CARTAGENA.- La Casa de Postas de Librilla, una histórica posada
construida por el Duque de Alba en el siglo XVIII, amenaza ruina. Así lo
alertan investigadores de la Universidad Politécnica de Cartagena
(UPCT) en un artículo publicado por el anuario de Historia ‘Memoria y
civilización’ de la Universidad de Navarra.
El gran edificio conocido,
situado en la entrada del pueblo desde Murcia y junto a la antigua
carretera nacional N-340 es, en realidad, una antigua posada.
“La
fachada principal responde a los patrones de la arquitectura
neoclasicista que promovían las academias de Bellas Artes”, destaca la
investigadora Rosario Baños Oliver, que está realizando la tesis
doctoral ‘Ventas y posadas de la Región de Murcia’, dirigida por los
profesores Francisco Segado Vázquez y Juan Carlos Molina Gaitán y
financiada por la Fundación Juanelo Turriano.
El
edificio de la posada se encuentra catalogado con un grado de
protección 2 por el PGMOU de Librilla, que estipula que se debe
conservar tanto el volumen original como la estructura portante, así
como la disposición de vanos en fachadas y los elementos ornamentales y
compositivos más significativos, como el escudo o la rejería.
“A pesar
de estas disposiciones, el estado de la posada de Librilla es
lamentable, en un estado de abandono total”, describen los autores en el
artículo.
Estos expertos en Patrimonio
Arquitectónico de la UPCT están realizando un trabajo de investigación
para la identificación de cada una de estas edificaciones anteriores al
siglo XX que aún se conservan en la Región y la de su relación con los
itinerarios de viaje.
“El objetivo último no es otro que el de
identificar estos edificios singulares y contribuir al conocimiento y
puesta en valor de esta tipología arquitectónica, con el fin de
garantizar su preservación y conservación”, explican.
“Fueron piezas
esenciales del patrimonio de la obra pública”, argumentan, por lo que
piden su inclusión en el Plan Nacional de Patrimonio Industrial.
“De
las posadas que aún se encuentran en pie, pocas hay que se encuentren
catalogadas a pesar de su relevancia. Es por esto por lo que parece
necesario el estudio de estos bienes inmuebles con el objetivo de
protegerlos, conservarlos, identificarlos y fomentar y difundir su
importancia en el transporte de viajeros, en la red viaria y en la
historia del territorio y de la movilidad de las personas”, añade
Rosario Baños, que antes de iniciar la tesis hizo el máster de
Patrimonio Arquitectónico de la UPCT.
Una de las
supervivientes de las numerosas ventas y posadas levantadas durante
siglos a lo largo de la red caminera española es la Casa de Postas de
Librilla, cuya construcción fue promovida José María Álvarez de Toledo y
Gonzaga, duque de Alba, marqués de Villafranca y los Vélez y señor de
Librilla.
A pesar de que la mayoría de estas construcciones son de
carácter anónimo, la de Librilla fue ejecutada entre 1765 y 1779 por
arquitectos y maestros de obras siguiendo los modelos de parador que se
proyectaban en las distintas academias de Bellas Artes.
Opiniones de los viajeros
Los
investigadores han repasado la literatura sobre las posadas en España,
recogiendo testimonios muy negativos de los primeros turistas que
recorrían el país y la Región de Murcia. De la posada de Puerto
Lumbreras, Jean Peyron dijo en 1772 que en su dormitorio “todo se hace
sin proporción y con mal gusto”.
Por la misma época, Juan Martínez
Ordoñez llamó ni más ni menos que “puercos” a los venteros de Archena y
John Carr se quejó de un “colchón plagado de pulgas” en Totana. Sin
embargo, este último viajero calificó la posada de Librilla como “la más
bonita vista en España”.
Las ventas y posadas se
situaban en cruces de caminos de cierta entidad y a determinadas
distancias unas de otras, puesto que todo viaje que requiriese más de
una jornada, haría necesario un lugar para el descanso y refresco de los
viajeros y, sobre todo, de sus animales. Las postas eran estaciones
dispuestas a lo largo de los principales caminos con la finalidad de que
el correo real llegará lo más rápido posible a la Corte.
La
trascendencia de estas construcciones fue tal que llegaron a recogerse
en los diccionarios geográficos que surgieron en el siglo XIX con el fin
de conocer y registrar el territorio. Además, debido a la preocupación
por la existencia de buenos establecimientos hosteleros, se llegó a
crear la figura de un inspector que recorría las ventas y posadas,
analizando la calidad del establecimiento.
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