Siguiendo tradicional costumbre deseo lo
mejor para todo el mundo. Cada cual decide qué es lo mejor para
él/ella. Para mí, lo mejor es la verdad, mi verdad. Y no me la guardo,
como recomienda el poeta en nombre de la Verdad, con mayúscula, con
evidente deseo de impresionar más. Casi todas las cosas que hay que
nombrar con mayúsculas son falsas. No digamos la verdad. Es que, además,
no se puede.
"Si
no puedes complacer a todos con tus hechos y tu arte, sé justo con los
menos. Complacer a muchos es malo," dice el texto de Schiller en la
ilustración de Klimt titulada "Nuda veritas" (1899) de un rabioso
modernismo. Con un espejo porque si la verdad no puede verse, estamos
apañados/as. Y una serpiente, simbólico animal, que se cuela en la
imagen como un trampantojo que viene de la Biblia.
Esta reflexión del poeta romántico es muy oportuna en los empalagosos ambientes navideños. Lo suyo, dicen, es aparcar un par de días las trifulcas y desear todos/as a todas y todos lo mejor. Olvidando que, en infinidad de casos, lo mejor para unos es lo peor para otros.
Esta reflexión del poeta romántico es muy oportuna en los empalagosos ambientes navideños. Lo suyo, dicen, es aparcar un par de días las trifulcas y desear todos/as a todas y todos lo mejor. Olvidando que, en infinidad de casos, lo mejor para unos es lo peor para otros.
Desear lo mejor a
todos/as es una vaciedad. Hacerlo aduciendo la "magia de las fiestas",
es crueldad mental. Complacer a muchos/as, tiene razón el autor de Los bandidos, es malo. Miren las audiencias de televisión y juzguen los programas a las que están enganchadas, mentalmente enganchadas.
Quédese la cosa en ser justo/a.
Y eso, que cada cual lo vea por sí misma/o.
Quédese la cosa en ser justo/a.
Y eso, que cada cual lo vea por sí misma/o.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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