desfase entre la cifra que aparece en
los papeles oficiales y la cantidad que finalmente se ejecuta, una vez
ha pasado los correspondientes licitaciones y adjudicaciones. En cada
trámite acaba quedándose tal cantidad de millones por el camino que la
media de los últimos años es que tan solo se ha ejecutado en Catalunya el 56% de lo presupuestado. Vamos, una auténtica tomadura de pelo.
Por eso sorprende (o no) el entusiasmo de la Cambra de Comerç con
las cifras finales y máxime teniendo en cuenta las experiencias de
incumplimientos acumuladas. Muy diferente de la actitud de la Cecot,
que ha lamentado que la inversión en infraestructuras siga siendo baja.
Ambas entidades saben de números, aunque parece que la primera,
inmersa en un proceso electoral interno, prefiere dejar solo al Govern y
buscar refugio en Madrid y el poder socialista. Por ello no fue extraño
que el presidente saliente Miquel Valls acompañara el pasado sábado a
Pedro Sánchez al acto socialista de proclamación de Jaume Collboni como alcaldable.
En definitiva, unos números que, una vez conocidos y teniendo en
cuenta el bloqueo de la situación política y la ausencia de iniciativas
gubernamentales respecto al referéndum acordado, la mesa de negociación,
los presos políticos y los exiliados, no deberían tener recorrido
alguno.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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