Esto no se quita con colonia. Pedro Sánchez tiene que
saberlo. España necesita salir del PP. Porque cada rato que pasa, la
descomposición crece. Cuando eres tesorero del PP y te caen 51 años de
cárcel, y a tu pareja la friolera de 15 años, no parece que un sms
diciéndote: “Luis, sé fuerte” sirva de mucho consuelo.
Si
alguno recuerda que te conocen como “Luis el cabrón”, igual se pone a
temblar mirando a su alrededor y preguntándose si cualquier noche va a
dejar de dormir en su casa porque le llevan a un calabozo, cerca de uno
de esos negros de mierda a los que, los mismos que han robado a España,
queréis devolver en caliente o imagináis en Lavapiés quemando
aristócratas y banqueros. La cosa debe de estar muy mal cuando Rajoy
anuló el viaje a Kiev a ver el Madrid-Liverpool. Cuánto sufrir.
La derecha lleva encarcelando a la izquierda toda la vida y
cuando el Estado de derecho encarcela a los que llevan trajes de mil
euros nos recuerdan que los ricos también lloran. A fin de
cuentas, el rojerío ya sabe lo que es entrar en prisión, y no ocurre
igual con los poderosos a los que se les hace más cuesta arriba porque
están hechos de otra pasta. De la nuestra, claro.
Esto está empezando. Las batallas del PP continúan porque tienen 20 juicios abiertos. A
la desesperada, el PP está despertando a todos sus dormidos en el poder
judicial. Lesmes, desde el Consejo General del Poder Judicial, está
atento a la voz de los amos de la democracia y la Constitución. Pero ni
con tanta ayuda pueden los del PP tapar tantos agujeros.
Algunos peperos que se están yendo a Ciudadanos están presionando a ver
si antes logran una concesión, la última de la era Aznar-Rajoy, para la
construcción de nuevas prisiones para meter entre rejas a sus antiguos
compañeros de partido. Que con las que hay no van a caber. Qué promiscua es la derecha. Veremos pronto a estos conversos reconvertidos en Ciudadanos imputados y a Rivera diciendo: no nos afecta porque son problemas del pasado.
Esta batalla definitiva del PP desató la batalla brutal contra Pablo Iglesias e Irene Montero. Nada es casual. Los teléfonos echaron chispas y en todas las redacciones de televisión, radio y prensa se dejó un mensaje: acaben con Iglesias. Alsina, en Onda Cero, habló más del chalet que de la detención de Zaplana, El país puso
una foto de mi primo Kichi donde parece George Clooney sólo porque nos
habíamos empezado a escribir, y Carlos Herrera, que se va a quedar con
un buen mordisco de la x que gente incauta ponga en la casilla de la
Iglesia en el IRPF, anunció que con vuestro dinero iba a hacer una
romería al chalé, aunque nunca ha propuesto hacer una romería para ver a
todos sus amigos del PP encarcelados por ladrones. Esto se
llama en teoría del Estado “selectividad estratégica”, que traducido
dice: los que mandan fuerzan todo hacia sus intereses.
Iglesias y Montero han ganado la consulta consiguiendo el apoyo de
128.000 personas a las que el enorme ruido no les ha hecho mella. Y no
ha sido nada fácil. Pero cualquier batalla deja heridas. Claro. Y hay
30.000 personas con las que Podemos va a tener que hablar con hechos.
Podemos regresa, después de la tormenta, a las instituciones y a la
calle. Será entonces cuando los escépticos verán que lo importante es no
tirar la toalla ni rechazar una sola pelea y que los líderes en los que
confiaron siguen ahí. Vivan donde vivan. No pocos, cuando vayan
desfilando los ladrones camino de la cárcel y a los oportunistas
recolocándose dirán: a ver si todo esto del chalét era un montaje para
distraernos…. Aunque sea a golpes, vamos aprendiendo.
Lo importante ahora, la moción de censura. Basta con que
Sánchez hable con catalanes y vascos. Podemos y ERC ya han dicho que
apoyan. El PP ha adelantado la moción para pillar con el pie
cambiado al PNV, que oscila entre los dineros logrados con el chantaje a
Rajoy en los presupuestos y la mínima decencia. Con la moción
de censura hablada con los diferentes grupos no solamente se sale del PP
y su hedionda corrupción, sino que se sientan las bases para solventar
los dos grandes problemas en España: la crisis catalana y el aumento de
las desigualdades y la precariedad.
De lo contrario, de negarse
Sánchez a hablar con quien corresponde, volverá a equivocarse, como
cuando se echó en brazos de Ciudadanos (a los que ahora vuelve a
identificar con la extrema derecha de “Vox”) y la moción de
censura será un mero truco para que Sánchez, que no es diputado, se haga
un selfie desde la Tribuna del Congreso para ir más servido a las
elecciones. Pero no le conviene, tan moreno, convertir la moción de
censura en una loción de censura. Porque vuelve a haber mucho hartazgo
de tanto postureo. Lo dicen las calles. Y las calles dicen: vamos a
salir del PP de una maldita vez.
(*) Profesor titular de Teoría del Estado en la UCM
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