“El 7 de
junio puede pasar a la historia como el día en que murió el Brexit”.
Así lo escribe Jonathan Powell, que fuera el negociador principal de
Irlanda del Norte entre 1997-2007. La cita continúa: “... la única
razón de que no se haya producido más ruido, se debe a que los
partidarios del Brexit no se han enterado”.
La
sola posibilidad de evitar una frontera aduanera con todos sus
requisitos entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte (o la
totalidad del Reino Unido) es un backstop permanente.
Los británicos propusieron la fórmula del backstop para seguir
respetando los acuerdos del Viernes Santo. ¿Qué significa?.
Sencillamente la aceptación de que el RU permanece dentro de la Unión
Aduanera pero renegociándose el marco regulatorio de la UE de manera
que sus normas no sean estrictamente aplicables a los productos
industriales y agrícolas; paréntesis para los servicios.
El ministro británico del Brexit había amenazado con su dimisión si
no se fijaba un plazo límite para el backstop. Theresa May retrocedió y
fijo como fecha tope diciembre de 2021. La dimisión fue retirada. Ahora
bien, el contenido de la propuesta de la primera ministra está lejos de
ser categórico. Difuso. Además es imposible porque el backstop no tiene
límite temporal. ¿Por qué la UE aceptaría modificar la propuesta del
propio gobierno británico?.
Los beneficios de la unión aduanera y del mercado único se aplicarían
sin ninguna restricción a la libre circulación. Quedarse con la guinda
del pastel. El backstop es una cláusula de salvaguardia que debe
respetarse en su integridad y sin límites. Una frontera entre las dos
Irlandas niega los acuerdos políticos que permitieron la paz.
Quizá sea posible que la UE acepte que la aplicación del backstop
sólo se extendiese a Irlanda del Norte lo que entonces implicaría el
control aduanero de todas las mercancías que atraviesen el Mar de
Irlanda. Propuesta rechazada por el partido Demócrata-Unionista cuyos
parlamentarios permiten la mayoría del gobierno conservador en el
parlamento de Westminster.
Naturalmente todo puede acabar en un brexit-es-brexit, sin acuerdo
RU-UE. En esto llega la discusión en los Comunes del pasado martes 12 de
junio. Theresa May evitó una derrota prometiendo a los parlamentarios
conservadores rebeldes, pro UE, una votación previa y definitiva (crunch
Vote) sobre la salida del RU.
Los 15 conservadores contrarios al “no acuerdo” quieren garantías
firmes de que el Parlamento tenga su última palabra antes que el
gobierno decida la salida de la UE sin ningún acuerdo. En definitiva
control parlamentario sobre el desenlace del proceso.
Theresa May sofocó temporalmente la rebelión aceptando que la nueva
enmienda que emita la Cámara de los Lores será objeto de discusión.
Finalmente y a propósito de la iniciativa del ex–fiscal general el
conservador Dominic Grieve. En efecto si a finales de noviembre no hay
acuerdo con la UE tendrá entonces que obtenerse la aprobación del
Parlamento para la negociación.
David Davis, el ministro del Brexit, que amenazó con la dimisión se
afirma: “No estamos de acuerdo con que el Parlamento le ate las manos al
Gobierno en la negociación”. El otro y recalcitrante ministro favorable
al Brexit, Boris Johnson a propósito del backstop y de la posición de
los parlamentarios de Irlanda del Norte dejó escapar el siguiente
comentario: “les convenceremos, no se trata más que cuando un perro
mueve la cola”.
Hace ya más de 700 días de referéndum sobre el Brexit y casi 300 para
la fecha del 9 de marzo de 2019 que expira el plazo para tomar la
decisión final. El enfrentamiento es feroz dentro del Reino Unido y más
de uno no descarta un nuevo referéndum.
(*) Economista del Estado
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