La festividad de Sant Jordi, el libro y la rosa, uno
de los días más especiales en Catalunya y único por sus características
en Europa, el día del amor y la explosión de júbilo de un país que se
reconoce en sus tradiciones, la fiesta de la libertad en un momento en
que estas son cuestionadas, empezando por la de expresión, tiene este
año una característica que, sin borrar todo lo anterior, lo empaña y le
da un barniz especial.
La represión y la injusticia hace que una
quincena de políticos, integrantes del Govern cesado por Mariano Rajoy,
representantes de las entidades soberanistas, la expresidenta del
Parlament y la secretaria general de Esquerra, estén en la prisión o en el exilio. Este Sant Jordi tan anómalo es de ellos. Fundamentalmente de ellos, privados de libertad, en una prisión provisional incomprensible que solo se sustenta por la causa general contra el independentismo. Nada más.
No deja de ser paradójico: por un lado, el relato del juez Pablo
Llarena tiene cada vez más grietas de agua, no solo en el extranjero,
sino también en España. Nadie duda hoy en día que la instrucción
practicada en el Tribunal Supremo no ha sido la adecuada. Las
posibilidades de que los cinco miembros del Govern exiliados
en Alemania, Bélgica y Escocia acaben teniendo una resolución favorable
en la petición de extradición formulada por el gobierno de España por
los delitos, entre otros, de rebelión y malversación, empieza a ser muy
alta.
En España, la crisis institucional es muy alta. No solo en el
gobierno, sino entre las instituciones del Estado. Lo más razonable
sería la retirada de las euroórdenes y la libertad condicional de los
presos con una revocación de las penas actuales. Es difícil, muy
difícil, que esto lo haga Llarena, que ha sido el magistrado instructor.
Otra cosa sería si el caso volviera al TSJC y se reformularán las
condenas. Es una posibilidad remota, pero en política no hay
posibilidades remotas.
El Estado está perdiendo la partida a ojos de muchos observadores,
pero cuenta con la fuerza de la arbitrariedad en sus decisiones. ¿O no
es una anomalía que el Govern esté en el exilio o en la prisión y que,
en cambio, quienes les cesaron giren visita a Catalunya?
Puigdemont, en
Berlín; Comín, Serret y Puig, en Bruselas; Ponsatí, en Edimburgo;
Rovira, en Ginebra; Junqueras, Turull, Rull, Romeva y Forn, en
Estremera; Sànchez y Cuixart, en Soto del Real; y Forcadell y Bassa, en
Alcalá-Meco.
Completa este repaso la vicepresidenta Soraya Sáenz de
Santamaría, que estará en Barcelona en un acto de Societat Civil
Catalana que premiará a Manuel Valls y al presidente del Parlamento
Europeo, Antonio Tajani.
Por eso, este Sant Jordi de fiesta y alegría es, sobre todo, un Sant
Jordi de ellos, los ausentes. Una multitudinaria manifestación pidió
hace una semana la libertad de los presos políticos al cumplirse seis
meses de la entrada en la cárcel de los Jordis, Sànchez y Cuixart, que
igual que el conseller Turull celebrarán su santo en prisión. Fuera, en
las calles de Catalunya, el Sant Jordi será diferente. Nosotros, en El Nacional, lo celebraremos con un estand en passeig de Gràcia 76 y muchas sorpresas durante la jornada. Bon Sant Jordi!
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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