¡Ah, qué tiempos aquellos en que un sonriente Rajoy con las alforjas llenas de mentiras por estrenar calificaba la Diada de 2012 como una "algarabía"!
Un zahorí el de los sobresueldos. En media docena de años, la
"algarabía" ha conseguido bloquear el sistema político español, según
reconoce su heraldo.
A quienes anunciábamos el tsunami catalán nos
tachaban de agoreros. Lo único que importaba era el bipartidismo, el
"sorpasso", la recuperación económica y el gigantesco saqueo de España
por la derecha más delictiva que han visto los siglos.
Y
ahora resulta que tenemos un estado de excepción de hecho a través del
155, una unión sagrada del nacionalismo español dispuesto a todo, presos
y exiliados políticos, intervención de la autonomía catalana,
suspensión de la Constitución (paradójicamente mientras celebran su
cuadragésimo aniversario), amenaza de dictadura "sin complejos"; amenaza
hasta de bombardeo. Se respira paz y sosiego.
No
está claro todavía si el gobierna da por real al president Torra y por
efectivo su nombramiento o lo considera un ectoplasma, según su
costumbre de negar lo que le fastidia. Por si el ectoplasma actúa, La
Moncloa ya le marca el terreno de juego pues “actuará” si el MHP designa consellers a presos políticos.
Qué significa que actuará es, como siempre, un misterio. El gobierno se
remite al juez quien se pronunciará según sus caprichosos e incógnitos
designios.
¿Se
acuerdan ustedes de los propósitos enunciados por el PSOE de reformar
la Constitución para “acomodar” (o algo así) mejor a Catalunya en
España? Han encogido y ahora se limitan a ser propuestas de reforma del
Código Penal para tipificar como delito de rebelión las manifestaciones pacíficas.
Por ese precio, puede proponer abolir sin más el derecho de
manifestación.
Es una deriva fascista del viejo partido socialista, algo
incomprensible. También se pretende privar a los catalanes del derecho
de sufragio, como se sigue de que PP y PSOE estén de acuerdo en prolongar e intensificar el 155 si lo ven necesario pero sin incluir convocatoria de elecciones. Es un frenesí dictatorial español.
Del otro lado, Torra envía la carta pidiendo apertura de negociaciones ya.
La decisión toca fibra sensible en el bloque indepe por cuanto la CUP
no es favorable a negociar nada sino a actuar. En cierto modo, la
negociación es una actuación de la República Catalana de hecho. Una
negociación de igual a igual. Lo que también toca fibra sensible en el
otro lado, subdividido en dieciséis CCAA. Cuestión de ver hasta dónde
llega la negociación sin prejuzgar su distancia.
La
existencia de presos y exiliados políticos es asunto complicado. Una
opción es negar de raíz la legitimidad de la represión y pedir la
anulación política de todos los procedimientos, lo cual probablemente
conduce a una confrontación inmediata y aguda que daría paso a la
desobediencia civil como una forma de resistencia pacífica.
La otra
opción es aceptar la legitimidad de los procedimientos, ir a los juicios
de esta causa política y utilizarlos como plataformas para denunciar
los agravios de Catalunya y luchar por la República. Ambas opciones
tienen ventajas e inconvenientes, difíciles de desentrañar en una
situación muy compleja en la que juegan muy diferentes factores.
En
todo caso, con la opción inmediata o en diferido, la respuesta del
bloque del 155 es el restablecimiento de la dictadura en Catalunya,
argumentándola de modo hipócrita con una acusación de supremacismo a
Torra y, por extensión, al independentismo. Todo vale en el molinillo de
la demagogia, hasta llamar “Le Pen” a Torra cuando se va del brazo de alguien como Rivera, mucho más cercano al francés.
La
situación de bloqueo no puede resolverse mientras se mantenga la
absurda judicialización del procés. La carencia de capacidad política de
los dirigentes precisamente políticos es pavorosa. La gente no los
elige para que creen problemas y destruyan el país y, sin embargo, es lo
que hacen dada su mediocridad.
Un
solo ejemplo basta. La mencionada barbaridad de prolongar el 155
excluyendo convocatoria de elecciones muestra a las claras su intención:
que no pueda cuantificarse el apoyo electoral de las dos opciones
independencia/no independencia. Se trata de evitar que quede constancia
una vez más de que el independentismo es mayoritario.
Porque de quedar,
el bloque del 155 deberá admitir que quiere gobernar en contra de la
voluntad de la mayoría de la gente, sin su consentimiento. O sea, por la
fuerza bruta. En dictadura. Una dictadura española en Catalunya. Parece
ya evidente que el llamado "problema catalán" es en realidad un
problema español.
Un
gobierno en contra de la voluntad de la gente es una tiranía. De hecho,
como se vio el 1º-O solo puede mantenerse por la fuerza bruta, a base
de apalear a los ciudadanos. El gobernante tiránico que utiliza la
fuerza bruta, la dictadura, deja de ser un gobernante para conventirse
en un persona privada y un delincuente.
Frente a la tiranía solo cabe la desobediencia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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