Se ha cumplido un año de la pérdida de Catalunya por parte de la
monarquía española. Una pérdida emocional y también política después del
erróneo discurso de Felipe VI la noche del 3 de octubre de 2017 riñendo
a los catalanes, avalando la línea dura contra las instituciones
catalanas y desentendiéndose de la violencia policial del 1 de octubre
contra los catalanes.
Aquel mensaje marcó un antes y un después en las
relaciones entre la monarquía española y Catalunya. Tanto es así que,
desde aquella fecha, las seis visitas que ha realizado el rey de España a
Catalunya se han visto inmersas en medio de la polémica, el Govern ha
anunciado que no le invitará a ningún acto que organice la Generalitat y
que tampoco acudirá a ninguno de los que se puedan organizar por la
Corona española.
En la última encuesta del CEO seis de cada diez catalanes otorgaban un cero de valoración a la monarquía española y ocho de cada diez la suspendían.
Repito, ocho de cada diez la suspendían. El CIS, para evitarse
problemas, ha dejado de preguntar sobre los Reyes desde abril de 2015.
No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Y es que, alentado por la derecha mediática y la derecha política extrema, el Rey puso en jaque su corona. Compró el falso relato de un golpe de Estado de Catalunya, blanqueó la violencia policial y se subió a lomos de una fake news
que Europa ya ha desautorizado.
No fueron los políticos catalanes
presos o exiliados los golpistas como se pretende hacer creer; el golpe a
la democracia se dió desde los despachos oficiales de Madrid,
suspendiendo un gobierno legítimo y forzando la Constitución. La verdad
ya se ha abierto paso en muchos países y solo la impermeabilidad de la
justicia española a escuchar lo que se ha dicho en Alemania, Bélgica,
Reino Unido o Suiza mantiene vivo un auténtico disparate judicial.
Como un amargo regalo de aniversario con destino a la Zarzuela, la revista Time acaba de hacer público que el president Carles Puigdemont, exiliado en Bélgica desde que Mariano Rajoy lo cesó como máxima autoridad de Catalunya, es uno de los candidatos a Premio Nobel de la Paz.
El semanario norteamericano cita al político catalán junto a otras tres
personalidades: Donald Trump, Kim Jong-un y el papa Francisco,
recogiendo las predicciones de varias casas de apuestas.
Obviamente, carezco de información sobre lo que puede anunciar la Academia sueca
dentro de 48 horas. Pero la simple aparición del nombre del presidente
catalán en el exilio en esa lista debería hacer caer la venda que la
prensa española y sus políticos han utilizado para engañar a los
ciudadanos españoles.
¿Acaso se puede premiar con el Nobel de la Paz a
un líder político por protagonizar un golpe de Estado? ¡Pues claro que
no! Y, por cierto, en esta lista no están ni Felipe VI, ni Mariano
Rajoy. Ni es por un olvido, ni por casualidad.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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