«Tendrás mi lealtad, Pedro, como presidenta de Andalucía y como
secretaria general de los socialistas andaluces, pero no me hagas elegir
entre las dos lealtades». Al dirigirse en estos términos a Pedro
Sánchez, que venía de derrotarla en las primarias, Susana Díaz estaba
marcándole territorio al jefe de su partido, trazándole una línea roja
que no franquearía: los intereses de su comunidad autónoma. No le
importó a Susana Díaz que Pedro Sánchez estuviera más crecido y
legitimado que nunca como líder de los socialistas españoles.
Su patria
es Andalucía, por delante del partido, y apostó por su patria, aunque su
filípica a Pedro Sánchez, y la frialdad con que lo trató en el congreso
regional de Sevilla (ni un beso se dieron), le costara caer
definitivamente en el ostracismo de Ferraz, donde sigue arrinconada. Los
devaneos de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias, y su inclinación al
reconocimiento de las plurinacionalidades, actúan contra el interés
general de Andalucía, según cree su presidenta, que se niega a mirar a
otro lado.
Puede ocurrir que también Fernando López Miras tenga
que optar entre dos lealtades, la de Murcia y la del PP. A los pocos
días de acceder a la presidencia de la Comunidad Autónoma, en abril
pasado, Miras quiso almorzar con el director de 'La Verdad' y con un
servidor, y entre plato y plato me permití sugerirle que, si yo
estuviera en su lugar, y quisiera empezar a labrar una victoria en las
elecciones autonómicas de 2019, me haría cuanto antes 'panochari', daría
un puñetazo en la mesa de la ministra Tejerina y me desmarcaría de la
dirección nacional del PP en lo que al agua respecta.
La inacción de
Rajoy, incapaz de impulsar un verdadero pacto de Estado después de seis
años en La Moncloa, y la pertinacia de la sequía, sitúan nuevamente el
agua en el centro de la contienda política de la Región, y ahí el PP,
que siempre fue el rey del mambo, lleva hoy las de perder. Empresarios,
regantes, agricultores y exportadores de frutas y hortalizas, aliados
naturales del PP, preparan movilizaciones en Murcia y Madrid en protesta
por la indolencia del Gobierno para acometer una planificación
hidrológica plausible sin miedo a arrostrar las consecuencias, de
partido y territoriales, que pudieran derivarse.
Basta acudir a
cualquier foro público de agua, o a las asambleas de los comuneros, para
observar que los colectivos damnificados por la sequía están más cerca
de Alberto Garre que del PP, lo que podría castigar con severidad la
candidatura de López Miras en favor del partido de corte regionalista
que Garre promueve.
De otra parte, los socialistas, a los que el PP no
está ya legitimado para sonrojarlos otra vez con el 'Agua para todos' de
Valcárcel, se han puesto manos a la obra para redimir su pecado
original.
No podrán borrar de la historia la ruin derogación por
Zapatero del trasvase del Ebro, de la que el PSOE murciano fue tan
cómplice entonces como el PP es partícipe hoy de la pachorra de Rajoy,
pero han celebrado este fin de semana una conferencia monotemática sobre
agua en Torre Pacheco (a la que asisten, ojo, todos los otrora aliados
naturales del PP), con el objetivo de pasar página, dejando atrás su
ambigüedad en lo tocante al Tajo-Segura, exhibiendo la eficacia de 'sus'
desaladoras y rediseñando, en fin, una oferta electoral que parezca
coherente. Al menos, lo intentan, espoleados por la fragilidad que los
populares exhiben en este asunto.
A la vista de tal cúmulo de
adversidades para el PP, y puesto que no está para llover, resulta muy
probable que Fernando López Miras se vea impelido también a elegir entre
lealtades. Algún mensaje ha enviado ya en el sentido -me parece-
correcto.
Ordenó a sus dos diputados que no votaran el miércoles en la
Comisión de Agricultura del Congreso contra una enmienda de Ciudadanos
que pedía eximir a los regantes del 'tasazo' del Trasvase y, un día
después, su grupo parlamentario registró en la Asamblea Regional una
iniciativa similar; en realidad se trata solo de un guiño al sector,
porque la Asamblea carece de competencias para modificar el BOE, y
porque era en Madrid donde había que estar y votar a favor de la
exención, en lugar de ausentarse de la comisión, pero una política de
gestos es siempre mejor que una política inexistente y, en esa voluntad
de acercamiento gestual a sus votantes cabreados, no sería extraño ver
incluso a López Miras encabezando alguna de las manifestaciones
venideras en pro de soluciones al déficit hídrico.
Ahora bien, una foto
bajo la pancarta no bastará para apaciguar los ánimos de quienes han
perdido la fe en las recetas de los populares. El verdadero reto para el
presidente Miras -y para Mariano Rajoy- será conseguir agua. O, en su
defecto, volver a convencer al electorado, como hizo en los años
noventa, de que solo el PP será capaz de acabar algún día con el déficit
estructural de la cuenca del Segura y garantizar -llueva más o llueva
menos- la subsistencia de las 100.000 familias que viven del agua.
Si al
final López Miras no logra llenar el botijo, y tampoco se planta en la
calle Génova vestido de 'panochari', parecerá que ha escogido la lealtad
equivocada, y dará a entender, peligrosamente para su interés
electoral, que la Región seguirá condenada, con la aquiescencia ciega de
sus gobernantes, a tragar por los siglos de los siglos con lo que desde
Madrid se disponga.
Más aún. El presidente deberá fajarse
también a la vuelta de la esquina en la pelea de la financiación
autonómica, para evitar que la conveniencia política de satisfacer a
Cataluña o bien la mayor picardía de otros barones más influyentes de su
partido marginen nuevamente a Murcia (la comunidad peor tratada por el
sistema actual) en el reparto de las aportaciones del Estado para el
sostenimiento de la educación, la sanidad y los servicios sociales.
Mucho toro parece para el joven Fernando López Miras este que asoma por
los chiqueros, con la sequía colgando de un cuerno y la financiación
autonómica del otro. Pero las circunstancias no le dejan ya más opción
que lidiarlo, estocarlo y salir a hombros de la plaza o bien plegarse
ante Madrid y asumir que será un presidente más, uno cualquiera.
La
historia lo ha situado frente a un sudoku mucho más difícil de resolver
que el que les cayó en suerte a sus predecesores en el palacio de San
Esteban, porque es verdad que tampoco Valcárcel, Garre y Pedro Antonio
Sánchez consiguieron llenar el botijo ni mostraron arrojo para plantarle
cara a la dirección nacional del PP por su maltrato crónico a Murcia,
pero al menos ellos tuvieron la suerte de que entonces llovía y el agua
del cielo tapaba las vergüenzas.
(*) Columnista
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