Iceta sugiere el indulto para los presos políticos catalanes, Sánchez
no sabe, no contesta y Susana Díaz vigila presta a cortar por lo sano,
en caso de que estas palabras no se las llevara el viento electoral. Si
el PSOE va de carcelero de Rajoy, carece de sentido que ahora proponga
indultar a quien ayer encarceló; si el PSC considera hoy que el 155 que
aprobó ayer es una equivocación política, debería recuperar para la
dirección a Nuria Parlón, que dimitió de la ejecutiva socialista justo
cuando Ferraz ayudó a la Moncloa a esposar a Oriol Junqueras y sus
siete consejeros.
Está bien promover una política de reconciliación que
busque cerrar heridas, mejor sería no crearlas con la daga inmovilista
del Gobierno del PP. Pero la interrogante es: ¿qué credibilidad tiene la
sugerencia de Iceta con el silencio elocuente de Sánchez impuesto por
la centinela de Occidente?
Tres mapas político contrapuestos explican estas tres actitudes del
PSOE. Iceta quiere ganar votos en Cataluña, Sánchez no quiere perderlos
en Madrid y Susana se cuida mucho ante la perspectiva de que la
solidaridad interterritorial, de la que bien se beneficia Andalucia,
pueda verse afectada por cualquier reajuste derivado de la crisis
catalana. Esa pluralidad de España, de la que bien hablaba Sánchez antes
de otoño, hoy completamente olvidada, se ve ahora mismo bien reflejada
en el interior del Partido Socialista, aunque de un modo muy asimétrico.
Dicho de otro modo, la actual correlación de fuerzas socialistas en el
seno del PSOE es manifiestamente desproporcionada en favor de la casta
Susana. Hoy por hoy, el nacionalsocialismo andaluz, pese a sentarse en
el banquillo de los acusados por el escándalo de los Eres, marca el paso
del PSOE.
Para desgracia de España y sobre todo de las fuerzas progresistas, no
es la primera vez que esto ocurre en la historia de nuestro país. Sin
ir más lejos, una buena parte de la responsabilidad del hundimiento de
la II República provino de aquel socialismo, donde lo que decía Prieto
por la mañana era negado por Largo Caballero por la tarde o por Besteiro
por la noche. De un modo mucho más cutre, sin ropajes ideológicos,
vuelve a suceder exactamente lo mismo, o seguramente mucho peor.
Porque
durante la anterior experiencia democrática, sus líderes se enfrentaban
acerca de cómo sumarse a un gobierno de izquierdas, basado en el Frente
Popular, mientras que en esta ocasión se enfrentan sobre cómo subirse al
caballo de la derecha. El clientelismo electoral en sus respectivos
territorios hace que hoy el PSOE sea una trinidad nada santa.
Ni Zapatero, que reconvirtió el PSOE en uno de los tres partidos
del Ibex-35, ni Rubalcaba, que lo reconfiguró como uno de los tres
partidos dinásticos, tuvieron los problemas que actualmente encuentran
Sánchez, Iceta y Susana Díaz. Todos juntos, tirios y troyanos, marcharon
bien juntos por la senda financiera y la corte borbónica. La cuestión,
como apuntaba uno de los teóricos del susanismo, Pepote de la Borbolla,
estriba en que ” con las cosas del comer no se juega” y, por lo tanto,
el terruño electoral de cada cual prima a la hora de elaborar una
política territorial.
Por ello la España plural que dicen o decían
defender, no puede ser interpretada desde la misma forma en Andalucía,
Madrid o Cataluña. De ahí que las promesas de Sánchez, tras ser repuesto
por los militantes en Ferraz, hayan durado tan sólo las 90 noches del
verano de 2017.
Es lo que explica que no haya habido, ni hay, ni habrá moción de
censura contra un gobierno venal e incompetente que sirve a los grandes
intereses privados, en claro perjuicio de la inmensa mayoría de los
intereses públicos. Pese a que hoy existen motivos más que sobrados, los
votos necesarios y la urgente necesidad de expulsar de la Moncloa a
este grupo de altos funcionarios del Estado que atentan contra el Estado
español, la oposición no va a encontrar ningún apoyo en la actual
dirección del socialismo español. Aunque quisieran, no es más que una
hipótesis harto improbable, ni siquiera podrían intentarlo ahora.
Volverían a defenestrar a Pedro Sánchez con más ímpetu aún si cabe. El
defenestrado lo sabe bastante bien y actúa en consecuencia.
La involución en curso, pues, carece de freno alguno salvo el que
decida el propio Rajoy. España afronta una triple crisis– moral,
socioeconómica y territorial– sin ninguna alternativa de gobierno
progresista. Es responsabilidad del PSOE que este desgobierno del PP
salga de rositas de la corrupción, del estancamiento social y económico,
la desigualdad social y la grave quiebra estatal, cierto es también
que la presente correlación de fuerzas parlamentarias lo facilita.
Esta
muy amarga experiencia de Iceta, amagar con una crítica implícita al
155 de Rajoy, señala las limitaciones de un PSC desprotegido por el PSOE
y sometido a intensa vigilancia por la federación andaluza. Con ese
corsé socialista, el claro proyecto involutivo de la derecha, basado en
una amplia mayoría popular, tiene todo el futuro por delante.
(*) Periodista
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