Este fin de semana, hace siete días, que los españoles, se asomaban a la primera página de los periódicos con
la angustia de que algo grave y, probablemente histórico, iba a pasar.
La sentencia de la primera fase de la Gürtel se había hecho publica,
tras numerosas presiones para que no coincidiese con la aprobación de
los Presupuestos Generales del Estado con el apoyo del PNV; Rajoy parecía no reaccionar a la gravedad de la sentencia, a pesar de que la conocía desde hacía días, Pedro Sánchez despues de anunciar la presentación de la moción de censura no ponía fecha a ningún adelanto electoral.
Y en “El País “ Juan Luis Cebrián , al que habían desalojado ya de su despacho de Presidente de honor del
diario , y le habían quitado coche y chofer, anunciaba “El Naufragio
del Estado”, mientras en el periódico solo se hablaba de los posibles
nombres del nuevo director del diario independiente de la mañana:
Montserrat Domínguez, Miguel Ángel Aguilar, Juan Cruz y Javier Ayuso. El
entorno de Rajoy estaba alarmado , porque no notaba reacción del
Presidente hasta el punto que habían empezado a filtrar que el Partido
Popular había perdido el
presente y dudaba de su futuro. Todos los que tenían una cierta
capacidad de análisis daban la legislatura por muerta y el futuro de
Rajoy se presentaba “obscuro e incierto” como el reinado de Witiza.
La sensación del sábado 26 de Mayo, hace hoy una semana, era
que Rajoy, curtido en mil batallas y conspiraciones, había perdido la
iniciativa .Que estaba paralizado, que no podía creer que alguien al
que tan poco consideraba pudiera desplazarle del poder y que pudiese ser
presidente del Gobierno a través de una moción de censura, cuando
ese escenario nunca se había producido en la historia democrática de
España. Y además con el apoyo decisivo del PNV que le acababa de
garantizar, con el apoyo de los Presupuestos, la permanencia en el
poder hasta el 2020. En su entorno (no en el entorno de los palmeros, que
encabeza la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez
Castro), habían empezado a creer que no tenia opción B, no había pensado
siquiera en una alternativa a lo que estaba ocurriendo.
Pensaba que había sorteado tantas sentencias, tantos disgustos judiciales que podía sortear también el de Gürtel a pesar de que era un misil que iba dirigido directamente contra él, insistiendo en la poca credibilidad que transmitía su declaración ante el Tribunal de la Audiencia Nacional, el año pasado. Estaba sin opción B, y tan desconcertado que cuando empezó a hacerse realidad los peores presagios, lo único que se le ocurrió fue refugiarse , durante más de ocho horas en un restaurante cercano, especialista en atún , tomando copas
y huyendo de la dura realidad que se desarrollaba en el Palacio de la
Carrera de San Jerónimo, con una moción de censura que estaba perdiendo,
sin terminar de creérselo.
Este sábado, ganada la moción de censura, se ha llegado el traspaso
de poderes más rápido y sorprendente de todos los que ha tenido lugar en
estos cuarenta años de democracia. El propio acto de la jura, en este
caso, promesa del nuevo Presidente de “cumplir y hacer cumplir la
Constitución” ante el Rey en el Palacio de la Zarzuela, donde lo que mas se ha desatacado es que no había ni Biblia ni crucifijo, ha sido un acto deslucido, raro, como si se tratase de la toma de posesión de la Presidencia de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
Y lo mismo ha ocurrido con el traspaso de poderes que, en otras
ocasiones como la salida de Calvo Sotelo y la llegada de Felipe
González, o la llegada de Zapatero y la salida de Aznar, duraban
semanas e, incluso, meses. Ahora todo ha sido visto y no visto, mientras se siguen empaquetando miles y miles de
papeles y documentos. Dicen que es costumbre no dejar nada. Dicen que
cuando llegó Suarez, lo único que encontró fue una caja fuerte cerrada y que dentro, después de descerrajarla, solo estaba la clave para poder abrir la caja. No había ni secretos de Estado.
(*) Periodista y economista
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