domingo, 4 de febrero de 2018

Guerras sin fin / Guillermo Herrera *

La guerra puede ser un juego divertido para un joven amante de las películas de acción o de los videojuegos, pero cuando dicho joven llega a una guerra real y escucha el llanto de las madres y el grito de terror de los niños, después de un bombardeo, se le cae el alma a los pies.

Esto les ha sucedido a los veteranos de guerra de EE.UU., grandes seres humanos que defienden causas nobles como los derechos de los indios nativos americanos, después de haber sufrido el trauma de la guerra. También son excelentes los militares españoles, que se juegan la vida en misiones de paz humanitarias por mandato de la ONU, porque el riesgo que corren no tiene precio, y no van a encender fuegos sino a apagar las llamas.

No abogo por la desaparición del ejército como hizo Costa Rica, porque hasta los ángeles del Cielo tienen ejércitos para luchar contra el mal, sino por su transformación. Llegará un día en que los militares servirán a la humanidad a través de la exploración espacial y de la defensa de nuestro sistema solar de piratas espaciales, en lugar de matarnos entre nosotros mismos. De hecho, me encantaría ser un explorador del cosmos.

El ser humano está en guerra consigo mismo desde el principio de los tiempos, a semejanza de las guerras entre los dioses de las que hablan todas las mitologías. Esto no ha traído más que maldad y ruina a todas las civilizaciones, pero nadie ha encontrado la fórmula para acabar con todas las guerras. Se creó la Sociedad de Naciones tras la gran guerra del catorce, pero luego vino la segunda que fue peor todavía, y ahora tenemos una tercera guerra mundial larvada, que si no ha llegado a más ha sido por la intervención divina. De hecho ya han intentado tres veces liar la hecatombe, y no lo han conseguido gracias a Dios.

La guerra es un gran negocio del que saca tajada mucha gente, pero es un negocio inmoral porque se hace a costa de vidas humanas. Ya en tiempos de Napoleón había banqueros que prestaban dinero a ambos bandos de la guerra para obtener el máximo beneficio.

Cuando quieren una guerra se inventan un ataque de bandera falsa para provocarla. Ocurrió con el falso incidente del golfo de Tonkín que desencadenó la guerra de Vietnan. Ocurrió con la explosión del acorazado Maine en Cuba, que justificó la declaración de guerra de EE.UU. contra España y el desastre del 98. Ocurrió con el falso ataque de Polonia contra Alemania que justificó la invasión de Polonia. Siempre es lo mismo, guerras provocadas y fabricadas. Por eso dicen que la guerra es una masacre entre muchos provocada por unos pocos que nunca se matan entre ellos.

Lo peor de todo son las doctrinas políticas belicistas, perversas y satánicas a mi juicio, que intentan justificar la provocación de guerras como el famoso informe secreto de la Montaña de Hierro o “Iron Mountain Report”. Se realizó entre 1.963 y 1.966 en un refugio nuclear subterráneo de los Rockefeller cerca de Hudson, Nueva York.

No hay lugar para la ética, la moralidad o la religión en este informe. Considera que la guerra, el terror y el enemigo inventado son necesarios para mantener la supremacía militar de EE.UU. Es decir, que “la guerra es necesaria e imprescindible, y el principal estabilizador económico de las sociedades modernas”. “Es el pivote articulador de los países a lo largo de la historia,” concluyeron. También pensaron que una gran amenaza climática como el calentamiento por la contaminación del C02 sería ideal para políticas eugenistas, y para robar un poco más a los ciudadanos con impuestos y fondos para estudios.

“El informe secreto de Iron Mountain confirma que un pequeño grupo de enfermos psicópatas carniceros, llamado Mafia X, controla el mundo, preparan las guerras y se forran con ellas. Lo hacen por negocio y deporte, para reducir la población y joder lo más posible al ya innatamente jodido borrego-mátrix.”- Luis Carlos Campos.




(*) Periodista

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