Veinticuatro horas después de que el PNV actuara como salvavidas del presidente Rajoy,
en la votación de ayer sobre los Presupuestos, la Sección Segunda de
la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional colocaba su cabeza en la
bandeja de Ciudadanos, publicando la sentencia sobre la Gürtel.
Así,
esta legislatura alargada hasta junio de 2020 por el lehendakari
Urkullu, tras conocerse que el propio Partido Popular era también
condenado, podía, ahora mismo, haber sido frustrada por Rivera. No ha
sido así, el propio interesado ha retrasado su decisión hasta el 11 de
junio. Y es que ni aunque quisiera, podría hacerlo. Le impide romper con
Rajoy su fiel Infantería política, pese a que le empujan tanto la
Brigada Aranzadi (jueces) como la Brigada Mediática (periodistas e
intelectuales).
El principal responsable de la Gürtel es Aznar, y Rajoy después.
Rivera no puede criticar a uno sin hacerlo también al que hoy cabalga
junto a él, el caballo joseantoniano de Ciudadanos. El guerrero de las
Azores y la FAES, el estado mayor de la caverna, alientan y dirigen el
discurso extremista, in crescendo, de todas las tropas de
asalto de Ciudadanos.
Paradójicamente, y como consecuencia del trasvase
de cuadros del PP a la formación naranja, la posible deriva política de
esta sentencia y de las que van a venir pueden acabar convirtiéndose en
un bumerán contra Rivera. En efecto, parece bastante difícil separar la
línea roja que deslinda la responsabilidad de Rajoy de la de Aznar. Le
conviene, pues, al líder de Ciudadanos amagar y no dar, tal como ha
hecho en Murcia y recientemente en Madrid.
Albert Rivera no busca destruir al PP, lo que quiere es heredarlo.
Pretende tan solo quebrar la columna vertebral del frágil bloque
constitucional, que configura junto al PNV y el PSOE, pero sin romper a
los populares. Ciudadanos necesita sumar el PP, una vez haya sido
derrotado o sustituido Rajoy, a su bloque preconstitucional, el que
conforma con la Brigada Aranzadi, la Mediática y otras siglas de la
derecha extrema.
En esta áspera, tensa e intensa lucha de la derecha
preconstitucional, liderada por Albert Rivera, contra la constitucional
encabezada por Rajoy, que atraviesa todos los aparatos del Estado,
ninguno de los actores actualmente en liza intenta poner en cuestión la
absoluta hegemonía de la derecha en la sociedad española. Por lo tanto,
se impone tirar de la Gürtel, ma non troppo.
Merkel, por otra parte, no permitiría que Rivera dejara KO a Rajoy.
Con una Italia lanzada de lleno contra el Protectorado alemán en la
Europa del Sur, solo le falta a Berlín sumar a la creciente
inestabilidad italiana lizas y desequilibrios en Madrid. De igual modo
que ha tenido que votar a favor de los Presupuestos, junto al PNV,
partido al que detesta, no tiene ahora más opción que marcar el paso de
la oca económica.
Impasible ha recibido las recientes declaraciones de
Ana Botín, presidenta del Banco Santander, sobre la necesidad política
de volver a seducir a los catalanes, una línea de conducta que no goza
del beneplácito de Albert Rivera. La propuesta de la señora Botín, por
el contrario, ha encandilado a todos los medios vinculados a la entidad
bancaria, que rápidamente ya han calificado de “joseantoniano” el
pensamiento político de Ciudadanos.
Por las mismas razones, tampoco Rivera apoyará una moción de censura socialista.
Como mucho se abstendrá, en caso de que la hubiera, dejando al PSOE
junto a Podemos, una compañía de la que el partido de Sánchez huye como
si fuera la peste. Nada horrorizaría más al PSOE que ganar esta moción
de censura porque tendría que gobernar con los nacionalistas además de
con los morados. El bienio con el que el PNV acaba de alargar la
legislatura le viene tan bien a Sánchez como a Rajoy.
Dos muy
larguísimos años en los que los socialistas intentarán recuperar los
votos huidos a Ciudadanos, denunciando el extremismo de Rivera, o a
Podemos, beneficiándose del bache de la consulta inmobiliaria de
Iglesias. Tanto el Partido Popular como el Partido Socialista, compiten y
se esfuerzan por representar y encauzar la moderación de la sociedad
española frente al intenso radicalismo de Ciudadanos, intentando de esta
forma restablecer mínimamente el bipartidismo imperfecto de los últimos
años. No es imaginable, pues, que abran ahora unas urnas.
Bien es verdad que si Rosalía Iglesias, una antigua secretaria de Verstrynge, esposa de Bárcenas, ingresa hoy en prisión, estas
cuatro razones pueden evaporarse. La actual estabilidad política y
económica desaparecería si el ex-tesorero del PP “deja de ser fuerte”,
tal como ha amenazado, si su señora entra en la cárcel.
Pese a que la
sentencia no es firme, parece inevitable el ingreso, ya que así ocurre
normalmente con todas las condenas superiores a los seis años; pero
puede que no ingrese, a pesar de los quince años a los que ha sido
condenada. Todo puede suceder porque, hoy por hoy, la lucha entre la
derecha preconstitucional de Rivera contra la constitucional de Rajoy se
libra también desde trincheras togadas.
(*) Periodista
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